sábado, 8 de diciembre de 2012

La invitación

Una fantasía acariciada con dedos sin huesos toma un aroma embriagador cuando la comparte un cómplice.O cuando el cómplice cree que conoce la fantasía, cuando en realidad solo se le ha mostrado una parte algo salaz pero, comparada con el todo, asaz inocente, como un pecho insinuado en la tapa de un libro del Marqués de Sade. En medio o inmediatamente después de la cópula, Estela ha insinuado su interés por "un compañerito de trabajo" y Lisandro lo encontró bastante estimulante e indagó más. Ahora están en la mesa del longitudinal ambiente que sirve de sala de estar y dormitorio, comiendo unas tostadas con manteca y mermelada de durazno, enchastrándose los dedos con la dulce mezcla, sintiendo cómo se pegan al paladar los trozos de pan untado, tragando grandes bocados con largos sorbos de té y planificando la fiesta de cumpleaños de Lisandro. Lisandro tiene un problema con envejecer o, mejor dicho, con crecer, cosa que Estela manipula con picardía para convertirla en un frenesí de festejo que olvide el día siguiente, cuando el año suplementario cae con todo su peso sobre la cabeza de la víctima. Vas a ver, le dice, puede estar esa chica de la que siempre me hablás, Eda...Eva, corrige él, Krieger: un gran valor, una mujer muy inteligente. Siempre pensé que yo te parecía inteligente. Sos, silabea él, muy inteligente. Pero la de Eva es un inteligencia rara, como masculina. Otra vez con el cuento de lo masculino, suspira ella, y lo femenino, dos construcciones. La teoría de género nunca eliminará la filosofía infusa en el sexo, dictamina él, restregándose el labio inferior. Como no lo hizo el psicoanálisis. Cualquiera que tome conciencia del complejo juego de atracción y rechazo...Pero eso es de folletín, Lisa, protesta Estela. Y sí, John Irving dice que la vida es como un teleteatro, no como una novela del modernismo austero. Las sorpresas inmotivadas abundan, en la vida y en el sexo. Lisandro se pone de pie, se sacude las migas del pantalón y sale al patio, a mirar el rectángulo de cielo matinal que le toca. Va a llover, comenta desinteresado. No hay que sacar la basura, hay que ser buen vecino. ¿Entoncés me dejás que lo invite a Pablo?, dice ella con voz de nena y acto seguido se ríe guasamente, con él haciéndole eco o burla. Sí, dale, traé a ese virgen camporista, vamos a ver cómo se adapta entre tardonoventistas con cerebro. Para mí mucho cerebro y poco huevo. Son unos eunucos, tus amigos de Filo. ¿Quién tiene hijos? No, pero Abel y Cata abortaron, me lo dijo ella llorando, objeta él. Lágrimas de cocodrilo, ni se acercan a la complejidad católica del crimen. ¿Nosotros cuándo vamos a  parir, nene? Cuando los cielos de la patria estén despejados, termina él, y entra al bañito a mear.

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