miércoles, 9 de enero de 2013

La fiesta

Para los proletas y los lúmpenes, la fiesta es la suspensión del tiempo cotidiano, tiempo en que lo real es la escasez. Para los jóvenes de clase media, es un modelo a escala de la vida social que les espera: comer lo mismo que todos los días, tomar porque hay, emparejarse de la mejor manera que se pueda, aprender y reforzar las normas de comportamiento. Una fiesta, así, pendula entre el exceso y el tedio. hay que saber navegar entre los bancos de una fiesta así, lúcido y sin embargo integrado, con la dosis de alcohol y droga justa, pero eso lleva a no emparejarse. Si consideramos que, a medida que aumenta la edad de los invitados, los individuos sueltos decrecen, en esta fiesta que planean Lisandro y Estela poco va a pasar en ese sentido. Pero, como la experiencia indica que el exceso y también la violencia son posibles y esperables, un leve nerviosismo empieza horas antes a provocar movimientos de descarga que no son usuales en las personas. Lisandro, por ejemplo, está limpiando por segunda vez en la tarde. Por lo general es un poco sucio y desprolijo -y su cabeza es eficaz-, pero esta noche le parecería insoportable que una cucaracha caminara por el esmalte blanco de la cocina. Estela camina, camina en sueños, los brazos extendidos hacia adelante, la cabeza colgando, un muñeco de trapo juguete de eros y tánatos. Los dos invitan, los dos organizan, convocan, instan a gente como ellos a reunirse para espejear unos en otros en forma múltiple: eso es lo opuesto a la soledad, es la compañía, la fiesta: lo mismo que el aislamiento, pero confirmado por el grupo.

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