Pablo
baja el último escalón de la escalera con el cuidado de siempre, por miedo a
caerse, y escucha su nombre voceado desde alguna parte. Mira hacia arriba
automáticamente, por si es un llamado de Dios, pero arriba solo están las vigas
cruzadas del cielo raso y el llamado se repite y además la voz es femenina.
Mira como un pavote el remolino de cuerpos que entra y sale del edificio y
entonces ve una mano fina y blanca agitándose. Enfoca mejor y advierte a la
chica de la entrada, ¿cuál era su nombre? Pamela. Sonríe si no con seguridad sí
con simpatía y se acerca al mostrador, con su paso levemente chueco. Pamela
sonríe con una alegría que Pablo se pregunta a qué se deberá, ¿se casa?, ¿está
casada pero embarazada?, ¿la cambian de puesto? Pablo, le dice cuando la tiene
a un metro y medio, qué suerte que te veo, cómo estás. Bien, dice él por un
costado de la sonrisa. Pero no está bien. Su vista está cada vez peor, duerme
un día sí y otro no, Leticia, ya quedó claro, lo quiere como amigo, la orga es
un quilombo, no alcanza a definir su vocación, no sabe lo que quiere de la
vida, lo que sí sabe que quiere le es negado, el 21 de diciembre se acaba el
mundo. Así que la alegría de la chica es algo curioso y refrescante. Inclina la
cabeza hacia ella, esperando captar más datos con las antenas. Ella parlotea y
hace chistes que él festeja breve pero atinadamente, a juzgar por el flujo de
palabras que no se corta y los ojos brillantes y la sonrisa cretina que no se
le cae ni por un segundo. Al final se para y pone expresión expectante. El se
da cuenta de que pregunta algo, perdón, ¿cómo dijiste? Entonces ella dice, pero
ya no con la sonrisa, con los ojos muy abiertos como de susto: te dije si
podías venir el sábado a mi fiesta de cumpleaños. La cabeza de él retrocede,
como impactada por un objeto arrojadizo, no se la esperaba, y todavía no sabe
qué merece tanta felicidad, ¿apenas un cumpleaños? Está a punto de preguntarle
cuántos cumple, pero se refrena a tiempo. Balbucea que los sábados los tiene un
poco complicados... Vienen Nati y Estefi, se atropella ella, y además mi novio
te quiere conocer, tiene muchas cosas en común con vos, está muy interesado en
política, se sabe los nombres de todos los presidentes desde Rivadavia, y
además tiene un enfoque muy particular porque él es filósofo....Las antenas de
Pablo vibran. Ese dato le interesa. Está pensando en cambiarse de carrera y
Filosofía, o Historia, sería una opción. Qué interesante, dice, arrastrando la
sílaba acentuada, me gustaría ir. Ella pega dos saltitos en el sitio y le pide
el teléfono para pasarle la dirección. Ya la anoto, dice él sacando el celular,
decime, Pamela. Estela, dice ella, y su sonrisa es definitivamente maníaca, me
llamo Estela.
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