domingo, 30 de diciembre de 2012

Los crotos

La noche más calurosa del año es una lápida sobre Plaza Congreso. Se arrastran, renguean, abren sus bocas podridas, buscan qué rapiñar, piden más con, sin esperanza: los militantes sociales, armados sobre Hipólito Yrigoyen, sacian el hambre y la sed, pero no los de justicia. Reparten bandejas con albóndigas y ensaladas y jugo de naranja, en cantidades siempre insuficientes, liderados por un hombre que tuvo una vida egoísta y normal hasta que su hijo enfermó y sanó: ahora piensa en los otros, los otros son una obsesión. Los mira desde la caja de la camioneta, desdentados, sucios, locos, viles: la humanidad sufriente. No quieren mirarlos, los amarillitos, porque son, como decía Marx, la negación de la sociedad, el espacio de todo lo que se rechaza y se teme, el infierno irreligioso que espera ni bien tengamos un momento demasiado largo de debilidad. Pero para este hombre no hay ni dialéctica revolucionaria ni redención cristiana: el les llena el estómago una vez por mes, punto. Se siente mejor haciéndolo.
Dos pibes morochos, la remera sobre el hombro, pasan por la explanada del Congreso y se ríen y hacen fuck you con el dedo, imitando a Lanata.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Más meditaciones baldías alrededor del principio y del fracaso

Comienza un nuevo año y no sé qué hacer con él, como no supe, creo saber, qué hacer con los anteriores. Genoveva se lima las uñas, desnuda, cruzada de piernas, y cada tanto me echa una ojeada para comprobar que todavía respiro. No sé qué hacer con lo que alguna vez pensé que era una novela, pero ahora se me aparece como una carroña de palabras sin sentido y sin música. Temo exagerar, pero adelante. Esta agua barrosa que tiñe la pantalla de su monitor alguna vez quiso ser el lago transparente que mostrara una ciudad sumergida, que incita a nadar por debajo para perderse entre sus calles abundantes en giros y sorpresas. Pero no doy la talla. Yo, que quise ser siempre fresco y primaveral Escritor Principiante, estoy a punto de atascarme en otro avatar del Escritor Fracasado. No hay plan a largo plazo. No estoy cubierto contra las descargas y turbulencias de lo imprevisto. Me siento inerme como un mamón. Al no haber dirección de los hechos en una avenida temporal y espacial, tampoco hay cambios dignos de ese nombre: al revés de lo que puede suponerse. cuando no podemos atribuirle a una voluntad única e intencional la colcha de retazos que es toda historia, también desaparece el diseño implícito que gobierna nuevos agregados. Gracias a Dios, he descubierto un nuevo placer: cagar en un rincón, como un perro. Una vez entre dos lapsos de sueño, me pongo en cuclillas y saco de adentro lo mejor de mí. El olor es tan cálido e íntimo, la consistencia tan esponjosa, que me parece un auténtico fruto de río, como el que bosteza en las puertas de mi ciudad. Intento convencer a Genoveva de que pruebe, pero me rechaza arrugando despreciativamente la nariz: peor para ella. Si lograra depositar, por las cuencas de los ojos, en los cerebros de mis lectores imágenes con el carácter definido y final de mis excrementos, estaría avanzando por el buen camino. Los veo acumularse, a mi izquierda, en el fondo, y tengo la sensación de un trabajo bien hecho. Desgraciadamente, están más expuestos al deterioro del tiempo que las palabras, que no tienen los problemas de la materia y no pierden su aroma ni se convierten en polvo una vez grabadas en superficie benévola; pero su mera existencia ya es una dilatación del pequeño aujerito por el que todo humano mira el universo ilimitado. Sin más que decir por el momento, les deseo a todos un feliz año nuevo con muchas enes que vibren en el aire antes de cerrar el círculo.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Una navidad de cohetazos

Demasiado adultos para Papá Noel, lentamente envenenados por los excesos de alcohol y grasas, más arrugados, ojerosos, pelados o cetrinos que el año anterior, viendo en los parientes los mismos cambios que ellos ven en nosotros, aturdidos por explosiones múltiples y simultáneas, mirando como bobos la floración  del cielo, incapaces de bancar un minuto más a ese cuñado que putea contra el cepo, soñando con un tiro al blanco con efigies de Melconian y López Murphy, totalmente inconscientes de haber sobrevivido a un período calamitoso para la economía, comprobando escandalizados el incremento del precio de la pirotecnia, optando por una mejor marca de sidra, imposibilitados de llegar al baño a tiempo, asombrados ante la pregunta del menor de los parientes, con la cabeza vacía de la siguiente línea de la canción, borrachos, con la panza presionando contra el cinturón, a punto de explotar, la clase media porteña, llamada en otras épocas gente decente, celebra otro natalicio de Nuestro Señor Jesucristo con un registro tenue de los desastres cometidos por los siempre denominados negros de mierda en varias zonas del país, y no hablemos de intención política porque la gente decente está más allá de la política: ha llegado al estado en que se constatan diferencias sociales como rasgos fisionómicos.
Escuchemos otra vez a la Presidenta y pasemos por alto estas últimas palabras.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Una madrugada de lluvia

La otra noche vi llover, vi gente correr, y no estabas tú...La línea de la canción basura escuchada en su niñez de boca de primas retrasadas tanto sexual como estéticamente vuelve a su memoria esta noche, en una mesa de La Academia, mientras las gotas rebotan sobre los capós de los coches cuyos dueños se aterrorizan cada tormenta de los desastres que una vez provocó y puede volver a provocar el granizo, que a Lisandro le gusta (su sonido contundente de catarata sólida). Lleva a su labios el vaso alto de cerveza y se limpia la espuma con el revés de la mano, sus ojos adquieren esa opacidad idiota que adoptan cuando está pensando. Mira de reojo hacia el costado, hacia el tronco caído en medio de un bosque que ostenta la tapa de la revista que compró ayer en una presentación en que se deprimió, tan mal está con el ambiente intelectual. Reportajes, literatura argentina del siglo XXI ( es un ritornello), Internet...Se detiene en esto último. Lee una nota y se siente tan afuera como con cualquier nota tecno. Lee otra, y sus cejas se alzan, un brillo de interés ocupa su mirada, su boca se entreabre y la punta de su lengua repasa el labio inferior mientras lee:

"Algunas películas recientes desarrollan personajes que pueden pasar perfectamente por dobles del artista pos relacional. Tenemos al depresivo adicto al sexo en Shame de Michael Fassbender, que se conecta con todas las mujeres de Nueva York mientras se hunde, simultáneamente, en experiencias crecientemente tormentosas de retiro y auto exilio narcisista. También tenemos a las parejas aceleradas de las casi idénticas comedias románticas del año pasado, Friends with Benefits y No Strings Attached, que se desapegan para conectarse de forma más eficiente, y construyen una especie de aplicación de pareja móvil adecuada a la atemporalidad de la interfaz metropolitana. Y está la escritora alcohólica de romances adolescentes encarnada por Charlize Theron en Young Adult que, cuando se anima a salir de su confinamiento de alto nivel en su casa oficina, descubre que las conexiones en la vida real han quedado fuera de su alcance: ella (o el mundo, o la adultez) ya ha pasado de largo. Todos estos casos involucran a profesionales exitosos exiliados en el medio de sus propias actividades hiper relacionales, que ya perdieron la capacidad de experimentar a los otros fuera de los términos banales y superficiales del perfil de usuario: solo pueden interactuar y redirigir datos como a través de una interfaz, ya sea en la cama o frente a la computadora."

Levanta  la vista hacia la ventana mojada, ve pasar un rostro veloz de mujer y trata de pensar en qué gente real conoce que responda a estas características. El bicho que describen estas palabras parece un personaje ficcional: demasiado coherente y sin salidas. Él mismo supo caer en depresiones fuera de todo entorno relacional (aunque la nota no utiliza el término en el mismo sentido); se veía entonces como un ser desahuciado, condenado a morir sobre el fino colchón de la cama individual que estaba usando en la casa de su madre, con la vista fija en la cubierta gris acero de la bombita que iluminaba sus piernas flacas y peludas y su slip de tres días. En esos meses, desayunaba y cenaba solo, salteándose el almuerzo y la merienda, mientras escuchaba en el living a su madre por teléfono: "¿Será la edad? Ay, no sé.." Sabiendo que nadie podría ayudarlo ya que no creía en Cristo, que ni exprimiéndose el cerebro tres noches seguidas se le ocurriría el modo de salir de esa casa a la intemperie salvaje donde esperaban para matarlo, que el suicidio, finalmente, estaba también fuera de su alcance por el asco que le daban sus restos sin alma manoseados por médicos y policías, creyó que estaba fuera del tiempo universal, en que los otros todavía seguían manifestándose, y que en el callejón sin salida donde estaba solo quedaba hacerse un ovillo y tratar de dormir. Pero de hecho había debutado , había trabajado y se había licenciado; la vida había continuado y continuaría. El sonido hueco de estas palabras en su intelecto lo achica un poco; ese optimismo vacuo siempre le repugnó, a pesar de observar que muchas personas lo encontraban útil. El autor de la nota se llama John Kelsey y es galerista, artista y escritor. Se propone buscar más datos sobre él. Vislumbra a un alma gemela.

martes, 18 de diciembre de 2012

Entretenida

En el living pintado de rosa y decorado con fotografías del Riachuelo en la década del 20 zumba agradablemente el aire acondicionado y la luz del atardecer que filtra un cortina cremosa realza el color adormecido de los ojos de Eva, vestida como lánguida valquiria, con las piernas recogidas en el sofá de cuero color champaña, ante una mesa ratona que soporta ejemplares de Viva, Veintitrés, Gente, Mancilla, sosteniendo ante la vista un cuaderno de tapas duras donde suele anotar frases como "los judíos, los asesinos de los judíos, las víctimas de los judíos" o "un territorio en disputa: negros, narcos, palestinos". Un temblor sonriente recorre en lapsos de dos segundos la comisura  izquierda de su boca cruel, porque acaba de recibir noticias de Lisandro: hay una fiesta. Deja que su mente recorra su placard para imaginar qué se va a poner. ¿Sexy discreta? ¿Intelectual seria? ¿Intelectual frívola? ¿Rockerita? ¿Conchetita? ¿Despampanante? Se regodea con sus amplios pechos a la vista entre tabloides de Filosofía, amargas, emputecidas por la vida en los grados inferiores de la carrera académica, y ella como una puta en Tinelli frotándose contra la bragueta del anfitrión y por fin Estela poniendo los ojos definidamente en ella, con odio, odio que no tarda en convertirse...Justo suena el celu, atiende, es la madre: borracha de nuevo. Papá nos dejó, nos dejó, solloza. No, mami, ya va a volver, recita Eva. El uniforme, crepita, planchadito sobre la cama, esperándolo, hasta las cuatro, y entonces me doy cuenta de que no llega, ¿entendés, no está, no llega, nadie sabía nada, los hermanos, los amigos, todos inútiles. Es un trabajo, mami, desliza Eva. El trabajo es la familia y la familia es la inmortalidad, siempre lo decía, te acordás, nena, y ahora...Recostate, mami, tratá de dormir un poco. ¿Esta Marga? Su madre farfulla confusamente y entonces un firme acento paraguayo se hace cargo de la comunicación. Marga, ya te dije que no la dejes tomar tan temprano, reprende suavemente. No señorita, si la señora salió cuando yo estaba ocupada, tengo bajo llave todos los licores, y volvió así, qué bárbaro, ya no la voy a poder dejar salir. No tanto, no tanto. Tratá de que no me llame, de que descanse, entendés. Un poco más de conversación y ya siente cumplido su deber de hija. Hojea un par de revistas: lo mismo de siempre. ¿Alguna vez va a cambiar algo? Siente que es la misma historia desde su nacimiento, siente que la democracia se estira demasiado y todavía no hay muchos insatisfechos como ella. Una poderosa transmutación de todos los valores, eso ansía, anotado en su cuaderno. Faltan dos días para la fiesta, entonces algo se va  a definir, y con los ojos de Estela en gigantografía empieza a masturbarse.

domingo, 16 de diciembre de 2012

La conciencia de clase

Repartidos en forma equidistante alrededor de una mesa redonda de sólida madera, entre los restos de una picada, mudos frente al televisor, los tres militantes repasan en sus cabezas las imágenes del día pasado en la esquina de Cabildo y Juramento, esclareciendo. Cada quince minutos un automovilista que grita "vayan a laburar"; la foto de Cristina escupida; los volantes tirados al aire; las caras desencajadas de odio de viejos y mujeres; los perritos ruidosos; la llovizna que refrescó brevemente las pieles sudadas de las nucas; el atildado cincuentón con pañuelo rojo al cuello que revoleó los papeles de la mesa y cuando el hijo de uno de los militantes se agachó para recogerlos le pisó la mano, recibiendo como justo castigo un uno-dos del padre que lo despatarró en la vereda, lo cual ocasionó un revuelo de siete personas gritando "asesinos, asesinos" y la intervención de personal de la 35, aburrido de las boludeces de los vecinos; la caminata hasta la uba, lerda, silenciosa, bajo mirada hostil, cada uno metido en el minúsculo interior donde una vida germina adquiriendo los rasgos que más tarde parecerán los estigmas de la desgracia; el grupito más grande que se va al club, el de los tres que decide ir a casa de uno a ver Actualización doctrinaria...Y en el mundo de diferencias entre el 70 y ahora, ellos, como herederos de la clase media peronizada de esos años, recién ahora aquilatan la dimensión de la derrota que media entre el pasado y el presente. Están en un barrio duro, lo saben, pero la bajeza pareja de los argumentos, el sentimiento excluyente y prejuicioso que chorrean las palabras de la gente con la que tienen  que hablar cada sábado es un tirón hacia el averno que sólo las marchas y la visión fanatizada de canal 7 pueden contrarrestar. Buenos Aires, centro cultural, con el mayor nivel educativo del país, demuestra un primitivismo político cuaternario. Alguien trae a colación la frase de Rodríguez: en Cobo y Curapaligüe es peor que en Callao y Santa Fe, pero eso sólo demuestra la unitaria visión del mundo de las franjas superiores e inferiores de una misma clase que, insegura de su propio lugar y valor, no quiere que se los dispute nadie. Alrededor de una reacción visceral se reúnen y calcifican frases hechas, imágenes, conceptos: todo un tejido en carne viva para los shocks eléctricos de las campañas mediáticas acerca de cualquier cosa. ¿Hay que ponerlos en el lugar del enemigo o seducirlos? Dos de ellos están a favor de la primera opción, el segundo discute: no hay posibilidad de consolidación del proyecto sin un acuerdo entre clases bajas y medias. Pero cómo, a través de qué medios. ¿La propaganda, la disuasión, la difusión, la educación, el progreso económico, el cambio cultural? Desalentados, intuyen que la formación cívica de esos sectores llevará décadas. Ellos quedan como el pelotón de vanguardia en la zona con el metro cuadrado más caro, ellos, hijos de porteros y quioskeros, con acceso a la UBA o al menos a la Universidad de las Madres, con una formación que la multitud de abogados y administradores de empresas desdeña, con una convicción en la bondad de su línea apenas oscurecida por algunas críticas menores que no pueden expresar hacia afuera, seguros de que su juventud es el mejor momento para vivir y conocer las últimas presidencias, recién casados, con la mujer preñada, con un hijo chico...Dos se levantan, se despiden, se sonríen. Salen a la calle calurosa y mojada, llegan a la esquina y se separan.¿Qué piensa un militante en la resaca de un día de militancia? En el paraíso del acuerdo total, redondo, suave y final.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Esmalte de uñas

Carla Peterson y Martín Lousteau no se ponen de acuerdo sobre el nombre de su futuro hijo. Eva Krieger tiene un nombre en la cabeza desde hace días: Uki Goñi, Uki Goñi, Uki Goñi...Expele el uki cascadamente, deja que la lengua se demore contra el paladar en la eñe de goñi, y se siente vagamente insatisfecha: no es un nombre tonante y completo, como, por ejemplo, Martín Lousteau o Juan Domingo Perón. En general, sabe que Uki escribió un documentadísimo libro sobre la conspiración alemana-vaticana-peronista para refugiar en las virginales montañas de Sudamérica a criminales de guerra nazis. Sabe, o recuerda, que su abuelo tenía una soterrada admiración por el carisma y la capacidad organizativa de Adolf. Sabe, o conoce, que los alemanes perdieron la guerra, y una vez perdida la guerra se pierde el relato de la guerra. Lo que la lleva al caso argentino mientras se pinta las uñas de los pies de rosa viejo. Los militares argentinos que participaron en el exterminio de las organizaciones arnadas y demás formas de oposición y resistencia al orden capitalista dicen, y ése es su intento de construir un relato, que ganaron la batalla militar y perdieron la batalla cultural. Cualquiera que estudie la historia mundial sabe que eso es imposible. Entonces, no ganaron la batalla militar. ¿Por qué? Porque dejaron la guerra por la mitad. Se conformaron con sacar al adversario de la cancha y después se dedicaron a jugar al polo en un estadio de fútbol. Dicho con otras palabras: no ordenaron ordenadamente un orden capaz de ordenar a sumiso e insumisos. El economista judío amigo siempre pone el ejemplo de Chile. Chile es un paraíso para cualquier neoliberal y una pesadilla viviente para cualquier no neoliberal. Pero es: un orden que nadie cuestiona seriamente, es decir, en la práctica y radicalmente, por más que muchos bufen. La gente vota, los votados gobiernan, las minas producen, los metales se venden, los beneficios se embolsan, los salarios se devengan: orden. No hay confiscaciones bancarias cada diez años. No hay megadevaluaciones. No hay superministros. No hay planes económicos con nombres de operación secreta de la CIA. Simplemente, el orden social se identifica con el orden natural , y todo sigue igual, con los beneficiados orondos, los perjudicados cejijuntos y los artistas de televisión sin saber qué nombres ponerles a sus hijos. Eva desea tener un amante de la izquierda chilena, en lo posible un indómito seguidor de Camila, para sentir en su carne blanca y rubia la pica del labriego que socava. ¿Era una pica? Y en el mismo acto poseerse en su superioridad social y racial, más concentrada y autoirónica debido al siempre a medias triunfante igualitarismo argentino. Ah, ser un ente de puro goce, sin mezcla de dolor ni reflexión, sin memoria, un pezón inflamado por la brisa de verano, al aire, a la vista de nadie,duro y jugoso...El nombre que Carla y Martín deberían ponerle a su hijo es Carilindo, que es un adjetivo peyorativo para los economistas serios que quieren ser galanes. Uki, en cambio, es un nombre para duros pescadores vascos y sería bueno para el hijo de Eva y el chileno.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Cara a cara


Pablo baja el último escalón de la escalera con el cuidado de siempre, por miedo a caerse, y escucha su nombre voceado desde alguna parte. Mira hacia arriba automáticamente, por si es un llamado de Dios, pero arriba solo están las vigas cruzadas del cielo raso y el llamado se repite y además la voz es femenina. Mira como un pavote el remolino de cuerpos que entra y sale del edificio y entonces ve una mano fina y blanca agitándose. Enfoca mejor y advierte a la chica de la entrada, ¿cuál era su nombre? Pamela. Sonríe si no con seguridad sí con simpatía y se acerca al mostrador, con su paso levemente chueco. Pamela sonríe con una alegría que Pablo se pregunta a qué se deberá, ¿se casa?, ¿está casada pero embarazada?, ¿la cambian de puesto? Pablo, le dice cuando la tiene a un metro y medio, qué suerte que te veo, cómo estás. Bien, dice él por un costado de la sonrisa. Pero no está bien. Su vista está cada vez peor, duerme un día sí y otro no, Leticia, ya quedó claro, lo quiere como amigo, la orga es un quilombo, no alcanza a definir su vocación, no sabe lo que quiere de la vida, lo que sí sabe que quiere le es negado, el 21 de diciembre se acaba el mundo. Así que la alegría de la chica es algo curioso y refrescante. Inclina la cabeza hacia ella, esperando captar más datos con las antenas. Ella parlotea y hace chistes que él festeja breve pero atinadamente, a juzgar por el flujo de palabras que no se corta y los ojos brillantes y la sonrisa cretina que no se le cae ni por un segundo. Al final se para y pone expresión expectante. El se da cuenta de que pregunta algo, perdón, ¿cómo dijiste? Entonces ella dice, pero ya no con la sonrisa, con los ojos muy abiertos como de susto: te dije si podías venir el sábado a mi fiesta de cumpleaños. La cabeza de él retrocede, como impactada por un objeto arrojadizo, no se la esperaba, y todavía no sabe qué merece tanta felicidad, ¿apenas un cumpleaños? Está a punto de preguntarle cuántos cumple, pero se refrena a tiempo. Balbucea que los sábados los tiene un poco complicados... Vienen Nati y Estefi, se atropella ella, y además mi novio te quiere conocer, tiene muchas cosas en común con vos, está muy interesado en política, se sabe los nombres de todos los presidentes desde Rivadavia, y además tiene un enfoque muy particular porque él es filósofo....Las antenas de Pablo vibran. Ese dato le interesa. Está pensando en cambiarse de carrera y Filosofía, o Historia, sería una opción. Qué interesante, dice, arrastrando la sílaba acentuada, me gustaría ir. Ella pega dos saltitos en el sitio y le pide el teléfono para pasarle la dirección. Ya la anoto, dice él sacando el celular, decime, Pamela. Estela, dice ella, y su sonrisa es definitivamente maníaca, me llamo Estela.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Preparativos para la invitación

Detrás del mostrador del Ministerio, con una remera nueva, Estela repasa en su cabeza los pasos planificados. La movida no deja de ser audaz, teniendo en cuenta que pocas veces han cruzado palabra y que él la puede tomar como un gesto extravagante o, lo que es peor, confianzudo, o puede, incluso si no es así, no sentir el menor interés. Para que no parezca tan extraño, Estela ya invitó a dos chicas insignificantes que tienen trato con Pablo; entre gorjeos aceptaron entusiasmadas, a tan pocas fiestas van. Estela, sin embargo, se siente identificada con ellas, sentimiento que se esfuerza en este momento en reprimir. Faltan diez minutos para que Pablo salga y si sale con Leticia da igual; la va a ignorar y se va a dirigir a él como si estuviera solo. ¿Pero eso no parecerá más loco aún? Las torturas reunidas de la timidez y la duda sobre la propia salud mental atenazan a Estela. ¿Por qué es tan difícil cumplir un deseo, dar el primer paso, poner la cara? ¿De dónde sale tanto miedo al rechazo? Está segura de que Leticia ni siquiera lo pensaría dos veces en su lugar. Con gracia inimitable y una sonrisa de protagonista, lo encararía y lo convencería, lo usaría y lo tiraría. Si es que ya no lo hizo. Haciendo memoria, hace ya una semana que no salen juntos. Este puesto de mierda, en el que una no se entera de nada. Seguro que Nati y Estefi lo saben, hay que sonsacarlas.Ojalá él, puro, haya retrocedido ante los movimientos ondulantes que se iban acercando de ella, con su vestido amplio y los senos erectos, ojalá haya balbuceado en su confusión que para nada, que él nunca pensó...Un gil llega, le dice algo, lo acredita sin prestar atención. El tipo se va con una mirada ceñuda, todos tienen apuro, todos tienen problemas acá. Nadie se fija en los problemas de una.¿Qué va a hacer con Lisandro? Está habituada a él, pero lo cierto es que hace tiempo que no lo quiere. Pero todo parece ir tan bien, bien no, tan normal.... La normalidad es la almohada ni dura ni blanda que sostiene el continente de los sueños. Sin ella, solo queda la dureza de la cruda realidad. Estela siente que la almohada toma vuelo, se escapa de entre sus brazos que aferran una parte de la funda, la ley de gravedad parece haberse invertido solo para la almohada y la fuerza que tira para arriba es indomeñable, pero ella también quiere volar, volar de verdad, junto con las mariposas y las palomas cuya caca decora todas las cornisas del centro, le gustaría cagar más alto que nadie, para...Otro gil, ¡cómo abundan! Cinco minutos para que salga Pablo. Le gusta su camisa verde que acentúa la invalidez de sus hombros. Ojalá la haya traído hoy. Hay demasiados subjuntivos en mi cabeza, piensa ahora con útil frialdad, vayamos a los hechos consumados del indicativo. ¿Bajará por la escalera o el ascnesor? ¿sSe fijará motu proprio en ella? ¿Tendrá que hacerle señas como un semáforo? Basta, piensa tratando de relajarse, por favor, pará, por favor, dejame en paz. Basta de palabras: un acto.

sábado, 8 de diciembre de 2012

La invitación

Una fantasía acariciada con dedos sin huesos toma un aroma embriagador cuando la comparte un cómplice.O cuando el cómplice cree que conoce la fantasía, cuando en realidad solo se le ha mostrado una parte algo salaz pero, comparada con el todo, asaz inocente, como un pecho insinuado en la tapa de un libro del Marqués de Sade. En medio o inmediatamente después de la cópula, Estela ha insinuado su interés por "un compañerito de trabajo" y Lisandro lo encontró bastante estimulante e indagó más. Ahora están en la mesa del longitudinal ambiente que sirve de sala de estar y dormitorio, comiendo unas tostadas con manteca y mermelada de durazno, enchastrándose los dedos con la dulce mezcla, sintiendo cómo se pegan al paladar los trozos de pan untado, tragando grandes bocados con largos sorbos de té y planificando la fiesta de cumpleaños de Lisandro. Lisandro tiene un problema con envejecer o, mejor dicho, con crecer, cosa que Estela manipula con picardía para convertirla en un frenesí de festejo que olvide el día siguiente, cuando el año suplementario cae con todo su peso sobre la cabeza de la víctima. Vas a ver, le dice, puede estar esa chica de la que siempre me hablás, Eda...Eva, corrige él, Krieger: un gran valor, una mujer muy inteligente. Siempre pensé que yo te parecía inteligente. Sos, silabea él, muy inteligente. Pero la de Eva es un inteligencia rara, como masculina. Otra vez con el cuento de lo masculino, suspira ella, y lo femenino, dos construcciones. La teoría de género nunca eliminará la filosofía infusa en el sexo, dictamina él, restregándose el labio inferior. Como no lo hizo el psicoanálisis. Cualquiera que tome conciencia del complejo juego de atracción y rechazo...Pero eso es de folletín, Lisa, protesta Estela. Y sí, John Irving dice que la vida es como un teleteatro, no como una novela del modernismo austero. Las sorpresas inmotivadas abundan, en la vida y en el sexo. Lisandro se pone de pie, se sacude las migas del pantalón y sale al patio, a mirar el rectángulo de cielo matinal que le toca. Va a llover, comenta desinteresado. No hay que sacar la basura, hay que ser buen vecino. ¿Entoncés me dejás que lo invite a Pablo?, dice ella con voz de nena y acto seguido se ríe guasamente, con él haciéndole eco o burla. Sí, dale, traé a ese virgen camporista, vamos a ver cómo se adapta entre tardonoventistas con cerebro. Para mí mucho cerebro y poco huevo. Son unos eunucos, tus amigos de Filo. ¿Quién tiene hijos? No, pero Abel y Cata abortaron, me lo dijo ella llorando, objeta él. Lágrimas de cocodrilo, ni se acercan a la complejidad católica del crimen. ¿Nosotros cuándo vamos a  parir, nene? Cuando los cielos de la patria estén despejados, termina él, y entra al bañito a mear.

jueves, 6 de diciembre de 2012

La condena a la política

Pablo se quiere matar. El amado militante de Estela, paralizado en un bar en medio de la ciudad colapsada, mira Telenoche y no lo puede creer. No nos la pueden hacer tan bien. Justo ahora que pensábamos que por fin habíamos llegado a algo, no la guerra ganada, pero sí la batalla, la batalla empresarial después de la batalla cultural con el objetivo de esquivar indefinidamente la batalla militar. Llama a su viejo que le dice que Perón ganó con todos los medios en contra y perdió con todos los medios a favor. Corta sin contestarle, deprimido. Ya llamó a varios compañeros y a su responsable, todos hundidos en el pasmo. Un viernes negro en los corazones peronistas. La súbita conciencia de que la cuesta es más larga y empinada de lo que parecía desde abajo. Hace un tiempo charlaba con su primo, politólogo halperiniano y prescindente, que decía más o menos esto: la sintonía fina es ilusa. No se pueden evitar las sucesivas polarizaciones que impiden un manejo racional ,separado de la coyuntura, del Estado. Los liberales jamás permitirán que se consolide pacíficamente una institucionalidad aparte de sus intereses y su ideología. Se está condenado a atravesar conflictos que retrasan lo que de veras necesita el país, superada la etapa de la capacidad ociosa y la desocupación masiva: el Plan de Desarrollo. No hay manera de salir de este impasse. Los liberales jamás cejarán mientras sea constitucional la propiedad privada. Ustedes tampoco pueden cejar porque de perder el control del Estado la venganza sería cruenta, ejemplar, aunque no a la manera dictatorial. Son dos luchadores trabados en una llave, forcejeando para tirar al piso al otro, moviéndose apenas unos milímetros de la posición empatada. Pablo recuerda con nostalgia la contradictoria excitación que lo embargó al imaginarse una eternidad de discursos de Cristina, marchas y furibundos editoriales en la prensa adicta. Ahora se da cuenta de que mucho de lo mismo es poco de lo otro, y la ley de la vida es derivar hacia lo otro. Decide de golpe que mañana no va a ir a trabajar. Se va  a quedar en casa prendido al Twitter y al cable. Necesita cargar la batería. Necesita acostumbrarse a la idea de una lucha en el barro, de heridas que duelen pero no matan, de escasos goles de un lado y del otro. Aunque mientras la lluvia azota los cristales del bar cree que ésa es una estimación optimista.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

La lectora subrepticia

Mientras Lisandro duerme, Estela lee en su PC el ensayo sobre Benesdra. Ella tomó el libro en sus manos por la enfática recomendación de él, que quería conocer, dijo, "el punto de vista femenino": llegó a la escena del batidor de crema al rojo y tuvo que dejar. Le dijo que el machismo de Benesdra era inocente, pero no por eso menos sucio, como un niño de tres que hace la mímica del acto sexual. Lisandro acudió al valor de la sinceridad; Estela retrucó que un criminal sincero no es menos criminal. La discusión, como todas entre ellos, finalmente encalló en un largo silencio que zanjó la música o la televisión. Ahora ella se comunica de nuevo con el entusiasmo de él y siente venir las lágrimas a sus ojos. ¿Qué los hace identificarse tanto con  esa intensidad dominante y destructiva? ¿Por qué ven en cada mujer una yegua que hay que domar? Por elementales razones estratégicas, una chica no puede informarle a su hombre cuál es exactamente su sentir sobre el modo en que desea ser tratada: espera que él lo descubra para saber que es el indicado. Cuando crece, se da cuenta que no debe esperar el ciento por ciento, debe negociar con la estolidez, la negligencia o la crueldad del varón hasta llegar a un cupo aceptable. Poco a poco, una luz se apaga en los ojos de las mujeres: la luz del romance perfecto. Solo la ven refractada en comedias de Hollywood, de las que son entusiastas consumidoras. Y así se acostumbran a conformarse con sustitutos ficticios, mientras la prosa de la vida sigue desgranándose como una pesada letanía que reza lo que hay que hacer, lo que hay que decir, lo que hay que pagar, lo que hay que sentir o no sentir...Piensa Estela ahora, una tristeza fría y lloviznada se adueña del ánimo de la mujer en esas ocasiones en que ve a una congénere más joven entusiasmada con otro de esos machitos que colaborarán en enseñarle la dureza de la verga. Por supuesto, el feminismo castrador es algo horrendo del que todos y todas tenemos que reírnos mucho, pero algunas de nosotras a veces sopesamos las razones de esa actitud, nos gustaría a veces ser pesadas tanquetas con el pelo corto dispuestas a a arrollar al primer hombrecito que se nos cruce...Volviendo a Benesdra, los elogios por la manera en que plasma "el imaginario del macho porteño" son cínicos y cobardes al mismo tiempo. No se animan a vibrar televisivamente de entusiasmo por la manera en que aborda el tema, pero se estremecen entre líneas de gozo porque por fin "uno de nosotros" ha dicho lo que todos sienten. Pero enojarse con Benesdra es como enojarse con la humedad porteña. Ningún emisor de ese tipo de discurso es ni se siente responsable por sus dichos y hechos. Nociones arcaicas que han ido penetrando los cerebros con cada pequeño acto y palabra de la vida cotidiana desde la niñez crean la verosimilitud de tales fantasías y proposiciones no tan alejadas de la realidad, de manera tal que parece hablar una voz impersonal que no admite ninguna primera persona, "ellos" son, dicen, piensan así, hay que tenerlo en cuenta y amoldarse. Estela ya no tiene la fuerza, pero algo así como el recuerdo de la energía reactiva provocada por miles de pequeñas humillaciones y desaires la impulsan a tener ganas de escribir la novela de Romina, la derechista, religiosa, pasiva-activa, negada a la sexualidad, negada a la dependencia en serio, contraejemplar criatura que Ricardo insiste en ver como arcilla en sus manos por derecho de nacimiento. Tal vez Estela escriba sus propios ensayos sobre literatura femenina en general, tanto contemporánea como pasada, y de esa manera responda al proyecto de Lisandro, que muy satisfecho de sí duerme a pata suelta.

martes, 4 de diciembre de 2012

Primer ensayo. Benesdra: el menguado poder de la novela

Una novela única: imposible encontrar, en la serie motivada que la hubiera seguido, un punto de comparación que la empequeñeciera o relativizara. Una novela única: el siglo XIX echando su larga sombra sobre los albores del XXI. Una novela única: nada más en su género merece ser leído de sus contemporáneos.Y sin embargo ningún editor quiso jugarse a publicarla con Benesdra vivo; lejos de haber alcanzado al público del que su interés y accesibilidad la hacía merecedora, se convirtió en una novela de culto para escritores, mucho menos cultos e interesantes que su autor en su mayoría. Podrían intentarse no uno, sino varios breves resúmenes de la trama : uno que hiciera hincapié en la relación con la adventista frígida de la que el narrador, Ricardo Zevi, está enamorado; otro que se concentrara en la trama sindical de una empresa de izquierda, Turba, que recuerda de súbito en los primeros noventas que también ella es capitalista; otro que hiciera foco en los zooms y panorámicas sobre una Buenos Aires caliente y encanallecida; otro que se dedicara a reseñar las ideas de Bruckner, el ficticio teórico derechista alemán que alimenta la vena ensayística de los monólogos de Ricardo...Y todo ese mundo de sexo, duda, soliloquios, prostíbulos de la calle Lavalle, bares de Libertador, Plaza Congreso, edificios de sindicatos, amaneceres desangrados, lecturas febriles, ambición, miedo, deseo y locura, todo eso a lo largo de 600 páginas ocupa la mente del lector como algo más importante que su vida. Esa es la impronta decimonónica de la novela. No hay ella patología -auténtica patología, la que en el narrador y el mundo descripto es radical y secreta- ni ironía, ni autoconciencia; el lenguaje se pone a prueba no frente al espejo, sino al mundo empírico; no hay influencia doctrinaria de ninguna de las vanguardias del siglo XX. Ahora recuerdo que ese realismo, todavía e incluso, fue anotado como un demérito por el gran amigo de Benesdra, Claudio Uriarte; el libro debía ser defendido ante el público de su esencia. ¿Por qué, entonces, todo este mundo traído al mundo no revitalizó la novela realista argentina, sino que quedó como un caso aislado? Porque su realismo a lo grande tiene un efecto tan extraño como las más intensas pesadillas experimentales. La televisión y el cine de las últimas décadas, en efecto, no se inspiran más en el tipo de relato propio de la novela y el teatro realistas. Su discurso es mucho más fragmentario, redundante y espectacular. Confía en el asombro de los efectos especiales y no en los mecanismos del relato para mantener el interés del consumidor. Y se apoya en períodos cortos aunque la película dure cuatro horas: nada en ese discurso acostumbra al desarrrollo matizado y unitario de la trama tal como se encuentra en Benesdra. Su arte, pensado para impactar al lector común, se vuelve una maniera más que es apreciada por los manieristas (todos) como tal. Destino compartido quizá hasta por novelistas más consagrados, como Pynchon: ¿quién puede alcanzar la envergadura de su frescos? Toda novela, que cuando vale la pena tiene una raicilla en el siglo XIX, lucha en malas condiciones por su vigencia ante la narrativa audiovisual que nos circunda. Por lo tanto, la narrativa del siglo XXI pierde un padre y se conforma con un padrastro: un vago deseo editorial y periodístico. La reedición de la obra de Benesdra, luego de tanto mito, tal vez llegue a más lectores; pero gran parte de su contenido ideacional ha quedado caduco, lo que retrasa la comprensión de su profunda verdad artística, lo que a su vez retrasa la emulación necesaria para que la novela sea fértil en términos de historia literaria y formación de escritores. No se ha hecho justicia a Salvador Benesdra.

domingo, 2 de diciembre de 2012

El traductor

"Me dije que tal vez era cierto después de todo que las ideologías están muertas; me regodeé mirando por la ventana del bar cómo el sol caliente de la primavera de Buenos Aires comenzaba a fundir todas las convicciones del invierno". Lisandro subraya a lápiz, después recuerda, permutando una palabra por otra aproximada, "el calor del horno de cremación", "nociones", "Sebastopol". Salvador Benesdra escribió dos libros, una novela y un texto de autoayuda, que no vio publicados: se suicidó, tenía una fuerte ciática, era depresivo y psicólogo. Era un hombre de izquierda y así le gusta considerarse a Lisandro en su interior aterciopelado y violáceo. Otra vez ocupado el pensamiento en la literatura del siglo XXI, se plantó frente a la biblioteca, recorrió moroso con un dedo los lomos y sacó éste, la novela, El traductor. Lo hojeó con el placer del reconocimiento y del recuerdo: su padre se lo había regalado en su cumpleaños número 18. Su padre, un hombre reflexivo y panzón que había procreado a edad ya madura, demostraba un entusiasmo inhabitual por ese libro. Es así, es todo así, repetía, y luego: no puedo creer que un genio así se haya matado. Ya Lisandro asociaba genio y patología, si es que el suicidio es patológico y no lógico, como a veces pensaba ahora, sobre todo cuando estaba con Estela y ella iniciaba un silencio incómodo que él nunca sabía cómo romper sin parecer idiota. Estela no tenía nada que ver con Romina, la enamorada cristiana y frígida, y sin embargo Lisandro veía una estructura general de la relación hombre mujer en la relación entre Ricardo y Romina: un toro que arremete y un paño rojo que tremola en el aire, sube y se hurta....La novela que había atrapado los 90s en un puño, la voluntad de realismo que avanza sedienta, el mundo presentándose en el mundo, todo eso lo supera en este momento, en este domingo cálido que ha pasado encerrado, y se promete escribir mañana lo que piense en el inexorable insomnio de esta noche, puntuado por alarmas de coches disparados por gatos y, si el Servicio acierta, por truenos que preceden la larga caída de agua de todas las semanas.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Por qué esta no es una novela realista

Sólo lo semeja. No es una novela realista porque no está interesada en cómo sus personajes ganan dinero. En cómo producen y reproducen vida. Desenraizados de la necesidad de conseguir los garbanzos día a día, flotan macedonianamente en una nube de Ideas: las mías. ¿Cómo consigo los garbanzos yo? A la manera de Malone: cada mañana y cada noche (creo , porque acá no hay manera de percibir su diferencia) una portezuela se abre en la parte baja de la puerta herméticamente cerrada que me separa del mundo del que ya no guardo casi ningún recuerdo y pasa una bandeja con agua , manzanas y huevos. Acá podría seguir el rito de la deglución, digestión, excreción, pero eso me apartaría de mi tema, que es exponer acabadamente por qué esta no es una novela realista. No ganan dinero: no trabajan. No transforman lo dado, ni autónoma ni alienadamente. La comida les cae desde los árboles,  la ropa se las regalan, están enganchados a la luz, roban el cable del vecino...La falta de realismo redunda en personajes lúmpenes y su hábitos culturales de clase media no afectan en nada esta condición. La vida lumpen conlleva transtornos psíquicos, desde la perversión a la esquizofrenia. Por lo cual el recorrido biográfico de los personajes se escribe como caso clínico. Y acá aparece el novelista antirrealista por antonomasia: el psiquiatra. ¿No hablan los psiquiatras como si no fuera necesario comer, vestirse y guarecerse de las tormentas? El pecho materno no alimenta, solo es sustrato de fantasías. También esta novela, maternal, lo es: sustrato y efecto de mis pobres y alocadas fantasías, con las que me distraigo de la penuria de la vida carcelaria....¿Debo confiar en una multiplicación viral? Difícil: los lectores son pocos y no comentan. Si me gustara trabajar, idearía maneras de que fueran más y comentaran. Pero acaso estoy penado por mi crónica vagancia, como en la época de Martín Fierro. No es una novela realista porque los lazos sociales entre los personajes, al estar desvinculados de su base material, carecen de patrón y se rigen solo por el capricho. Pero debo evitar a toda costa que se convierta en una mala novela psicológica. Debo encontrar un método. Un impulso ciego me dice que solo lo encontraré escribiendo, todos los días, mi cuota de sinrazón, hasta que del fondo la razón surja, esplendente y unitética como las representaciones de la Libertad. Es la 1:30. Mi destino de hoy se ha cumplido. ¿Qué me quedaría si perdiera la fe en el destino de mañana?

jueves, 29 de noviembre de 2012

Vacilaciones de un ensayista incipiente

Hace días que Lisandro le da vueltas a su idea de escribir ensayos sobre literatura argentina actual. En una librería pequeña de Corrientes, mirando tapas de novelas americanas de mil páginas, la idea es una lastimadura en el dedo gordo del pie, que no inspira compasión ni preocupación a nadie pero es una molestia constante. El entusiasmo de Lisandro sube y baja y si se guiara por él nunca habría hecho nada. Tampoco la ausencia de una preparación académica especializada lo arredra, porque está entrenado en el desprecio filosófico a los graduados de Letras. Lo hace vacilar cierta cualidad visible y a la vez invisible de su materia. Los autores argentinos jóvenes están en los suplementos culturales: se los ve. Pero pocos los leen: no se los ve. En los suplementos culturales se pronuncian encomios sobre la calidad e importancia de sus obras. El que las lee no sabe si creerlo o no. Los autores dan reportajes donde se definen sobre literatura y política. Las declaraciones son tan unilaterales que no pueden ser tomadas en serio, o tan ambiguas que es imposible posicionar al autor por ellas. Cuanto más piensa, más inasible le parece el objeto de estudio. Quizá todo sea una gran broma y él no se dé cuenta por haber pasado la edad de la frescura. Mientras pensaba en esto sintió a sus espaldas un cuerpo pasar y ahora mira: es, como previó, una mujer. Alta, morocha, de rasgos aindiados y cintura esbelta, sostiene un volumen en sus manos sin anillos. Haciendo un esfuerzo con el cuello y la vista, Lisandro llega a leer el título: Eterna desconfianza. Es un título poético y paranoico a la vez. La inmensidad de lo eterno redime el pequeño sentimiento de la desconfianza. ¿Será de autor argentino? Ahora suena "Carrera de bicicletas" de Queen, la mujer deja el libro y saca el teléfono de su bolsa, por el brillo pícaro del ojo que llega a ver Lisandro  sabe que llama un varón. Se saludan, dialogan. No, no te vi. A las seis en el bar, sí. No, acá, leyendo de arriba lo que dice este pelotudo. Sí, les garpan lo suficiente para que hagan propaganda también cuando hacen arte. Sí, después te digo. Chaucito. La mujer guarda el celular y vuelve a tomar el libro. Si lo compra, es una argumentadora dispuesta a analizar las tesis de sus contrincantes. Si no, la impresión que se lleva fue quizá buscada por el autor. Ese es otro problema: leer y no leer tienen ambos efectos literarios. ¿Y si hace un ensayo sobre la ausencia de lectura de los libros argentinos del siglo XXI? Daría un paso más allá del dicho "en la ignorancia me hago fuerte". Hablaría con fundamento de la falta de fundamento de la literatura actual. La literatura actual trataría con fundamento su falta de fundamento al hablar de ella. Entre estas tesis contradictorias la novela más azarosa y rica, la de las miradas lectoras que se cruzan o se ignoran, se desenvolvería a sus anchas en el espacio de una ciudad donde el número de lectores del arte literario está en descenso desde hace treinta años. En ese clima tibio e íntimo de las pequeñas cofradías que viven de su propia y aislada historia, tal vez su mente sobrecargada de exigencias pueda volar. Ojalá así sea.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Martes

¿Por qué es tan cachonda los martes? Con el pecho subiendo y bajando, tanteando la mesa de luz en busca de cigarrillos, Lisandro se siente tan lejos de la respuesta como cualquier miércoles. Ella, de costado, dormita, una semisonrisa en sus labios pálidos. ¿Qué pasa los martes? ¿Hay algo en particular en televisión? ¿Los chistes de los diarios son mejores? Es un día apenas más soportable que el lunes, un día en que uno empieza a recobrar las fuerzas y encorva los hombros para soportar el viento de cuatro jornadas que viene de frente. No hay registros en la sexología mundial que muestren algún rasgo propicio del martes. Pero inexorablemente cada martes a las ocho de la noche ella entra y lo tira contra la pared. Hace años de esto y Lisandro se rompe la cabeza en pos de una respuesta, pero no está mejor que cuando empezó. Aburrido de su sempiterna intriga, exhalando hacia el techo, cambia canales con el control remoto. 678. Está Abal Medina, mejor no. CN23: huelgas en Europa, machaque de manifestantes. C5N: lo mismo. De pronto siente un movimiento a su lado y la boca de ella pegada a su oreja, mira de costado, solo ve su flequillo que tapa a medias los ojos. Ella susurra, quiero más. Recién terminamos, amor, se defiende él, pero la mano de ella ya recorre su pecho debajo de la sábana hacia abajo y él automáticamente se pone erecto, rápida recuperación, ella le muerde el labio inferior y él vuelca y se pone encima de ella y se la pone, así, así, empiezan a moverse al mismo ritmo, de atrás la voz de la conductora de C5N comenta lo bien que comparativamente estamos en Argentina, las rodillas se alzan y los pies acarician la cintura de él, redobla los movimientos y ella gime dos veces, alto, y él redobla y ella se arquea y acaba, él no, nunca puede la segunda, se pone boca arriba y ella lo masturba, la rubia de C5N es concheta y espléndida, de su boquita de corazón escapan armoniosas palabras, el mejor de los mundos posibles, pero qué pasa exactamente los martes, el puñito de ella agita rápido, gateando por un médano y en la cima todo el mar para uno agachado como un mono, tres gotitas de leche asoman, mojan la manito, ella se lame, lo besa, ríe y se levanta de un salto para meterse en el baño. Mientras le llega el ruido de la ducha él fuma dos cigarrillos seguidos sin pensar en nada. Falta una hora para las doce y entonces la carroza volverá a su estado normal, ella se irá con alguna excusa y él podrá dormir tranquilo hasta la próxima semana. Podría ser el ciclo del sexo y también el ciclo de la muerte, pero no piensan en la muerte.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Otro retorno a la cordura

Los jacarandáes están en plena floración, su perfume no alcanza a suavizar el aire contaminado y caliente, pero su color alegra la vista, tan cansada de mirar para adentro. Estela camina en frágil equilibrio. Su pelo corto y castaño rata está sucio y se levanta en la coronilla. Sus jeans están manchados de sangre, su cara está pálida, parece una sobreviviente de una explosión en una calle de Bagdad. Los paseantes le dirigen rápidos vistazos desconfiados, la mirada hacia la anormalidad común en toda metrópolis del mundo, una mirada que sabe que no será devuelta con agresividad, porque los anormales, ya sean santos, drogadictos o alienados, viven en su propio paraíso. Estela cree que reconoce una manzana no muy lejos de su casa, pero no recuerda el nombre de la calle. Se planta delante de una vieja con una bolsa de Cacharel y le pregunta. La vieja le dice, Voy a llamar a la policía, y con una agilidad sorprendente la gambetea y se pone a trotar, echando desafiantes ojeadas por encima del hombre. Es realmente cómico y Estela se ríe. Por ese instante está sola en la calle, y su risa llama la atención de una nena que se asoma por el balcón. Dani, dice la madre desde atrás, no mires. Camina otra cuadra más y encuentra un letrero que le indica dónde está. El nombre da vueltas en su cabeza tratando de encender un mapa que le indique cuánto tiene que caminar y dónde tiene que doblar. Decide doblar a la izquierda porque le parece que por ahí puede ser, cree reconocer el maxiquiosko de la esquina, la cara larga y aburrida del quioskero. Cuando ya ha caminado tres cuadras y espera para cruzar, siente que una mano leve le toca el codo. Disculpame. No se da vuelta. Disculpame, dice la voz en un tono más alto. De mala gana, la encara: es la dueña del bar, una cuarentona de armas tomar, de hombros cuadrados y pecho prominente. La dueña del bar, más gentil de lo que cabría esperar, empieza interesándose por su estado de salud, a lo que Estela responde breve y claramente: se siente mejor. Después de comunicarle su contento por esta noticia, la dueña expresa su duda acerca de si es el mejor momento para hablar el tema que quiere hablar. Vagamente menciona estados en que uno no puede enfrentar ciertas pedestres verdades. Ella misma...Pero se interrumpe y, con un tono más firme, retoma el hilo: la otra vez por accidente se rompió un espejo que, le parece a ella, es un poco caro, y quisiera arreglar el tema con Estela, porque le parece que con ella se puede conversar. Un estallido de luz disipa el embotamiento de Estela, recuerda todo con nitidez y alegría y comprende que tiene que simular y exagerar y empieza a decirle, no, no hay ningún problema en que lo conversemos, lo que pasa es que tuve un mareo y me fui contra el espejo, últimamente me vienen, pero vos decime cuánto es y yo te pago. La dueña, muy sonriente y aliviada, le hace saber lo feliz que está de que todo haya sido tan fácil, ella siempre le cayó simpática, la considera una vecina de las más copadas, etc.. Le pregunta su dirección para darle la factura. No, no hace falta, cuando quieras pedime la plata, yo confío en vos, se apresura asustada Estela. Pero no, por favor, a ella le gusta que las cuentas queden claras, ¿es ese edificio de mitad de cuadra, al lado del lavadero, no? Derrotada, Estela suspira el piso y el departamento. Una sonrisa amplísima de dientes blancos y cuadrados intenta transmitirle fuerza y confianza. La dueña la besa y se despide. Bueno, piensa Estela, por lo menos estoy a media cuadra de casa.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Ersatz

Una lengua que no forja metáforas sexuales, es en sí misma sexo: reproductiva y venéreamente. Enfermos de la sífilis de la lengua se agachan con la pala y hienden la tierra del Jardín de las Delicias para desenterrar al Perro Infiel. Entonces un ciclo de días estará consumado y en el cielo nocturno una estrella brillará más intensa que las demás sólo por un segundo. El linaje de la rama hueca de la lengua ocupa parejamente el territorio de la nación. Esperan. En una casa colonial en una remota capital de provincia, en el aljibe, se halla escondido un libro que conserva el estado clásico del idioma, alcanzado solo por una década para decaer después debido a la mezcla con los simios. En él están escritas las palabras que, ante la vista de todos los creyentes, harán nacer al niño de oro, el que nunca ríe, y a su gemelo el niño de mierda, que no respira. Eva cree en frases como éstas, se las repite golosamente antes de dormir, la acunan y la sedan, la preparan para el baño de la noche. Sus sueños son multicolores, dinámicos, veloces, apenas le queda al despertar un recuerdo de movimiento y acción acelerados y ascendentes, hasta la paz final, en que meramente se flota. Esa noción abstracta de lo que sucede en su casta cama casa bien con la verdad esencial de su intelecto. Piensa que su vida hasta ahora ha sido solo un Ersatz, un sustituto sintético de la verdadera vida que le ha sido ocultada desde su nacimiento. Un odio pequeño y duro, inflexible como una orden judicial, hacia los causantes de ese despojo ocupa su pecho todo el tiempo, aun cuando está bromeando o teniendo sexo, siempre es consciente de él, es su identidad. Hojeando revistas de chismes en la peluquería, en Puerto Madero, cenando con un joven y prometedor profesional que sólo le gusta un poco, de pie en el centro del living, los brazos caídos, la cabeza gacha, los puños apretados, Eva odia y es odio hacia todo lo que no sea la auténtica Eva perdida a la que oye llamar un segundo antes de caer en el pozo de Alicia..

jueves, 22 de noviembre de 2012

Pareja paralela (IV)

Estela entra hecha mierda a su casa y va directo a la cama. Acostada sobre la espalda, respira por la boca como un besugo mientras jirones de cosas y palabras atraviesan su campo mental a un ritmo que por suerte va decreciendo, hasta que al fin, con los ojos cerrados, puede considerar que no piensa en nada. De afuera llegan bocinazos, gritos, silbidos: el crepúsculo de Buenos Aires reiterado, similar, hecho una pelota de pelos atragantada. ¿La televisión ofrece algo mejor? Nada: periodistas espamentosos haciendo ruido con la boca, películas románticas que no se cree nadie. ¿Adónde refugiarse entonces? Se pone de costado, se hace un ovillo y aprieta con fuerza los ojos: que el sueño venga y la salve. Pero siente un hormigueo de sangre en todo el cuerpo, el cuerpo le pide acción. Evalúa masturbarse. Si desde ya tiene el orgasmo solitario difícil, no se imagina buscándolo en ese estado. Se pone de pie, prende la luz, se acomoda básicamente frente al espejo y sale como un tiro a la calle. La recibe una vaharada de calor gasolero que resiste con valor antes de ponerse a caminar hacia la esquina del bar. El bar es pequeño y abunda en neón rosa, pero ella simplemente se mete en el baño sin mirar a nadie, se encierra en el closet, se baja los pantalones y la bombacha y empieza a tocarse. Al principio cuesta, pero a los pocos minutos ya arranca, imágenes múltiples y pasajeras de hombres imaginarios y reales la ayudan, el silencio del baño también, empieza a jadear...¡No! Se abre estrepitosamente la puerta para dar paso a dos boludas que, supone, se ponen a a arreglarse el maquillaje frente al espejo y chismorrean de una tal Luli, que se cogió a no se sabe quién, que salía con Clara pero antes había salido con Tina, que es un bombón, que ya lo van a  agarrar, que...Sale aullando del closet y las chicas pegan un salto espantado gritando a su vez y ella estrella el puño en el espejo, donde aparece una rajadura arácnida. Las chicas ululan mientras ella encara hacia la puerta de calle con la mano sangrando ante la abierta boca embobada de la camarera, ya en la calle empieza a correr, golpea con el hombro dos veces contra algo blando que grita, corre diez cuadras hasta el hospital, llega a la guardia, se sienta, jadea. Ahora se siente más calmada, cuando salga de ahí vendada y con la receta de la antitetánica va a comer un pancho y de ahí a dormir, este día de mierda se terminó.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Pareja paralela (III)

Desesperación, Europa ha muerto, estamos solos: este verso de Leroi Jones, leído hace siglos en una fotocopia, le da vueltas en la cabeza desde hace días. Es una verdad, o tiene el halo de una verdad. ¿Pero no es refutable cada uno de sus términos? Desesperación: enunciado por el poeta radical negro, este sentimiento lo portan, casi seguramente, los intelectuales y artistas o, en general, la gente esclarecida ideológicamente. Mirando alrededor, ¿se ven muchos sociólogos, historiadores, escritores, músicos, plásticos, en estado de desesperación? ¿No parece primar un sentimiento de plenitud en la nueva vuelta de tuerca que los fija al ser burgués? ¿No es conformidad el sentimiento y la actitud? Conformidad con que el peronismo presente nuevamente su rostro amigable. Conformidad con el modelo productivo. Conformidad con la puesta en práctica de algunos puntos del programa progresista enunciado desde los 80. No están dándose la cabeza contra la pared, no sienten que se ahogan, no manotean violáceos el aire. ¿Europa ha muerto? ¿Cuál Europa? ¿La grecoilustrada, la nacionalista, la romanobarroca, la modernista? Todas estas Europas están en el archivo cultural, con poca influencia sobre la vigente: la Europa del Capital. Esta Europa está por ahora en crisis; salga o no salga de ella, su único propósito es aumentar la prosperidad material. Vive con un signo euro al lado de cada ruina. Estamos solos: estamos acompañadísimos en la creciente de pueblos del tercer mundo que salen de la indigencia para entrar en la pobreza, o de la pobreza para entrar en la clase media universal. Acompañados por los vestigios de un crimen histórico, con sus sobrevivientes pertinaces y adustos. Acompañados por nuestros líderes, tan semejantes como distintos, dotados por una vez en la historia de astucia estratégica. Y sin embargo, Desesperación, Europa ha muerto, estamos solos, suena en la cabeza de Lisandro tan inexpugnable como un mandamiento bíblico. Muchas veces ha pensado continuar a partir de ese verso, contornear el globo llevado por la fuerza de esas palabras; pero no es poeta. Ahora, caminando por la primavera barrial, trata de conectar los nuevos containers para los residuos con una frase descriptiva y sugerente a la vez, pero es demasiado filósofo, el concepto se impone al significante. A propósito de nada, siente la obligación de llamar a Estela y saca el celular. Lo vuelve a guardar: en realidad no quiere oír la voz perennemente enfurruñada de Estela. Quiere seguir caminando hasta la cancha de Vélez. Quiere cantar a coro con su pueblo. No quiere repetirse: estamos, estoy solo. Desesperación...

martes, 20 de noviembre de 2012

Pareja paralela (II)

El aspecto sucio de las mesas blancas de plástico, las sillas rengas, el omnipresente cartel de Coca Cola, el paso arteroesclerótico del hijo del dueño que se acerca a levantar el pedido: todo incrementa la euforia de Lisandro. Porque esto es así, así es el barrio, estos son los vecinos, el pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y a mucha honra. Pueden tener ideas políticas horribles o un vacío total en la cabeza; eso no quita un ápice de su seguridad, su prestancia, su labio caído al enunciar cualquier frase cínica, sus importantes hábitos de consumo, su promiscuidad sexual, su optimismo punk: no hay futuro pero tampoco hay presente como el que corre. Pide tres de jamón y morrones y una Quilmes. El hijo se da vuelta, vocea el pedido a la caverna detrás del mostrador, gira de nuevo, mira a los albañiles como un pescador que pescó un brazo de bebé en vez de una trucha, busca complicidad en la mirada de LIsandro, Lisandro hace lo que puede pero no le sale, solo en su asombro antropológico el hijo vuelve adentro a leer en el mostrador el Olé. Estela se angustia, es la hora de almorzar y tiene hambre, siempre llama al interno de su jefe para que mande a un muchacho posadolescente y acneico a que la reemplace cuarenta minutos, pero hoy no se anima, se odia por no animarse, ¿no es ella una trabajadora en blanco, con derechos, incluso con derecho a la arrogancia? Pero una fuerza en su mente la fija en el entredicho, no puede salir de ahí, es como tocarse con la lengua una muela cariada, el dolor es placer, el placer de ceder a la obsesión, los de seguridad la miran extrañados, algo raro en la superficie del día, el día está empañado por el vaho poderoso del aliento del jefe, ella no puede escapar, va a perder su hora de almuerzo, una ruptura en la rutina por donde pueden meterse las aguas oscuras que ocultan monstruos, empieza a sentir unas enloquecedoras ganas de cagar, pero prefiere cagarse encima a moverse, si se mueve sabe que caerá muerta, se desmoronará como esos esqueletos de película en un desván ante el menor contacto del aire. Lisandro ataca su porción con ganas y buen humor. Los albañiles, que han estado comiendo sin hablar, ahora se reclinan lo máximo que les dejan sus asientos tan berretas y empiezan a charlar animadamente. No lo puedo creer ese atrevido, me viene a hacer un caño, quién lo conoce, nadie, recién llegó de Orán. Pero vos sos un rústico de aquelllos también, cualquiera te hace un caño. Vos vení a hacerme un caño en la canchita de mi barrio y vas a ver lo que te pasa. Bueno, el chabón no sabía, por ahí es distinto allá. Qué distinto, los códigos son los códigos en cualquier lado. Y encima se reía el enano. Que no, don, que no pasa nada, que no, que no. ¡Qué no!, le dije yo, y ahí lo surtí. Quedó patas arriba, largando sangre por la boca, y yo lo pateaba, un poco nomás, para que aprenda. Y en eso oigo un grito y miro y los míos también estaban gritando, veo venir, me cago de risa contándolo, a este monumento a la gorda, que gritaba qué le hiciste, reventado, qué le hiciste a mi Poyi. Poyí, mirá vos el apodo que tenía el salteñito. No es un apodo de hombre, dictaminó el relator. Y se me viene encima la gorda con, no miento, 160 kilos de peso, y claro, me tumbó. Pero era ágil la gorda, eh, dice con voz arrastrada un tercero, mirando de reojo al relator, si no pudiste anticiparte...El relator le devuelve la mirada muy serio. Una bala, sentencia, hay que verlo para creerlo. Preguntale si no a Tati, o a Nicolás, ellos estaban. No, si yo te creo, por qué vas a mentir. Igual pensaba que buena compañera para una agarrada la gorda, pesada y con esa velocidad. Me tiró y se puso a bailar un malambo encima mío, menos mal que el Coti le metió un revés, la gorda no paró, le metió otro y ahí sangrando por la boca igual que el marido se quedó quieta, mirando con esos ojos verdes, de diabla, pero sin parar de putear. Ya está, gorda, le decían, levantá al amigo y pirá. El amigo se había puesto de pie a todo esto, se secaba el chocolate con la remera de River y decía: gordi, ya está, vamos a casa. Entonces la gorda metió la mano entre la remera y el pantalón y sacó el fierro. Todos salieron rajando, menos yo, que me quedé quieto. A vos, dijo la gorda, ahora te voy a mostrar lo poco hombre que sos. Arrodillate. No me arrodillo un carajo, dije bastante firme, pero tenía la boca seca. Y también, compartió el segundo, solo con una gorda loca. Loquísima estaba. Tenía que estar para estar con ese muñequito de torta. Un carajo me arrodillo, le digo. Y la gorda se acerca y me da un planazo en la cara que me aflojó una muela. Te vas arrodillar y se la vas a chupar. A vos te chupo la almeja, puta, dije como pude. Fah, otro planazo en la oreja, era rápida la gorda. ¿Y el chabón? El chaboncito nada, miraba para otro lado, como ausente. La gorda levanta el caño justo hasta mi cara, a una distancia así. La próxima tiro. Tirá, la chuceé yo. Tirá, no me importa nada. Y entonces la gorda empieza a temblar. Toda la grasa de los brazos y la papada se mueve como un flan. Y ahí me avivo y de un manotazo le arranco el arma. ¡Para qué! Por el peso nomás me di cuenta. Le di con el caño en los dientes y le dije: la próxima que vengás de guapa, por lo menos cargala, estúpida. Y los dejé ir  Hiciste bien, no hay que abusar de la ventaja. La euforia de Lisandro aumenta. Es testigo de una historia real de la vida semilumpenproletaria. Se siente cargado de experiencia y sabiduría. Sobre cosas así debería escribir sus ensayos. Pero algo lo interrumpe: la voz seca del relator. Amigo, qué está mirando, le dice. Se sonroja como una quinceañera y le dice: nada, maestro, estaba distraído. Vamos, dice el tercero con desgana, antes de que empiece otra pelea.(Continuará.)

lunes, 19 de noviembre de 2012

Pareja paralela

Lisandro y Estela reciben el día sin haber dormido. Tienen reacciones disímiles frente a esa circunstancia: Lisandro siente como si estuviera levemente borracho, en el grado de euforia justa para ser el centro de atención de la fiesta; Estela, en cambio, suele vivir como una tragedia la falta de sueño, siente los ojos raspados con papel de lija, no puede concentrarse, le zumban los oídos...A las 11, después de haber despachado un suculento desayuno, Lisandro sintoniza el programa de la Vernaci, que lo divierte muchísimo desde hace años. Le gustaría participar en un programa así, donde a la falta de ideas la tapa como un vestido a medida la simple grosería, y donde ser políticamente incorrecto no tiene ninguna carga política. Estela entra a trabajar a las diez, se ha duchado, ha resbalado en la bañera y si no hubiera sido por lo que queda de sus rápidos reflejos se hubiera matado, se ha secado el pelo sintiéndolo más seco que nunca y ahora está en la esquina esperando el colectivo. Pasan dos sin parar y se resigna a llegar tarde. Tiene un jefe de ojos amarillos y acuosos que nunca parece en realidad verla. Confía en que no le haga problemas porque no suele hacérselos a nadie. Después de viajar cuarenta minutos apretada como una sardina, se baja, camina las dos cuadras que la separan del Ministerio, va a firmar en el primer piso en la oficina del jefe y se lo encuentra ceñudo y bufando. ¿Qué te pasó?, descerraja. Estela balbucea algo y el jefe respira profundo, parece meditar. Finalmente le larga: mucha gente cree que el empleo en el Estado es un chiste. Yo nunca me río. Por esta vez pasa, la próxima te meto un apercibimiento. Y su mirada ciega la recorre de la cabeza a los pies, haciéndola estremecer. Humillada, se ubica en su puesto. A las 13 ha terminado el programa de radio, que estuvo graciosísimo, de hecho Lisandro tuvo un ataque de tos en medio de las carcajadas y casi pasa al otro lado. Decide salir a caminar, a pensar y a ver si come algo, aunque en el barrio difícil. El mediodía está nublado y corre una brisa fresca, a la sombra de los árboles se está bien, como en el campo, algunos chicos se apuran para volver a su casas, una vieja con bastón negro avanza amenazante por el medio de la vereda. Lisandro juega a correrse en el último momento. La vieja lo mira con odio de frente. ¡Alza el bastón! Lisandro, sin poder creerlo, se pone fuera del alcance del tercer pie, mientras la vieja lo putea en arameo y él se ríe como Vernaci. Las endorfinas no han dejado lugar en su cerebro para que se sienta como un tarado, así que camina bamboleando los hombros y silba. El tiempo no pasa más en el puesto de Estela y encima los dos de vigilancia no se acercan a conversar. El encontronazo con el jefe la ha afectado más de la cuenta. Piensa qué hizo para merecer esa reconvención inusual. Su cavilación roza la respuesta más fácil: el jefe vino mal cogido y se descargó con ella. Pero por sistema siempre trata de ver cuál es su responsabilidad antes de juzgarse inocente: es una chica ética, siempre piensa en contra de sí misma. ¿Qué hizo mal la semana anterior? Tal vez no lo saludó con el suficiente entusiasmo cuando pasó a su lado acompañando a un jefe de departamento...Y hace dos semanas él se acercó, muy amable, a saludarla y después de unas frases banales demostró verdadero interés en interiorizarse sobre el estado de ella, obteniendo la respuesta usual: una negativa catatónica a contar nada. Esos rasgos de carácter que no puede dominar la mortifican. ¿Será por eso o será por otra cosa? Y por encima de todo, ¿no se está ahogando en un vaso de agua? Lisandro, mientras tanto, ha encontrado una pizzería. Sólo tres albañiles ocupan una mesa de la vereda. Se sienta junto a ellos. Paladea el rato que lo espera. (Continuará.)

domingo, 18 de noviembre de 2012

Debate metatextual

Todos crecimos detestando esas novelas metatextuales en las que el autor "inscribía en el texto el proceso de producción". Pero ya pasó la época de la crudeza realista sucia, yo no soy Patrick Bateman poniéndole electrodos en las bolas al lector, todos sabemos que la gran novela americana fue Moby Dick y todo lo posterior fue industria. Sólo intervengo cuando me veo obligado a hablar a los fines de una mayor claridad. Y Genoveva, mi interlocutora exigente, cuestiona el diagnóstico de perversión para Eva. Para mí solo es una concheta más, dice. Si fuera una concheta más, le retruco, ¿qué haría con Lisandro y Estela? Lo que pasa es que vos tenés una idea tabicada de las clases. En Buenos Aires en una época todo fue mucho más fluido y algo de eso queda. Todavía un lumpen puede seducir a una burguesa en una fiesta de estudiantes. ¿Es así realmente?, insisto. ¿No hay una inercia clasista que separa incluso a los individuos de distinta clase que se atraen sexualmente? El amor sobre toda diferencia social: ese no es un enunciado romántico, es realista, se afianza Genoveva. La química sexual no sabe nada de conveniencias sociales. Se da cuando se da, y punto. Un poeta habló de las chicas pudientes que se hacen empomar por colectiveros. ¿Eso no será una leyenda urbana?, dudo. Las leyendas urbanas por lo menos hablan de fantasías existentes, si no de realidades. Yo veo, más allá del racismo y el clasismo que imperan en Capital, una corriente de deseo que no cesa, la curiosidad por otra piel, otro olor, siempre es más verde el jardín del vecino. Bueno: ponele que no es perversa, me rindo. ¿Cómo definirla? Dejala indefinida que camine, en el movimiento se ve cómo es la gente, remata, sabia, con una seca sonrisa. Pero yo me la imaginé perversa, refunfuño. Pero no sabés lo que es la perversión, porque vos mismo no sos perverso, y un novelista puede hacer poco con la observación de otros y todo con la de su propio interior. Una concepción lírica del relato, resisto con la última bala. ¿Y quién odia a los poetas?, dice, triunfante. E inclino el rey: Sólo los novelistas convencionales.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Prolegómenos de un plan para la corrupción de una virgen

La mujer se llama Eva Krieger y ahora va en taxi con el sol lamiéndole el lado izquierdo de la cara por la avenida Mosconi retocándose los labios con ayuda del espejo. A todos les gusta la luz del sol. Va hasta Belgrano, a ver a una amiga y a reírse otra vez de Lisandro. Pensándolo bien, es notable cómo pasa de la calentura al cinismo, como si se tratara de abrir y cerrar una canilla. Algún día lo va a comentar con su psicólogo, que más boludo no puede ser, pero por lo menos la entretiene con su negativa a aceptar que es una perversa. Desde adolescente Eva se acostumbró a verse así, sabe que tiene que disimular y que nunca tendrá un contacto real con nadie, pero peor es nacer en Biafra. El novio de la amiga que va a ver le dice en broma Eva Braun. Es un judío economista, progre, que ahora está teniendo una buena época en la prensa, perdón por la redundancia, progre. Pero no hace su agosto como lo hace Melkonián. Eva se la pasa calculando cómo van a caer este y aquel en el próximo período presidencial. Por experiencia, sabe que las banderas serán arriadas y que nadie las recordará mientras no sea conveniente. Confía en la experiencia de un país pendular, donde la autocrítica stalinista es un asco y cualquiera se reinventa a su gusto, con el beneplácito del medio. Sabe que en un país de zurdos multimillonarios y derechosos fieles y seguidores, la falta de un movimiento obrero autónomo y combativo garantiza la continuidad del status quo, con momentos de mayor indulgencia hacia la masa de asalariados. Esa es su manera de disfrutar de ser argentina.
La amiga, cosa rara, no respondió al timbre ni a los mensajes de texto, por lo cual está en un Plaza del Carmen, pasando el tiempo con su notebook. Chequea que todo sigue igual en la prensa y abre la carpeta que últimamente más la atrae, la llamada ELLA. Revisa las fotos de Estela: de perfil en la ventana de un bar, esperando el colectivo en la esquina de la casa de Lisandro, prendiendo un cigarrillo en la puerta de un cine. Todas las fotos fueron sacadas a una distancia media, pero Eva está segura de que Estela sabe que la está fotografiando y la excita la demora del pedido de explicaciones. Por ahora ella es una amiga más de Lisandro y Estela parece conforme con eso. Pero Eva todavía no sabe qué hacer con ella. Cree que la atrajo porque no puede distinguir si emite una confirmación o una negación con respecto a su descubrimiento filosófico de la temprana edad: no hay razón para ser feliz ni buena. Ahora apuesta por la confirmación, cierto sesgo derrotado que adopta el ángulo de la cabeza con el cuello en las últimas fotos así lo indicaría, pero debe intimar más, el problema es cómo. No hay temas en común con Estela, que la mira con cierta indiferencia apenas tolerante. Lo último que se le ocurrió es hacer una fiesta y en algún momento -pero cómo- quedar a solas con ella, lentamente abrirse...Sin embargo sabe que son sólo fantasías. No se le ocurre una medida práctica que las acerque. ¡Y quedarían tan bien juntas! El largo pelo rubio de Eva junto a su corta melena castaño oscura, sus dos cuerpos longilíneos y chatos, como le gustan a él, los ojos negros aindiados de ella perdiéndose en los iris verdosos y burlones de Eva, que nunca parpadea y siempre tiene en la mente una imagen propia sacada de películas americanas de la serie negra donde ella es Bárbara Stanwick, tan erótica como manipuladora, tan deseable como fatal, blindada atrás de un vidrio, la garganta blanca palpitando de risa, joven animal peligroso...El lesbianismo imaginario de sus últimos tiempos es un juguete al que aún no le ha sacado el jugo. El otro día , en Barrancas, tomando sol y estrenando un nuevo par de anteojos, pensó que una escort podría ayudarla a experimentar en ese terreno. Justamente la amiga que iba a ver hace poco  le contó que el judío y ella habían probado con una negra brasilera y que ella se había sentido "estimulada, pero insatisfecha". Es el hombre el que molesta, pensó acodada en el pasto, mirando a las madres jóvenes y a los tríos de amigas desplegar su belleza al aire libre, y se sintió, igual que ahora, poderosa e independiente, sin necesidad de nadie, disfrutando los pasos previos a la formulación de un plan.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Las distancias de la noche

De una negrura perfecta, de una nada que no deja nada que desear, lo saca a Lisandro el timbre del teléfono de línea, porque celular no tiene. Palpa con torpeza sobre la mesa de luz hasta alcanzarlo, pulsa el botón y se lo lleva al oído sin decir nada. ¿Hola?, una voz de mujer ansiosa. ¿Sos vos? Sí, sí, masculla él. Hijo de puta, dice la voz ahora más baja y rencorosa. Ni siquiera en la nena pensás. Mostrándote así por la calle con esa, esa, esa puta de mierda, recontragarchada por todo el barrio, toda acabada. Y yo y tu nena acá, esperando que nos lleves al zoológico, hijo de puta, maricón, porque vos no sos un hombre, no tenés nada entre las piernas, maní, chizito. ¿Y ahora no decís nada? Pero bien que hablás cuando te encaro, se te ocurren un montón de explicaciones, millones de promesas, prometés el oro y el moro, y yo estúpida que siempre te creo, pero esta vez no, no va  ser igual, eso te lo juro...
Y mientras la voz seguía desgranando su discurso, Lisandro pensó en toda la gente sola, despierta o dormida, que daría un medio aguinaldo por escuchar una voz conocida en esos momentos en que uno se siente menos que una hoja agitada por el viento cósmico, un ser apenas viviente, mustio de falta de amor, enfrentándose sin armas al frío letal que paraliza el pensamiento y la voluntad, fijándolos en un pulso de muerte que no se acelera ni se ralenta, igual a sí mismo desde el origen de la especie, obsesión de los primeros cazadores en las noches invernales, Lisandro pensó en la distancia entre esa mujer y él, ahora salvada, pero destinada a bostezar a sus anchas cuando se cortara la comunicación y él no supiera siquiera su nombre, pero permaneciera despierto con las vista clavada en el techo homogéneamente negro, sin atender a la semiclaridad lechosa que tendía sus dedos desde el farol de la calle por la persiana hasta unos centímetros dentro del dormitorio, pensando en cuánto separa a Bangkok de Ceuta, a Orión de Andrómeda, en todo ese espacio que ningún grito, por más auténticamente lleno de gozo o desesperación que fuera, podrá cruzar nunca en las edades por venir, en el destino doméstico del aire exhalado para pronunciar unas pocas palabras de rigor, en un entierro en la Chacarita, los pies arrastrándose por el suelo y el pecho un poco oprimido, como si un angelote de terracota estuviera sentado sobre él, esperando su momento, las alegorías escupen al cielo, ahora la mujer lloraba y rogaba, no se entendía nada, él esperó una pausa y dijo con voz clara: Ánimo. Equivocado. Y pulsó el off. Qué pasa, preguntó somnolienta la mujer a su lado. Nada, dijo él, dormí, y cruzó las manos bajo la nuca y se puso a esperar la mañana.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Extravíos de la percepción

Estela ya está en su casa, ya ha comido, se halla frente al espejo del dormitorio que la refleja de cuerpo entero, desnuda, y hace un rato ha creído ver en el azogue una marmota. No una marmota escurriéndose entre sus piernas, desapareciendo debajo de la cama, o aunque más no sea volando sobre su cabeza, roedor sea harrier. Vio a una marmota en lugar de la imagen personal a la que está habituada. Shockeada, ahora trata de reconstruir el camino que la llevó a esa alucinación o, para no ser tan crudos, error de percepción. Había preparado los fideos y los había comido sin nada en especial en mente, simplemente escuchando temas de Placebo por el parlante de la compu, y pensó que tenía que comprar un parlante nuevo, el que tenía no se escuchaba bien. Después...¿Qué había hecho después? ¿Ir al baño a hacer pis, o lavar los cacharros? Ahora se da cuenta de que hubo un lapso de pocos minutos en blanco donde pudo haberse colado la marmota. ¿Por qué estaba tan distraída últimamente? También en el colectivo, recapitulando perezosamente la jornada, había olvidado a qué hora se había levantado de la cama, que todavía, entre paréntesis, está sin hacer, como testimonio de su progresiva dejadez. A veces sentía que una fuerza silenciosa y micro la arrastraba lejos del presente, hacia una zona gris, una tierra baldía donde seres encorvados dormían en tiendas hechas con ramas y bolsas de arpillera. Recordaba con nostalgia el 2002, la salida de la adolescencia, la turbamulta, piquete y cacerola. En ese momento se sentía actual y liviana, sin noción del tiempo, convencida de la democracia directa y de la falta de salidas de la crisis, todo al mismo tiempo, lo cual era muy excitante. Había garchado de parada contra el árbol de un parque que solía ser recorrido a esa hora de la noche por minúsculos pero peligrosos forajidos, y no tuvo ni un poco de miedo, si bien no había acabado. El nombre del chico era Roger, después de eso simularon no conocerse.Ahora, frente al espejo, se sostiene las tetas con las palmas de las manos, saca los labios afuera y murmura una procacidad, pero es todo falso: no sabe qué hizo en ese lapso y vio su imagen reemplazada por la de una marmota. Tiene que llamar a Lisandro. Desearía llamar a Pablo, pero Lisandro está más a mano.

martes, 13 de noviembre de 2012

Caminata

Estela apura el paso, le gana a la camioneta por un pelo, el conductor toca la bocina y le grita y ella ríe y bajo el sol espléndido de un domingo de primavera en Palermo pega un saltito y sube a la vereda. Correr riesgos mortales en la calle es una costumbre que tiene desde chica. Era el miedo de su madre, recuerda ahora, algo melancólica mientras muerde un pellejo en su pulgar, lo que la empujaba a tirarse del tobogán más alto y pelearse con los varones y contestarle a la señorita directora. Fue una niña turbulenta y sarcástica, siempre mirando con cierto sonriente salvajismo por debajo de las cejas espesas, en las fiestas familiares parada en el marco de una puerta con las piernas listas para saltar, para saltar por la ventana de un décimo piso, volar, escuchar como provenientes de otro mundo los gritos horrorizados que llegan desde atrás, entregarse finalmente a la succión que no cejó un segundo en toda la vida. Pero ahora sabe que esos pensamientos son malsanos, y sabe que no debe demorarse en ellos, y sabe que en cualquier caso todavía tiene el teléfono de la psicóloga que le recomendó su prima. Además es domingo, la juventud y los extranjeros desbordan las veredas de Plaza Cortázar, está bueno para sentarse en la vereda y tomar un café o mejor una cerveza, pero no con el estómago vacío, salvo por ese pellejo que viene masticando hace dos cuadras. ¿Podría uno devorarse a sí mismo de esa manera poco a poco? Desaparecer de modo tan elegante en la nada...Un tostado de crudo y queso. Chorreando el queso por los bordes. El gusto salado del jamón despertando las ansias de tomar y tomar, hasta hincharse como un globo y subir por el aire...También estos son pensamientos malsanos. Epa, qué lindo rubio, con ese gancho en el labio, qué mirada negra y peligrosa, seguramente un dealer que simula vender remeras diseñadas por él mismo. La plaza se inflama paulatinamente de colores hacia el crepúsculo, las palabras en inglés y portugués caen redondas al piso, nadie le responde a nadie. De repente se siente seria y vacía; no va a llenarse el estómago con porquerías, va a volver a casa a preparar unos fideos a la bolognesa, tiene la pasta, el tomate, la cebolla, el ajo, la carne picada, tiene todo en su casa, comer dos o tres platos y después si cabe vomitar. Dormir en paz.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Proyectos acariciados, planes de largo plazo

La madurez puede demorarse, pero siempre llega. No se pueda parasitar a los organismos internacionales, fundaciones, centros de estudio, ONGs, por siempre. Hay que hacer algo creativo, algo que deje una huella en la historia. Lisandro, rascándose la ingle, fantasea con un libro de ensayos. ¿Será benjaminiano o adorniano? ¿Agambeniano o deleuziano? ¿Profundizará el pozo de la nación o intentará echar luz en nuestra condición globalizada? Lisandro quiere hablar de libros argentinos, de ficción, poesía y ensayo, del siglo XXI. Le parece que el siglo XXI tiene cierta ansiedad por develarse. Él colige que solo será develado cuando China tome definitivamente las riendas, pero mientras tanto hay que apostar, eso es lo entretenido. Un siglo de muchos escritores y pocos lectores, pero esto es una chicana: todo lo que no pase por las multinacionales de la edición está condenado a ser minoría. Tal vez lo que haya que enfocar es ese deseo de, a pesar de saber esta sencilla verdad, trascender al gran público, incidir en el espíritu de época, ser entrevistado en televisión. Pero mejor, la sociología del arte que venga después. Deslicémonos por las timideces y audacias de tantos contemporáneos y compatriotas. Seamos lo más sincrónicos posibles. Juzguemos a cada autor por su mejor momento. No seamos sobradores al pedo. Porque si alguna vez hubo una oportunidad de hacer literatura al margen de la burguesía, grande o pequeña, fue ahora. La burguesía perdió en el 2001 su hegemonía, y antes de que una nueva alianza de clases venga a reemplazarla y a establecer su pax, hay un momento convulso en que posiciones corporales inéditas son posibles: de ahí a la lengua hay un paso. Y entonces no hay más que escuchar y leer y la literatura se hace sola. Posiblemente empiece a tomar notas en estos días, a hojear libros, a pensar. Son horas promisorias.

domingo, 11 de noviembre de 2012

El tiempo es un amigo fiel

Que conserva el pasado y opina que el futuro no será distinto. En realidad, no hay anécdotas, no hay nada que contar. Las cosas se niegan a cuajar en estructuras con principio, medio y fin. El meollo se oculta, aprendemos a esconder gracias a nuestra intuición de que la verdad es escandalosa y bastante desagradable. Así la cubrimos de tierra o paños y nos refocilamos imaginándola, ahí, igual que la última vez, sólo que la imaginación nos la presenta siempre con algún detalle nuevo.Llega un punto en que, percibir, lo que se dice percibir, no percibimos nada: existe nada más que lo proyectado en la pantalla mental. Comulgando en ese acto se encuentran y se separan creyentes, místicos, filósofos y artistas. El asco de las superficies extensas, exánimes, reventadas. Un chico encuentra un pozo en el campo y tira ahí a su hermanito, un bebé. La conciencia de que arriba están las estrellas y nada se puede hacer con eso. Infantes y adultos embobados ante una diadema de luces. Nada cuaja en anécdota: esa es la sabiduría del amigo. Ni trágica, ni épica, ni lírica. Al principio parecía que todos los días eran iguales -despertar, lavarse, tomar el tren, trabajar, comer, dormir- pero pronto se dieron cuenta de que cada día era único, que de hecho morían y renacían cada anochecer y cada mañana. Eso pasó cuando la memoria se volvió demasiado complicada y estuvieron listos para abandonar. Poder nacer dos veces es el lujo de los dioses: ellos nacían a cada rato, los virus, se los sentía vibrar en una gota de saliva burbujeando entre los labios. Se consideraba a sí mismo un mero envase y se concentraba únicamente en llevar y depositar su contenido de la manera más fácil posible. Prefería estar sentado a parado, acostado y no sentado, quieto en vez de moverse, silencioso en vez de parlante, tirarse pedos imperceptibles salvo para su olfato. El amigo fiel adora las existencias cerradas, las casonas frescas, los patios en que la noche se vuelca como en una copa. Le gusta el vino de la madrugada, las conversaciones de palabras ininteligibles o inaudibles, ese estrépito, la humanidad como jadeo, rugido, bostezo, borborigmo. Es alto, flaco y conservador en la vestimenta, pero le gusta pasear por Palermo, ver la floración de tela y las formas abstractas que no cargan ninguna culpa, que nunca han dicho nada. Sabe que la eternidad está enamorada de él, pero ese amor depende de no consumarlo, una vez consumado sería comido y esto, apretado en un átomo de densidad imposible, ya no sería imaginable, no podríamos demorarnos en el insomnio en el prolijo conteo de todo lo que se escapa de nuestros ojos, de todo el día vivido e ignorado o apenas intuido. Este es el insomnio perfecto, un gimnasta que se inclina hacia atrás tocando el suelo con la punta de los dedos, arco que se acaricia con la mirada de un punto a otro y vuelta a empezar, fuerza que empuja y suelta, ya viene Hypnos con su melena de agua, ya nos ahogamos.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Madrugada del 9

Una cabalgata lenta, al punto que casi no se avanza, pero se siente al enorme animal viviente en los ijares, y nada se ve, tal es la polvareda, pero sí se escuchan, a distancias variables, gritos, interjecciones, puteadas, una sensación de gran bestia moviéndose. ¿Y qué hay arriba, el sol o la luna? ¿Amanece o atardece? La calidad de la luz no permite una precisa ubicación en el día. Contaminado, enfermo, el aire es pesado y aprieta los pulmones. Es casi como agua, un agua barrosa que arrastra pequeños seres vivos en la viscosidad de lo postrero, porque siempre se atraviesa el campo un día después de la inundación, por eso los libros se subieron todos al estante más alto, Sarmiento amenaza desde una loma, la cinta asfáltica corre entre lomas, hace un frío polar, los dientes castañeteantes casi amputan el pulgar en la boca, qué pasa con ese feto en la charca moteada de briznas verdes, de quién es, quién lo tiró, castigo a los culpables, y entonces en la marcha que choca contra la pared de cruces el esplendor de la vociferación: ¡saquen sus rosarios! Y de vuelta en el páramo helado una fila de camiones ronronea densamente, en cada acoplado una efigie de Hugo, marchan hacia la capital, marchan, marchan como los caballos que ahora acelerados en la barahúnda pisotean los parques tan bien cuidados, las lápidas, los muros conmemorativos se caen a pedazos, un jinete al despertar tiene gusto a ladrillo en la boca.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Los propietarios y los desposeídos

Lisandro piensa en ellos. Él no va a ningún lado, ni a favor ni en contra, pero es simpatizante y mira, sobre todo televisión, y escucha. Están por todas partes. Pero el verbo está mal: no es que estén en el mundo, es que son el mundo: los que tienen algo y quieren protegerlo o acrecentarlo. Parece fácil, desde una sensibilidad media progre, denostarlos y ponerse a favor de un Estado que distribuye para los otros, para el negativo, los desposeídos. Pero hay un costado débil en esa posición: la toman los propietarios sensibles que no se sienten amenazados, no en primer lugar los desposeídos, que siguen reclamándole al mismo Estado que los tiene como su base mejores niveles de ingreso. El hombre es un propietario natural y la pobreza no estimula virtudes morales. Ahora, mientras ve una toma aérea de la 9 de julio, le vienen a la mente dos anécdotas. La primera se remonta al conflicto de la 125. Una militante kirchnerista, en las cercanías de una importante estación de tren, intenta que una morocha fornida tome su volante. La morocha se niega y afirma orgullosa que está con el campo. ¿Por qué? Porque a ella tampoco le gusta que le metan la mano en el bolsillo. Y desprecia la pregunta alelada de la militante: Pero, señora, ¿usted qué tiene en el bolsillo? La pregunta parece de sentido común, pero es irrespetuosa y necia. No se trata de la posesión concreta, sino del tener, del tener como estructurador de una identidad y un lugar en el mundo. El capitalismo ya ganó: se es porque se tiene, y el no tener agudiza los síntomas de esa victoria ideológica del Capital. Cierto poeta oficialista, muy lúcido, lo expresó así: "Si te escandaliza lo que escuchás en Callao y Santa Fe, andá a Cobo y Curapaligüe y después contame". Esta línea de razonamiento, razona Lisandro, escuchando a Sanz, abonaría el proyecto Scioli-Macri-Massa: un peronismo gerencial que encontrara una fórmula macroeconómica que contentara por igual a poseedores y desposeídos. Sabemos que eso tiene patas cortas, el pato de la boda en esos casos es el mismo Estado y cuando ya no puede sostener la fiesta los desposeídos y los medianos propietarios se hunden bastante más para que los grandes propietarios sigan ocupando su lugar. Pero dentro del mundo sensible, para abreviar, de la derecha peronista gerencial, hay otra línea que expresa otro modo del tener, y a esto viene la segunda anécdota. Está en contacto con un vecino de la zona oeste de familia policial, de clase media , propietario de un chalet y un coche no muy viejo, que vive crispadamente su condición fronteriza con el mundo de los pobres. Es más, está obsesionado con eso, no deja de hablar de la pereza, fealdad, suciedad, falta de educación e infrahumanidad de los pobres. Dice, con una sonrisa, como si lo dijera en chiste: son piojos, hay que aplastarlos a todos. ¿Qué es más barato para un gobierno peronista de derecha: pergeñar un plan económico milagroso o simplemente utilizar las nutridas fuerzas de seguridad en la represión de la protesta de los pobres que no acepten morir de hambre? Lo cual, según la regla que reza que el que reprime pierde -De la Rúa, Duhalde- haría que el corazón sensible de muchos poseedores se volcara en contra de semejante extremo. ¿Entonces? ¿Se ha llegado a una impasse sociopolítica, donde nadie tiene el derecho a gobernar con legitimidad? Cristina, piensa Lisandro, una vez enamoró; tiene que volver a enamorar. Después del 2001, el tembladeral argentino requiere de esfuerzos de inventiva política siempre renovados para dejarse conducir. No se puede ceder, pero hay que escuchar y pensar. Por frases como ésa se cree un Churchill.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Fantasías de una señorita informal

¡La dulce aspereza, la áspera dulzura del empleo público! Diferenciar siempre entre "empleo público" y "cargo público". Este último conlleva responsabilidad y rosca, sus detentadores se cuentan en los estratos superiores del Estado y están en carrera. El empleo, en cambio, es para los militantes rasos, los amigos de amigos y parientes y también, por qué no, para gente con profesión u oficio acorde a la función. Estela, cristinista escéptica, ve pasar las tardes desde un mostrador en la entrada de una repartición cualquiera, llamémosla Ministerio de las Buenas Ondas. Con la habilidad de un mono toma identificaciones y entrega credenciales numeradas y viceversa. Hay momentos en que no pasa nada, nadie entra, y entonces, en su cubículo, su mente vuela. Vuela a ras del suelo: piensa en un empleado que labora exactamente en el piso superior. Se llama Pablo. Es rubio. Es un militante ferviente. Estela, ya lo adelantamos, precisa pasión en este momento de su vida. Detrás de los bucles dorados, de la mirada frontal e inocente, ¿está el Gran Reproductor o su versión light, el Amante Irrepetible? Ultimamente se ha vuelto todo muy mecánico, como en anteriores relaciones. En realidad, no sabe qué la lleva a los intelectuales que hacen del desapego irónico su mascarón de proa. Ella es una especialista en descascarar esa máscara y en llegar al foso de víboras de convencionalismo pequeñoburgués que oculta. El caso de Lisandro es un poco diferente: no hay nada que encontrar tras la careta. Pero la novedad, si ya no se ha agotado, sí empieza a hacerlo, empiezan a picar los ojos detrás de desconocidos y alternativas y cuando recién ingresó Pablo la miró y a partir de entonces es tema predilecto de sus pensamientos.
¿Se acuesta con su jefa? Mil veces los ha visto salir juntos, riendo y charlando. Esa cuarentona teñida de rojo fuego -si bien, cabe reconocer, algo más espigada que Estela-, esa mujer doblemente divorciada y ¡sin hijo!, profesional competente según dicen, pero aun así, ¿puede ser una rival? ¿Qué cuenta Estela a su favor? Un par de chistes, unas miradas más prolongadas de lo necesario...Es poco y adolescente, pero igual, ¿en qué va a pensar frente a la puerta doble donde personal de vigilancia, las manos a la espalda, practica vaciar su conciencia en condiciones poco monásticas? El empleo público lleva al Zen. Del fondo del aburrimiento nace la paz, y la paz engendra la nada. En la nada se flota ingrávida, hasta que termina el horario y una se reintegra al microcentro sudoroso y salvaje, rogando por que los subtes anden. ¿El amor es pasión, es sexo o es mutuo acostumbramiento? A los veintiocho años, ¿qué le cabe esperar? Sus primas ya tienen varios hijos, no son herejes del credo barrial y parecen normales y felices, o normalmente felices, lo que es más que su estado habitual, lleno de nostalgia por lo ido y anhelo por lo por venir. ¿Consultar a un psicólogo, a un sexólogo, decirle a Lisandro que es un imbécil, a Pablo que lo quiere? ¿Por qué la nada no quiere abrazarla y tragarla, el amante pitón que viene en lugar del príncipe azul, pero que también cobija y guarda? Leticia, se llama la jefa, qué nombre de vampiresa en decadencia.
Es importante para mí, como escritor principiante, que entiendan que todo es un ejercicio y al mismo tiempo la cruda realidad. Vivo en el mismo plano que mis personajes, no sé nada de ellos que ellos no sepan -miento: de algunos sé más-, y estoy casi seguro de que más de uno sospecha mi existencia. Tengo poder, limitado o autolimitado, como todo poder democrático. Ignoro en este preciso instante hacia dónde se inclinará la vida sentimental de Estela, Pablo, Lisandro y Leticia. Espero con ansiedad el día de mañana, que como todo amanecer traerá sus nuevas. Que duerman sin frazada.

lunes, 5 de noviembre de 2012

El tema del trasmundo

Afortunadamente, el tropel de diablos con disfraces grecorromanos fue prontamente puesto en vereda por el G.E.O.F. y no hubo que lamentar más que un leve aumento en la estadística diaria de violaciones y unas cuantas casillas quemadas en Retiro, pero son esos negros que no cuidan nada. Con lo cual Genoveva y yo, con este calor, quedamos enfrentados a la meta-obstáculo de un nuevo capítulo, con este calor que no ceja. Así que ella, en bombacha y corpiño, el sudor goteando de su frente, haciendo una corta escala en su nariz prominente y cayendo al final sordamente en el muslo cruzado sobre el otro, roja, recaliente, teclea y teclea como son las reglas de la Casa: no hay ni puede ni debe haber interrupción. La interrupción mata. Genoveva y yo queremos vivir por siempre; personalmente, yo quiero escribir por siempre y estar siempre en el principio. De ese tecleo constante, de mi voz gangosa y oscura, se van desprendiendo estas letras, que nos llevan al: Tema del Trasmundo.
  Es la demostración, dice Estela, novia de Lisandro. Todos los vieron. Eran de verdad, surgieron de golpe, son el pelotón de avanzada, están por llegar los días finales.
  Es como ese cuento de Dick, apoltronado en el sofá con una cerveza Lisandro la refuta. El agua corriente está llena de alucinógenos y todos vemos cosas que no son reales. Creemos en el G.E.O.F.. No hay otro mundo y si lo hay no puede irrumpir en éste o está irrumpiendo desde el principio en aspectos que ni siquiera notamos, por debajo o por encima de nuestra percepción. Cfr. Kant vs. Swedenborg. En serio, mi amor, no te des máquina con esas boludeces.
Pero Estela no puede parar de creer porque quiere creer. Desde que su padres murieron con seis meses de diferencia, cada minuto pesado que pasa en su aburridísimo trabajo en un Ministerio lo pasa pensando en el reencuentro. Sencillamente no concibe que todo lo que fueron sus viejos se haya simplemente disipado. Al principio pensaba en comunicarles recriminaciones y ajustar las cuentas, pero pronto abandonó esa obsesión  y se dejó ganar por otra: su presencia visible, palpable, en cada momento de su vida. Todavía no alucina, pero pronto lo hará. Incluso cuando está con su novio, ese horrible cínico, se concentra en captar la presencia de ellos, tan querida. Estela es carne de neuroléptico. Ya llegaremos a ese momento. Ahora, Lisandro empieza a rascarle el pelo en la nuca, ella empieza a hacer mohínes, la televisión transmite un documental de conejos, Buenos Aires está en paz.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Pregunta sincera

¿Cómo se convierte el atún en paté?
Respuesta de Genoveva: por la magia del arte.

Una visión en la televisión

Un licenciado en Filosofía y ex pretendiente a dandy escuela Caparrós, Lisandro Montes Arévalo, residente del barrio de Versalles y temporariamente desocupado (está entre dos becas), decide darle un descanso a su macizo cerebro y alienarse frente al aparato maléfico con una lata de atún, queso fresco, pan y vino tinto. Su dedo déspota se pasea por canales de películas, impaciente por la profusión del decadente Hollywood de las últimas décadas, y de series, formato que aborrece. Desprecia por principio el canal oficial y finalmente ancla en el canal defensor de la libertad de expresión, repito, Libertad-de- Expresión. Dos conductores con traje y ojeras de sepultureros de ilustración de novela de Mark Twain son minúsuculas figuras en el paisaje de un inmenso estudio con no menos de tres grandes mesas en herradura y una escenografía abstracta y colorinche. Ahora se alejan de una de las mesas hacia la derecha , donde está sentada y va a ser entrevistada, anuncian, Eliana Parió, veterana diputada y azote de Dios. Después de unos forzados comentarios humorísticos sobre los horribles trajes de los conductores-sepultureros, la vocación astrológica de la diputada, que es redonda, es puesta a prueba con la pregunta de cómo ve el año que viene.
  Desastres, rayos y centellas, apunta cavernosa la esferolegisladora. Pero basta ver lo que pasa este año, las amenazas a las instituciones que por otra parte son una mierda, yo sólo confío en una jueza hasta que me demuestre que también es una chorra hija de mil putas. Pero qué querés con esta banda de idólatras adoradores del Diablo, con estos fascistas-estalinistas-castristas-neonazis, esta no es Eva Braun porque tiene feas piernas. Miren, yo tengo autoridad moral. Eso es lo que pasa. Lo que a mí me sobra, a otros les falta. Puedo prestar, pero con un interés razonable, no a las ridículas tasas que la política argentina, decadente como nunca, me ofrece. ¿Qué van a hacer con la inflación? ¿Qué van a hacer con la cosecha de sorgo que se arruinó? ¿Quién atiende a los mercados de ultramar? ¿Quién frena el materialismo del consumidor nativo? Yo lo que veo es que los problemas se acumulan y no hay indicios de un plan a largo plazo, falta voluntad política y sobre todo, señores, falta decencia. Decencia. A mí me sobra, no hablo por mí, me quedé sola pero ya, la victoria es peor que la derrota. Cristo tiene una espada, no es sólo amor, eh (guiña el ojo). Los que se arrepientan aún están a tiempo, ¡pero que no demoren, porque la hora y el día están fijados desde el principio de los tiempos y hace cinco años que vengo avisando! Este país no es una sociedad, esta sociedad no tiene moral, esta moral no es la de Hanna Arendt. ¿Para qué hablo? ¿Quién me escucha? 1%, señores. No me da vergüenza decirlo, porque los equivocados son los otros y el año que viene lo demostrará. El pueblo argentino tiene que salir a la calle con la Constitución en una mano y la espiga de trigo en la otra. Nos subimos a un carro alegórico y bombardeamos con cereal la Casa Rosada. De noche con esa luz parece un boliche de Miami, yo no conozco pero me contaron. ¡Los pecadores serán tragados por un abismo de fuego y hielo! Yo aviso, aviso, pero no me tomen por tonta...Yo sé, yo sé que cada uno está con su negocito, su minita, su noviecito, y no piensa en el país, en la sociedad que ya no da más de tanta injusticia y corrupción. Lo digo de frente y sin vueltas, a mí no se me paspa la lengua por dar nombres: Juan Duarte maneja la plata de Odessa. Y ustedes lo saben perfectamente, pero no lo dicen. A mí no me cuesta nada y lo derrocho a manos llenas, me sobra decencia, castidad, autoridad moral. Si usted quiere le presto, pero tonta no, ¿eh? A ver qué van a hacer cuando se acabe la plata de los casinos, de la droga, de la trata....Pero yo quiero llevar un mensaje a cada hogar: no se desesperen. No va a pasar nada. Salgan que no va a pasar nada. No hay que tener miedo, hay que tener cuidado. Otra cosa les digo...

Lo raro es que a medida que hablaba su voz enronquecía y a Lisandro le pareció que un fulgor verdoso despedían su ojos, marrones como los de Bambi. Los periodistas se removían en las sillas giratorias, se aflojaban la corbata, pasaban el canto de la mano por las brillosas frentes. La voz grave, sepulcral, ahora hablaba de las aberraciones por venir, pero ya el incendio del decorado era inocultable y los enterradores huían de un tropel de centauros pifiantes que pisoteaban las alfombras y las mesas, mientras la global eurodiputada seguía hablando, inconmovible, fanatizada, y la verdad del juicio final, a través de la garganta de Belcebú, se hacía patente para Lisandro, que no podía dejar de eructar por la mala calidad del paté.