miércoles, 12 de diciembre de 2012

Cara a cara


Pablo baja el último escalón de la escalera con el cuidado de siempre, por miedo a caerse, y escucha su nombre voceado desde alguna parte. Mira hacia arriba automáticamente, por si es un llamado de Dios, pero arriba solo están las vigas cruzadas del cielo raso y el llamado se repite y además la voz es femenina. Mira como un pavote el remolino de cuerpos que entra y sale del edificio y entonces ve una mano fina y blanca agitándose. Enfoca mejor y advierte a la chica de la entrada, ¿cuál era su nombre? Pamela. Sonríe si no con seguridad sí con simpatía y se acerca al mostrador, con su paso levemente chueco. Pamela sonríe con una alegría que Pablo se pregunta a qué se deberá, ¿se casa?, ¿está casada pero embarazada?, ¿la cambian de puesto? Pablo, le dice cuando la tiene a un metro y medio, qué suerte que te veo, cómo estás. Bien, dice él por un costado de la sonrisa. Pero no está bien. Su vista está cada vez peor, duerme un día sí y otro no, Leticia, ya quedó claro, lo quiere como amigo, la orga es un quilombo, no alcanza a definir su vocación, no sabe lo que quiere de la vida, lo que sí sabe que quiere le es negado, el 21 de diciembre se acaba el mundo. Así que la alegría de la chica es algo curioso y refrescante. Inclina la cabeza hacia ella, esperando captar más datos con las antenas. Ella parlotea y hace chistes que él festeja breve pero atinadamente, a juzgar por el flujo de palabras que no se corta y los ojos brillantes y la sonrisa cretina que no se le cae ni por un segundo. Al final se para y pone expresión expectante. El se da cuenta de que pregunta algo, perdón, ¿cómo dijiste? Entonces ella dice, pero ya no con la sonrisa, con los ojos muy abiertos como de susto: te dije si podías venir el sábado a mi fiesta de cumpleaños. La cabeza de él retrocede, como impactada por un objeto arrojadizo, no se la esperaba, y todavía no sabe qué merece tanta felicidad, ¿apenas un cumpleaños? Está a punto de preguntarle cuántos cumple, pero se refrena a tiempo. Balbucea que los sábados los tiene un poco complicados... Vienen Nati y Estefi, se atropella ella, y además mi novio te quiere conocer, tiene muchas cosas en común con vos, está muy interesado en política, se sabe los nombres de todos los presidentes desde Rivadavia, y además tiene un enfoque muy particular porque él es filósofo....Las antenas de Pablo vibran. Ese dato le interesa. Está pensando en cambiarse de carrera y Filosofía, o Historia, sería una opción. Qué interesante, dice, arrastrando la sílaba acentuada, me gustaría ir. Ella pega dos saltitos en el sitio y le pide el teléfono para pasarle la dirección. Ya la anoto, dice él sacando el celular, decime, Pamela. Estela, dice ella, y su sonrisa es definitivamente maníaca, me llamo Estela.

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