domingo, 20 de enero de 2013

Máscara secundaria

Soy una bola de pelos atascada en un desagüe y no pido más. Gozo de mi propia agregación y apelmazamiento, humedeciendo mi ser, infértil y más fuerte que la muerte. En mi pasividad de residuo encuentro la base para una filosofía: nada cambia la esencia, esencia prístina de los valores nacionales, del campo nacional, de la propiedad agraria de la que yo soy el opuesto complementario. Porque no tendría modo de tomar la palabra si no estuviera supuesto por las toneladas de bosta de vaca necesarias para conformar las moléculas de las que estoy hecho. Soy oscuro y no tengo centro, y bajo el gran sol de York parloteo entre borgorigmos a mitad de mi tubería, hecho una arpía, a salvo de la policía. Me pregunto si hay versiones más grandes de mí, capaces de atascar una desembocadura fluvial, pero luego me río de la idea y me conformo, me atengo a mis límites e insisto en molestar hasta que una mano que haya vencido el asco termine con mi existencia. ¿Pero termina mi existencia en el tacho de basura? Incluso si me devoraran saldría por el otro lado intacto, o casi. Más fuerte, repito, que la muerte porque no sé lo que es la vida, burla final de todas las promesas, caca jactanciosa que permanece y resiste.

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