viernes, 30 de noviembre de 2012

Por qué esta no es una novela realista

Sólo lo semeja. No es una novela realista porque no está interesada en cómo sus personajes ganan dinero. En cómo producen y reproducen vida. Desenraizados de la necesidad de conseguir los garbanzos día a día, flotan macedonianamente en una nube de Ideas: las mías. ¿Cómo consigo los garbanzos yo? A la manera de Malone: cada mañana y cada noche (creo , porque acá no hay manera de percibir su diferencia) una portezuela se abre en la parte baja de la puerta herméticamente cerrada que me separa del mundo del que ya no guardo casi ningún recuerdo y pasa una bandeja con agua , manzanas y huevos. Acá podría seguir el rito de la deglución, digestión, excreción, pero eso me apartaría de mi tema, que es exponer acabadamente por qué esta no es una novela realista. No ganan dinero: no trabajan. No transforman lo dado, ni autónoma ni alienadamente. La comida les cae desde los árboles,  la ropa se las regalan, están enganchados a la luz, roban el cable del vecino...La falta de realismo redunda en personajes lúmpenes y su hábitos culturales de clase media no afectan en nada esta condición. La vida lumpen conlleva transtornos psíquicos, desde la perversión a la esquizofrenia. Por lo cual el recorrido biográfico de los personajes se escribe como caso clínico. Y acá aparece el novelista antirrealista por antonomasia: el psiquiatra. ¿No hablan los psiquiatras como si no fuera necesario comer, vestirse y guarecerse de las tormentas? El pecho materno no alimenta, solo es sustrato de fantasías. También esta novela, maternal, lo es: sustrato y efecto de mis pobres y alocadas fantasías, con las que me distraigo de la penuria de la vida carcelaria....¿Debo confiar en una multiplicación viral? Difícil: los lectores son pocos y no comentan. Si me gustara trabajar, idearía maneras de que fueran más y comentaran. Pero acaso estoy penado por mi crónica vagancia, como en la época de Martín Fierro. No es una novela realista porque los lazos sociales entre los personajes, al estar desvinculados de su base material, carecen de patrón y se rigen solo por el capricho. Pero debo evitar a toda costa que se convierta en una mala novela psicológica. Debo encontrar un método. Un impulso ciego me dice que solo lo encontraré escribiendo, todos los días, mi cuota de sinrazón, hasta que del fondo la razón surja, esplendente y unitética como las representaciones de la Libertad. Es la 1:30. Mi destino de hoy se ha cumplido. ¿Qué me quedaría si perdiera la fe en el destino de mañana?

jueves, 29 de noviembre de 2012

Vacilaciones de un ensayista incipiente

Hace días que Lisandro le da vueltas a su idea de escribir ensayos sobre literatura argentina actual. En una librería pequeña de Corrientes, mirando tapas de novelas americanas de mil páginas, la idea es una lastimadura en el dedo gordo del pie, que no inspira compasión ni preocupación a nadie pero es una molestia constante. El entusiasmo de Lisandro sube y baja y si se guiara por él nunca habría hecho nada. Tampoco la ausencia de una preparación académica especializada lo arredra, porque está entrenado en el desprecio filosófico a los graduados de Letras. Lo hace vacilar cierta cualidad visible y a la vez invisible de su materia. Los autores argentinos jóvenes están en los suplementos culturales: se los ve. Pero pocos los leen: no se los ve. En los suplementos culturales se pronuncian encomios sobre la calidad e importancia de sus obras. El que las lee no sabe si creerlo o no. Los autores dan reportajes donde se definen sobre literatura y política. Las declaraciones son tan unilaterales que no pueden ser tomadas en serio, o tan ambiguas que es imposible posicionar al autor por ellas. Cuanto más piensa, más inasible le parece el objeto de estudio. Quizá todo sea una gran broma y él no se dé cuenta por haber pasado la edad de la frescura. Mientras pensaba en esto sintió a sus espaldas un cuerpo pasar y ahora mira: es, como previó, una mujer. Alta, morocha, de rasgos aindiados y cintura esbelta, sostiene un volumen en sus manos sin anillos. Haciendo un esfuerzo con el cuello y la vista, Lisandro llega a leer el título: Eterna desconfianza. Es un título poético y paranoico a la vez. La inmensidad de lo eterno redime el pequeño sentimiento de la desconfianza. ¿Será de autor argentino? Ahora suena "Carrera de bicicletas" de Queen, la mujer deja el libro y saca el teléfono de su bolsa, por el brillo pícaro del ojo que llega a ver Lisandro  sabe que llama un varón. Se saludan, dialogan. No, no te vi. A las seis en el bar, sí. No, acá, leyendo de arriba lo que dice este pelotudo. Sí, les garpan lo suficiente para que hagan propaganda también cuando hacen arte. Sí, después te digo. Chaucito. La mujer guarda el celular y vuelve a tomar el libro. Si lo compra, es una argumentadora dispuesta a analizar las tesis de sus contrincantes. Si no, la impresión que se lleva fue quizá buscada por el autor. Ese es otro problema: leer y no leer tienen ambos efectos literarios. ¿Y si hace un ensayo sobre la ausencia de lectura de los libros argentinos del siglo XXI? Daría un paso más allá del dicho "en la ignorancia me hago fuerte". Hablaría con fundamento de la falta de fundamento de la literatura actual. La literatura actual trataría con fundamento su falta de fundamento al hablar de ella. Entre estas tesis contradictorias la novela más azarosa y rica, la de las miradas lectoras que se cruzan o se ignoran, se desenvolvería a sus anchas en el espacio de una ciudad donde el número de lectores del arte literario está en descenso desde hace treinta años. En ese clima tibio e íntimo de las pequeñas cofradías que viven de su propia y aislada historia, tal vez su mente sobrecargada de exigencias pueda volar. Ojalá así sea.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Martes

¿Por qué es tan cachonda los martes? Con el pecho subiendo y bajando, tanteando la mesa de luz en busca de cigarrillos, Lisandro se siente tan lejos de la respuesta como cualquier miércoles. Ella, de costado, dormita, una semisonrisa en sus labios pálidos. ¿Qué pasa los martes? ¿Hay algo en particular en televisión? ¿Los chistes de los diarios son mejores? Es un día apenas más soportable que el lunes, un día en que uno empieza a recobrar las fuerzas y encorva los hombros para soportar el viento de cuatro jornadas que viene de frente. No hay registros en la sexología mundial que muestren algún rasgo propicio del martes. Pero inexorablemente cada martes a las ocho de la noche ella entra y lo tira contra la pared. Hace años de esto y Lisandro se rompe la cabeza en pos de una respuesta, pero no está mejor que cuando empezó. Aburrido de su sempiterna intriga, exhalando hacia el techo, cambia canales con el control remoto. 678. Está Abal Medina, mejor no. CN23: huelgas en Europa, machaque de manifestantes. C5N: lo mismo. De pronto siente un movimiento a su lado y la boca de ella pegada a su oreja, mira de costado, solo ve su flequillo que tapa a medias los ojos. Ella susurra, quiero más. Recién terminamos, amor, se defiende él, pero la mano de ella ya recorre su pecho debajo de la sábana hacia abajo y él automáticamente se pone erecto, rápida recuperación, ella le muerde el labio inferior y él vuelca y se pone encima de ella y se la pone, así, así, empiezan a moverse al mismo ritmo, de atrás la voz de la conductora de C5N comenta lo bien que comparativamente estamos en Argentina, las rodillas se alzan y los pies acarician la cintura de él, redobla los movimientos y ella gime dos veces, alto, y él redobla y ella se arquea y acaba, él no, nunca puede la segunda, se pone boca arriba y ella lo masturba, la rubia de C5N es concheta y espléndida, de su boquita de corazón escapan armoniosas palabras, el mejor de los mundos posibles, pero qué pasa exactamente los martes, el puñito de ella agita rápido, gateando por un médano y en la cima todo el mar para uno agachado como un mono, tres gotitas de leche asoman, mojan la manito, ella se lame, lo besa, ríe y se levanta de un salto para meterse en el baño. Mientras le llega el ruido de la ducha él fuma dos cigarrillos seguidos sin pensar en nada. Falta una hora para las doce y entonces la carroza volverá a su estado normal, ella se irá con alguna excusa y él podrá dormir tranquilo hasta la próxima semana. Podría ser el ciclo del sexo y también el ciclo de la muerte, pero no piensan en la muerte.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Otro retorno a la cordura

Los jacarandáes están en plena floración, su perfume no alcanza a suavizar el aire contaminado y caliente, pero su color alegra la vista, tan cansada de mirar para adentro. Estela camina en frágil equilibrio. Su pelo corto y castaño rata está sucio y se levanta en la coronilla. Sus jeans están manchados de sangre, su cara está pálida, parece una sobreviviente de una explosión en una calle de Bagdad. Los paseantes le dirigen rápidos vistazos desconfiados, la mirada hacia la anormalidad común en toda metrópolis del mundo, una mirada que sabe que no será devuelta con agresividad, porque los anormales, ya sean santos, drogadictos o alienados, viven en su propio paraíso. Estela cree que reconoce una manzana no muy lejos de su casa, pero no recuerda el nombre de la calle. Se planta delante de una vieja con una bolsa de Cacharel y le pregunta. La vieja le dice, Voy a llamar a la policía, y con una agilidad sorprendente la gambetea y se pone a trotar, echando desafiantes ojeadas por encima del hombre. Es realmente cómico y Estela se ríe. Por ese instante está sola en la calle, y su risa llama la atención de una nena que se asoma por el balcón. Dani, dice la madre desde atrás, no mires. Camina otra cuadra más y encuentra un letrero que le indica dónde está. El nombre da vueltas en su cabeza tratando de encender un mapa que le indique cuánto tiene que caminar y dónde tiene que doblar. Decide doblar a la izquierda porque le parece que por ahí puede ser, cree reconocer el maxiquiosko de la esquina, la cara larga y aburrida del quioskero. Cuando ya ha caminado tres cuadras y espera para cruzar, siente que una mano leve le toca el codo. Disculpame. No se da vuelta. Disculpame, dice la voz en un tono más alto. De mala gana, la encara: es la dueña del bar, una cuarentona de armas tomar, de hombros cuadrados y pecho prominente. La dueña del bar, más gentil de lo que cabría esperar, empieza interesándose por su estado de salud, a lo que Estela responde breve y claramente: se siente mejor. Después de comunicarle su contento por esta noticia, la dueña expresa su duda acerca de si es el mejor momento para hablar el tema que quiere hablar. Vagamente menciona estados en que uno no puede enfrentar ciertas pedestres verdades. Ella misma...Pero se interrumpe y, con un tono más firme, retoma el hilo: la otra vez por accidente se rompió un espejo que, le parece a ella, es un poco caro, y quisiera arreglar el tema con Estela, porque le parece que con ella se puede conversar. Un estallido de luz disipa el embotamiento de Estela, recuerda todo con nitidez y alegría y comprende que tiene que simular y exagerar y empieza a decirle, no, no hay ningún problema en que lo conversemos, lo que pasa es que tuve un mareo y me fui contra el espejo, últimamente me vienen, pero vos decime cuánto es y yo te pago. La dueña, muy sonriente y aliviada, le hace saber lo feliz que está de que todo haya sido tan fácil, ella siempre le cayó simpática, la considera una vecina de las más copadas, etc.. Le pregunta su dirección para darle la factura. No, no hace falta, cuando quieras pedime la plata, yo confío en vos, se apresura asustada Estela. Pero no, por favor, a ella le gusta que las cuentas queden claras, ¿es ese edificio de mitad de cuadra, al lado del lavadero, no? Derrotada, Estela suspira el piso y el departamento. Una sonrisa amplísima de dientes blancos y cuadrados intenta transmitirle fuerza y confianza. La dueña la besa y se despide. Bueno, piensa Estela, por lo menos estoy a media cuadra de casa.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Ersatz

Una lengua que no forja metáforas sexuales, es en sí misma sexo: reproductiva y venéreamente. Enfermos de la sífilis de la lengua se agachan con la pala y hienden la tierra del Jardín de las Delicias para desenterrar al Perro Infiel. Entonces un ciclo de días estará consumado y en el cielo nocturno una estrella brillará más intensa que las demás sólo por un segundo. El linaje de la rama hueca de la lengua ocupa parejamente el territorio de la nación. Esperan. En una casa colonial en una remota capital de provincia, en el aljibe, se halla escondido un libro que conserva el estado clásico del idioma, alcanzado solo por una década para decaer después debido a la mezcla con los simios. En él están escritas las palabras que, ante la vista de todos los creyentes, harán nacer al niño de oro, el que nunca ríe, y a su gemelo el niño de mierda, que no respira. Eva cree en frases como éstas, se las repite golosamente antes de dormir, la acunan y la sedan, la preparan para el baño de la noche. Sus sueños son multicolores, dinámicos, veloces, apenas le queda al despertar un recuerdo de movimiento y acción acelerados y ascendentes, hasta la paz final, en que meramente se flota. Esa noción abstracta de lo que sucede en su casta cama casa bien con la verdad esencial de su intelecto. Piensa que su vida hasta ahora ha sido solo un Ersatz, un sustituto sintético de la verdadera vida que le ha sido ocultada desde su nacimiento. Un odio pequeño y duro, inflexible como una orden judicial, hacia los causantes de ese despojo ocupa su pecho todo el tiempo, aun cuando está bromeando o teniendo sexo, siempre es consciente de él, es su identidad. Hojeando revistas de chismes en la peluquería, en Puerto Madero, cenando con un joven y prometedor profesional que sólo le gusta un poco, de pie en el centro del living, los brazos caídos, la cabeza gacha, los puños apretados, Eva odia y es odio hacia todo lo que no sea la auténtica Eva perdida a la que oye llamar un segundo antes de caer en el pozo de Alicia..

jueves, 22 de noviembre de 2012

Pareja paralela (IV)

Estela entra hecha mierda a su casa y va directo a la cama. Acostada sobre la espalda, respira por la boca como un besugo mientras jirones de cosas y palabras atraviesan su campo mental a un ritmo que por suerte va decreciendo, hasta que al fin, con los ojos cerrados, puede considerar que no piensa en nada. De afuera llegan bocinazos, gritos, silbidos: el crepúsculo de Buenos Aires reiterado, similar, hecho una pelota de pelos atragantada. ¿La televisión ofrece algo mejor? Nada: periodistas espamentosos haciendo ruido con la boca, películas románticas que no se cree nadie. ¿Adónde refugiarse entonces? Se pone de costado, se hace un ovillo y aprieta con fuerza los ojos: que el sueño venga y la salve. Pero siente un hormigueo de sangre en todo el cuerpo, el cuerpo le pide acción. Evalúa masturbarse. Si desde ya tiene el orgasmo solitario difícil, no se imagina buscándolo en ese estado. Se pone de pie, prende la luz, se acomoda básicamente frente al espejo y sale como un tiro a la calle. La recibe una vaharada de calor gasolero que resiste con valor antes de ponerse a caminar hacia la esquina del bar. El bar es pequeño y abunda en neón rosa, pero ella simplemente se mete en el baño sin mirar a nadie, se encierra en el closet, se baja los pantalones y la bombacha y empieza a tocarse. Al principio cuesta, pero a los pocos minutos ya arranca, imágenes múltiples y pasajeras de hombres imaginarios y reales la ayudan, el silencio del baño también, empieza a jadear...¡No! Se abre estrepitosamente la puerta para dar paso a dos boludas que, supone, se ponen a a arreglarse el maquillaje frente al espejo y chismorrean de una tal Luli, que se cogió a no se sabe quién, que salía con Clara pero antes había salido con Tina, que es un bombón, que ya lo van a  agarrar, que...Sale aullando del closet y las chicas pegan un salto espantado gritando a su vez y ella estrella el puño en el espejo, donde aparece una rajadura arácnida. Las chicas ululan mientras ella encara hacia la puerta de calle con la mano sangrando ante la abierta boca embobada de la camarera, ya en la calle empieza a correr, golpea con el hombro dos veces contra algo blando que grita, corre diez cuadras hasta el hospital, llega a la guardia, se sienta, jadea. Ahora se siente más calmada, cuando salga de ahí vendada y con la receta de la antitetánica va a comer un pancho y de ahí a dormir, este día de mierda se terminó.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Pareja paralela (III)

Desesperación, Europa ha muerto, estamos solos: este verso de Leroi Jones, leído hace siglos en una fotocopia, le da vueltas en la cabeza desde hace días. Es una verdad, o tiene el halo de una verdad. ¿Pero no es refutable cada uno de sus términos? Desesperación: enunciado por el poeta radical negro, este sentimiento lo portan, casi seguramente, los intelectuales y artistas o, en general, la gente esclarecida ideológicamente. Mirando alrededor, ¿se ven muchos sociólogos, historiadores, escritores, músicos, plásticos, en estado de desesperación? ¿No parece primar un sentimiento de plenitud en la nueva vuelta de tuerca que los fija al ser burgués? ¿No es conformidad el sentimiento y la actitud? Conformidad con que el peronismo presente nuevamente su rostro amigable. Conformidad con el modelo productivo. Conformidad con la puesta en práctica de algunos puntos del programa progresista enunciado desde los 80. No están dándose la cabeza contra la pared, no sienten que se ahogan, no manotean violáceos el aire. ¿Europa ha muerto? ¿Cuál Europa? ¿La grecoilustrada, la nacionalista, la romanobarroca, la modernista? Todas estas Europas están en el archivo cultural, con poca influencia sobre la vigente: la Europa del Capital. Esta Europa está por ahora en crisis; salga o no salga de ella, su único propósito es aumentar la prosperidad material. Vive con un signo euro al lado de cada ruina. Estamos solos: estamos acompañadísimos en la creciente de pueblos del tercer mundo que salen de la indigencia para entrar en la pobreza, o de la pobreza para entrar en la clase media universal. Acompañados por los vestigios de un crimen histórico, con sus sobrevivientes pertinaces y adustos. Acompañados por nuestros líderes, tan semejantes como distintos, dotados por una vez en la historia de astucia estratégica. Y sin embargo, Desesperación, Europa ha muerto, estamos solos, suena en la cabeza de Lisandro tan inexpugnable como un mandamiento bíblico. Muchas veces ha pensado continuar a partir de ese verso, contornear el globo llevado por la fuerza de esas palabras; pero no es poeta. Ahora, caminando por la primavera barrial, trata de conectar los nuevos containers para los residuos con una frase descriptiva y sugerente a la vez, pero es demasiado filósofo, el concepto se impone al significante. A propósito de nada, siente la obligación de llamar a Estela y saca el celular. Lo vuelve a guardar: en realidad no quiere oír la voz perennemente enfurruñada de Estela. Quiere seguir caminando hasta la cancha de Vélez. Quiere cantar a coro con su pueblo. No quiere repetirse: estamos, estoy solo. Desesperación...

martes, 20 de noviembre de 2012

Pareja paralela (II)

El aspecto sucio de las mesas blancas de plástico, las sillas rengas, el omnipresente cartel de Coca Cola, el paso arteroesclerótico del hijo del dueño que se acerca a levantar el pedido: todo incrementa la euforia de Lisandro. Porque esto es así, así es el barrio, estos son los vecinos, el pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y a mucha honra. Pueden tener ideas políticas horribles o un vacío total en la cabeza; eso no quita un ápice de su seguridad, su prestancia, su labio caído al enunciar cualquier frase cínica, sus importantes hábitos de consumo, su promiscuidad sexual, su optimismo punk: no hay futuro pero tampoco hay presente como el que corre. Pide tres de jamón y morrones y una Quilmes. El hijo se da vuelta, vocea el pedido a la caverna detrás del mostrador, gira de nuevo, mira a los albañiles como un pescador que pescó un brazo de bebé en vez de una trucha, busca complicidad en la mirada de LIsandro, Lisandro hace lo que puede pero no le sale, solo en su asombro antropológico el hijo vuelve adentro a leer en el mostrador el Olé. Estela se angustia, es la hora de almorzar y tiene hambre, siempre llama al interno de su jefe para que mande a un muchacho posadolescente y acneico a que la reemplace cuarenta minutos, pero hoy no se anima, se odia por no animarse, ¿no es ella una trabajadora en blanco, con derechos, incluso con derecho a la arrogancia? Pero una fuerza en su mente la fija en el entredicho, no puede salir de ahí, es como tocarse con la lengua una muela cariada, el dolor es placer, el placer de ceder a la obsesión, los de seguridad la miran extrañados, algo raro en la superficie del día, el día está empañado por el vaho poderoso del aliento del jefe, ella no puede escapar, va a perder su hora de almuerzo, una ruptura en la rutina por donde pueden meterse las aguas oscuras que ocultan monstruos, empieza a sentir unas enloquecedoras ganas de cagar, pero prefiere cagarse encima a moverse, si se mueve sabe que caerá muerta, se desmoronará como esos esqueletos de película en un desván ante el menor contacto del aire. Lisandro ataca su porción con ganas y buen humor. Los albañiles, que han estado comiendo sin hablar, ahora se reclinan lo máximo que les dejan sus asientos tan berretas y empiezan a charlar animadamente. No lo puedo creer ese atrevido, me viene a hacer un caño, quién lo conoce, nadie, recién llegó de Orán. Pero vos sos un rústico de aquelllos también, cualquiera te hace un caño. Vos vení a hacerme un caño en la canchita de mi barrio y vas a ver lo que te pasa. Bueno, el chabón no sabía, por ahí es distinto allá. Qué distinto, los códigos son los códigos en cualquier lado. Y encima se reía el enano. Que no, don, que no pasa nada, que no, que no. ¡Qué no!, le dije yo, y ahí lo surtí. Quedó patas arriba, largando sangre por la boca, y yo lo pateaba, un poco nomás, para que aprenda. Y en eso oigo un grito y miro y los míos también estaban gritando, veo venir, me cago de risa contándolo, a este monumento a la gorda, que gritaba qué le hiciste, reventado, qué le hiciste a mi Poyi. Poyí, mirá vos el apodo que tenía el salteñito. No es un apodo de hombre, dictaminó el relator. Y se me viene encima la gorda con, no miento, 160 kilos de peso, y claro, me tumbó. Pero era ágil la gorda, eh, dice con voz arrastrada un tercero, mirando de reojo al relator, si no pudiste anticiparte...El relator le devuelve la mirada muy serio. Una bala, sentencia, hay que verlo para creerlo. Preguntale si no a Tati, o a Nicolás, ellos estaban. No, si yo te creo, por qué vas a mentir. Igual pensaba que buena compañera para una agarrada la gorda, pesada y con esa velocidad. Me tiró y se puso a bailar un malambo encima mío, menos mal que el Coti le metió un revés, la gorda no paró, le metió otro y ahí sangrando por la boca igual que el marido se quedó quieta, mirando con esos ojos verdes, de diabla, pero sin parar de putear. Ya está, gorda, le decían, levantá al amigo y pirá. El amigo se había puesto de pie a todo esto, se secaba el chocolate con la remera de River y decía: gordi, ya está, vamos a casa. Entonces la gorda metió la mano entre la remera y el pantalón y sacó el fierro. Todos salieron rajando, menos yo, que me quedé quieto. A vos, dijo la gorda, ahora te voy a mostrar lo poco hombre que sos. Arrodillate. No me arrodillo un carajo, dije bastante firme, pero tenía la boca seca. Y también, compartió el segundo, solo con una gorda loca. Loquísima estaba. Tenía que estar para estar con ese muñequito de torta. Un carajo me arrodillo, le digo. Y la gorda se acerca y me da un planazo en la cara que me aflojó una muela. Te vas arrodillar y se la vas a chupar. A vos te chupo la almeja, puta, dije como pude. Fah, otro planazo en la oreja, era rápida la gorda. ¿Y el chabón? El chaboncito nada, miraba para otro lado, como ausente. La gorda levanta el caño justo hasta mi cara, a una distancia así. La próxima tiro. Tirá, la chuceé yo. Tirá, no me importa nada. Y entonces la gorda empieza a temblar. Toda la grasa de los brazos y la papada se mueve como un flan. Y ahí me avivo y de un manotazo le arranco el arma. ¡Para qué! Por el peso nomás me di cuenta. Le di con el caño en los dientes y le dije: la próxima que vengás de guapa, por lo menos cargala, estúpida. Y los dejé ir  Hiciste bien, no hay que abusar de la ventaja. La euforia de Lisandro aumenta. Es testigo de una historia real de la vida semilumpenproletaria. Se siente cargado de experiencia y sabiduría. Sobre cosas así debería escribir sus ensayos. Pero algo lo interrumpe: la voz seca del relator. Amigo, qué está mirando, le dice. Se sonroja como una quinceañera y le dice: nada, maestro, estaba distraído. Vamos, dice el tercero con desgana, antes de que empiece otra pelea.(Continuará.)

lunes, 19 de noviembre de 2012

Pareja paralela

Lisandro y Estela reciben el día sin haber dormido. Tienen reacciones disímiles frente a esa circunstancia: Lisandro siente como si estuviera levemente borracho, en el grado de euforia justa para ser el centro de atención de la fiesta; Estela, en cambio, suele vivir como una tragedia la falta de sueño, siente los ojos raspados con papel de lija, no puede concentrarse, le zumban los oídos...A las 11, después de haber despachado un suculento desayuno, Lisandro sintoniza el programa de la Vernaci, que lo divierte muchísimo desde hace años. Le gustaría participar en un programa así, donde a la falta de ideas la tapa como un vestido a medida la simple grosería, y donde ser políticamente incorrecto no tiene ninguna carga política. Estela entra a trabajar a las diez, se ha duchado, ha resbalado en la bañera y si no hubiera sido por lo que queda de sus rápidos reflejos se hubiera matado, se ha secado el pelo sintiéndolo más seco que nunca y ahora está en la esquina esperando el colectivo. Pasan dos sin parar y se resigna a llegar tarde. Tiene un jefe de ojos amarillos y acuosos que nunca parece en realidad verla. Confía en que no le haga problemas porque no suele hacérselos a nadie. Después de viajar cuarenta minutos apretada como una sardina, se baja, camina las dos cuadras que la separan del Ministerio, va a firmar en el primer piso en la oficina del jefe y se lo encuentra ceñudo y bufando. ¿Qué te pasó?, descerraja. Estela balbucea algo y el jefe respira profundo, parece meditar. Finalmente le larga: mucha gente cree que el empleo en el Estado es un chiste. Yo nunca me río. Por esta vez pasa, la próxima te meto un apercibimiento. Y su mirada ciega la recorre de la cabeza a los pies, haciéndola estremecer. Humillada, se ubica en su puesto. A las 13 ha terminado el programa de radio, que estuvo graciosísimo, de hecho Lisandro tuvo un ataque de tos en medio de las carcajadas y casi pasa al otro lado. Decide salir a caminar, a pensar y a ver si come algo, aunque en el barrio difícil. El mediodía está nublado y corre una brisa fresca, a la sombra de los árboles se está bien, como en el campo, algunos chicos se apuran para volver a su casas, una vieja con bastón negro avanza amenazante por el medio de la vereda. Lisandro juega a correrse en el último momento. La vieja lo mira con odio de frente. ¡Alza el bastón! Lisandro, sin poder creerlo, se pone fuera del alcance del tercer pie, mientras la vieja lo putea en arameo y él se ríe como Vernaci. Las endorfinas no han dejado lugar en su cerebro para que se sienta como un tarado, así que camina bamboleando los hombros y silba. El tiempo no pasa más en el puesto de Estela y encima los dos de vigilancia no se acercan a conversar. El encontronazo con el jefe la ha afectado más de la cuenta. Piensa qué hizo para merecer esa reconvención inusual. Su cavilación roza la respuesta más fácil: el jefe vino mal cogido y se descargó con ella. Pero por sistema siempre trata de ver cuál es su responsabilidad antes de juzgarse inocente: es una chica ética, siempre piensa en contra de sí misma. ¿Qué hizo mal la semana anterior? Tal vez no lo saludó con el suficiente entusiasmo cuando pasó a su lado acompañando a un jefe de departamento...Y hace dos semanas él se acercó, muy amable, a saludarla y después de unas frases banales demostró verdadero interés en interiorizarse sobre el estado de ella, obteniendo la respuesta usual: una negativa catatónica a contar nada. Esos rasgos de carácter que no puede dominar la mortifican. ¿Será por eso o será por otra cosa? Y por encima de todo, ¿no se está ahogando en un vaso de agua? Lisandro, mientras tanto, ha encontrado una pizzería. Sólo tres albañiles ocupan una mesa de la vereda. Se sienta junto a ellos. Paladea el rato que lo espera. (Continuará.)

domingo, 18 de noviembre de 2012

Debate metatextual

Todos crecimos detestando esas novelas metatextuales en las que el autor "inscribía en el texto el proceso de producción". Pero ya pasó la época de la crudeza realista sucia, yo no soy Patrick Bateman poniéndole electrodos en las bolas al lector, todos sabemos que la gran novela americana fue Moby Dick y todo lo posterior fue industria. Sólo intervengo cuando me veo obligado a hablar a los fines de una mayor claridad. Y Genoveva, mi interlocutora exigente, cuestiona el diagnóstico de perversión para Eva. Para mí solo es una concheta más, dice. Si fuera una concheta más, le retruco, ¿qué haría con Lisandro y Estela? Lo que pasa es que vos tenés una idea tabicada de las clases. En Buenos Aires en una época todo fue mucho más fluido y algo de eso queda. Todavía un lumpen puede seducir a una burguesa en una fiesta de estudiantes. ¿Es así realmente?, insisto. ¿No hay una inercia clasista que separa incluso a los individuos de distinta clase que se atraen sexualmente? El amor sobre toda diferencia social: ese no es un enunciado romántico, es realista, se afianza Genoveva. La química sexual no sabe nada de conveniencias sociales. Se da cuando se da, y punto. Un poeta habló de las chicas pudientes que se hacen empomar por colectiveros. ¿Eso no será una leyenda urbana?, dudo. Las leyendas urbanas por lo menos hablan de fantasías existentes, si no de realidades. Yo veo, más allá del racismo y el clasismo que imperan en Capital, una corriente de deseo que no cesa, la curiosidad por otra piel, otro olor, siempre es más verde el jardín del vecino. Bueno: ponele que no es perversa, me rindo. ¿Cómo definirla? Dejala indefinida que camine, en el movimiento se ve cómo es la gente, remata, sabia, con una seca sonrisa. Pero yo me la imaginé perversa, refunfuño. Pero no sabés lo que es la perversión, porque vos mismo no sos perverso, y un novelista puede hacer poco con la observación de otros y todo con la de su propio interior. Una concepción lírica del relato, resisto con la última bala. ¿Y quién odia a los poetas?, dice, triunfante. E inclino el rey: Sólo los novelistas convencionales.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Prolegómenos de un plan para la corrupción de una virgen

La mujer se llama Eva Krieger y ahora va en taxi con el sol lamiéndole el lado izquierdo de la cara por la avenida Mosconi retocándose los labios con ayuda del espejo. A todos les gusta la luz del sol. Va hasta Belgrano, a ver a una amiga y a reírse otra vez de Lisandro. Pensándolo bien, es notable cómo pasa de la calentura al cinismo, como si se tratara de abrir y cerrar una canilla. Algún día lo va a comentar con su psicólogo, que más boludo no puede ser, pero por lo menos la entretiene con su negativa a aceptar que es una perversa. Desde adolescente Eva se acostumbró a verse así, sabe que tiene que disimular y que nunca tendrá un contacto real con nadie, pero peor es nacer en Biafra. El novio de la amiga que va a ver le dice en broma Eva Braun. Es un judío economista, progre, que ahora está teniendo una buena época en la prensa, perdón por la redundancia, progre. Pero no hace su agosto como lo hace Melkonián. Eva se la pasa calculando cómo van a caer este y aquel en el próximo período presidencial. Por experiencia, sabe que las banderas serán arriadas y que nadie las recordará mientras no sea conveniente. Confía en la experiencia de un país pendular, donde la autocrítica stalinista es un asco y cualquiera se reinventa a su gusto, con el beneplácito del medio. Sabe que en un país de zurdos multimillonarios y derechosos fieles y seguidores, la falta de un movimiento obrero autónomo y combativo garantiza la continuidad del status quo, con momentos de mayor indulgencia hacia la masa de asalariados. Esa es su manera de disfrutar de ser argentina.
La amiga, cosa rara, no respondió al timbre ni a los mensajes de texto, por lo cual está en un Plaza del Carmen, pasando el tiempo con su notebook. Chequea que todo sigue igual en la prensa y abre la carpeta que últimamente más la atrae, la llamada ELLA. Revisa las fotos de Estela: de perfil en la ventana de un bar, esperando el colectivo en la esquina de la casa de Lisandro, prendiendo un cigarrillo en la puerta de un cine. Todas las fotos fueron sacadas a una distancia media, pero Eva está segura de que Estela sabe que la está fotografiando y la excita la demora del pedido de explicaciones. Por ahora ella es una amiga más de Lisandro y Estela parece conforme con eso. Pero Eva todavía no sabe qué hacer con ella. Cree que la atrajo porque no puede distinguir si emite una confirmación o una negación con respecto a su descubrimiento filosófico de la temprana edad: no hay razón para ser feliz ni buena. Ahora apuesta por la confirmación, cierto sesgo derrotado que adopta el ángulo de la cabeza con el cuello en las últimas fotos así lo indicaría, pero debe intimar más, el problema es cómo. No hay temas en común con Estela, que la mira con cierta indiferencia apenas tolerante. Lo último que se le ocurrió es hacer una fiesta y en algún momento -pero cómo- quedar a solas con ella, lentamente abrirse...Sin embargo sabe que son sólo fantasías. No se le ocurre una medida práctica que las acerque. ¡Y quedarían tan bien juntas! El largo pelo rubio de Eva junto a su corta melena castaño oscura, sus dos cuerpos longilíneos y chatos, como le gustan a él, los ojos negros aindiados de ella perdiéndose en los iris verdosos y burlones de Eva, que nunca parpadea y siempre tiene en la mente una imagen propia sacada de películas americanas de la serie negra donde ella es Bárbara Stanwick, tan erótica como manipuladora, tan deseable como fatal, blindada atrás de un vidrio, la garganta blanca palpitando de risa, joven animal peligroso...El lesbianismo imaginario de sus últimos tiempos es un juguete al que aún no le ha sacado el jugo. El otro día , en Barrancas, tomando sol y estrenando un nuevo par de anteojos, pensó que una escort podría ayudarla a experimentar en ese terreno. Justamente la amiga que iba a ver hace poco  le contó que el judío y ella habían probado con una negra brasilera y que ella se había sentido "estimulada, pero insatisfecha". Es el hombre el que molesta, pensó acodada en el pasto, mirando a las madres jóvenes y a los tríos de amigas desplegar su belleza al aire libre, y se sintió, igual que ahora, poderosa e independiente, sin necesidad de nadie, disfrutando los pasos previos a la formulación de un plan.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Las distancias de la noche

De una negrura perfecta, de una nada que no deja nada que desear, lo saca a Lisandro el timbre del teléfono de línea, porque celular no tiene. Palpa con torpeza sobre la mesa de luz hasta alcanzarlo, pulsa el botón y se lo lleva al oído sin decir nada. ¿Hola?, una voz de mujer ansiosa. ¿Sos vos? Sí, sí, masculla él. Hijo de puta, dice la voz ahora más baja y rencorosa. Ni siquiera en la nena pensás. Mostrándote así por la calle con esa, esa, esa puta de mierda, recontragarchada por todo el barrio, toda acabada. Y yo y tu nena acá, esperando que nos lleves al zoológico, hijo de puta, maricón, porque vos no sos un hombre, no tenés nada entre las piernas, maní, chizito. ¿Y ahora no decís nada? Pero bien que hablás cuando te encaro, se te ocurren un montón de explicaciones, millones de promesas, prometés el oro y el moro, y yo estúpida que siempre te creo, pero esta vez no, no va  ser igual, eso te lo juro...
Y mientras la voz seguía desgranando su discurso, Lisandro pensó en toda la gente sola, despierta o dormida, que daría un medio aguinaldo por escuchar una voz conocida en esos momentos en que uno se siente menos que una hoja agitada por el viento cósmico, un ser apenas viviente, mustio de falta de amor, enfrentándose sin armas al frío letal que paraliza el pensamiento y la voluntad, fijándolos en un pulso de muerte que no se acelera ni se ralenta, igual a sí mismo desde el origen de la especie, obsesión de los primeros cazadores en las noches invernales, Lisandro pensó en la distancia entre esa mujer y él, ahora salvada, pero destinada a bostezar a sus anchas cuando se cortara la comunicación y él no supiera siquiera su nombre, pero permaneciera despierto con las vista clavada en el techo homogéneamente negro, sin atender a la semiclaridad lechosa que tendía sus dedos desde el farol de la calle por la persiana hasta unos centímetros dentro del dormitorio, pensando en cuánto separa a Bangkok de Ceuta, a Orión de Andrómeda, en todo ese espacio que ningún grito, por más auténticamente lleno de gozo o desesperación que fuera, podrá cruzar nunca en las edades por venir, en el destino doméstico del aire exhalado para pronunciar unas pocas palabras de rigor, en un entierro en la Chacarita, los pies arrastrándose por el suelo y el pecho un poco oprimido, como si un angelote de terracota estuviera sentado sobre él, esperando su momento, las alegorías escupen al cielo, ahora la mujer lloraba y rogaba, no se entendía nada, él esperó una pausa y dijo con voz clara: Ánimo. Equivocado. Y pulsó el off. Qué pasa, preguntó somnolienta la mujer a su lado. Nada, dijo él, dormí, y cruzó las manos bajo la nuca y se puso a esperar la mañana.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Extravíos de la percepción

Estela ya está en su casa, ya ha comido, se halla frente al espejo del dormitorio que la refleja de cuerpo entero, desnuda, y hace un rato ha creído ver en el azogue una marmota. No una marmota escurriéndose entre sus piernas, desapareciendo debajo de la cama, o aunque más no sea volando sobre su cabeza, roedor sea harrier. Vio a una marmota en lugar de la imagen personal a la que está habituada. Shockeada, ahora trata de reconstruir el camino que la llevó a esa alucinación o, para no ser tan crudos, error de percepción. Había preparado los fideos y los había comido sin nada en especial en mente, simplemente escuchando temas de Placebo por el parlante de la compu, y pensó que tenía que comprar un parlante nuevo, el que tenía no se escuchaba bien. Después...¿Qué había hecho después? ¿Ir al baño a hacer pis, o lavar los cacharros? Ahora se da cuenta de que hubo un lapso de pocos minutos en blanco donde pudo haberse colado la marmota. ¿Por qué estaba tan distraída últimamente? También en el colectivo, recapitulando perezosamente la jornada, había olvidado a qué hora se había levantado de la cama, que todavía, entre paréntesis, está sin hacer, como testimonio de su progresiva dejadez. A veces sentía que una fuerza silenciosa y micro la arrastraba lejos del presente, hacia una zona gris, una tierra baldía donde seres encorvados dormían en tiendas hechas con ramas y bolsas de arpillera. Recordaba con nostalgia el 2002, la salida de la adolescencia, la turbamulta, piquete y cacerola. En ese momento se sentía actual y liviana, sin noción del tiempo, convencida de la democracia directa y de la falta de salidas de la crisis, todo al mismo tiempo, lo cual era muy excitante. Había garchado de parada contra el árbol de un parque que solía ser recorrido a esa hora de la noche por minúsculos pero peligrosos forajidos, y no tuvo ni un poco de miedo, si bien no había acabado. El nombre del chico era Roger, después de eso simularon no conocerse.Ahora, frente al espejo, se sostiene las tetas con las palmas de las manos, saca los labios afuera y murmura una procacidad, pero es todo falso: no sabe qué hizo en ese lapso y vio su imagen reemplazada por la de una marmota. Tiene que llamar a Lisandro. Desearía llamar a Pablo, pero Lisandro está más a mano.

martes, 13 de noviembre de 2012

Caminata

Estela apura el paso, le gana a la camioneta por un pelo, el conductor toca la bocina y le grita y ella ríe y bajo el sol espléndido de un domingo de primavera en Palermo pega un saltito y sube a la vereda. Correr riesgos mortales en la calle es una costumbre que tiene desde chica. Era el miedo de su madre, recuerda ahora, algo melancólica mientras muerde un pellejo en su pulgar, lo que la empujaba a tirarse del tobogán más alto y pelearse con los varones y contestarle a la señorita directora. Fue una niña turbulenta y sarcástica, siempre mirando con cierto sonriente salvajismo por debajo de las cejas espesas, en las fiestas familiares parada en el marco de una puerta con las piernas listas para saltar, para saltar por la ventana de un décimo piso, volar, escuchar como provenientes de otro mundo los gritos horrorizados que llegan desde atrás, entregarse finalmente a la succión que no cejó un segundo en toda la vida. Pero ahora sabe que esos pensamientos son malsanos, y sabe que no debe demorarse en ellos, y sabe que en cualquier caso todavía tiene el teléfono de la psicóloga que le recomendó su prima. Además es domingo, la juventud y los extranjeros desbordan las veredas de Plaza Cortázar, está bueno para sentarse en la vereda y tomar un café o mejor una cerveza, pero no con el estómago vacío, salvo por ese pellejo que viene masticando hace dos cuadras. ¿Podría uno devorarse a sí mismo de esa manera poco a poco? Desaparecer de modo tan elegante en la nada...Un tostado de crudo y queso. Chorreando el queso por los bordes. El gusto salado del jamón despertando las ansias de tomar y tomar, hasta hincharse como un globo y subir por el aire...También estos son pensamientos malsanos. Epa, qué lindo rubio, con ese gancho en el labio, qué mirada negra y peligrosa, seguramente un dealer que simula vender remeras diseñadas por él mismo. La plaza se inflama paulatinamente de colores hacia el crepúsculo, las palabras en inglés y portugués caen redondas al piso, nadie le responde a nadie. De repente se siente seria y vacía; no va a llenarse el estómago con porquerías, va a volver a casa a preparar unos fideos a la bolognesa, tiene la pasta, el tomate, la cebolla, el ajo, la carne picada, tiene todo en su casa, comer dos o tres platos y después si cabe vomitar. Dormir en paz.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Proyectos acariciados, planes de largo plazo

La madurez puede demorarse, pero siempre llega. No se pueda parasitar a los organismos internacionales, fundaciones, centros de estudio, ONGs, por siempre. Hay que hacer algo creativo, algo que deje una huella en la historia. Lisandro, rascándose la ingle, fantasea con un libro de ensayos. ¿Será benjaminiano o adorniano? ¿Agambeniano o deleuziano? ¿Profundizará el pozo de la nación o intentará echar luz en nuestra condición globalizada? Lisandro quiere hablar de libros argentinos, de ficción, poesía y ensayo, del siglo XXI. Le parece que el siglo XXI tiene cierta ansiedad por develarse. Él colige que solo será develado cuando China tome definitivamente las riendas, pero mientras tanto hay que apostar, eso es lo entretenido. Un siglo de muchos escritores y pocos lectores, pero esto es una chicana: todo lo que no pase por las multinacionales de la edición está condenado a ser minoría. Tal vez lo que haya que enfocar es ese deseo de, a pesar de saber esta sencilla verdad, trascender al gran público, incidir en el espíritu de época, ser entrevistado en televisión. Pero mejor, la sociología del arte que venga después. Deslicémonos por las timideces y audacias de tantos contemporáneos y compatriotas. Seamos lo más sincrónicos posibles. Juzguemos a cada autor por su mejor momento. No seamos sobradores al pedo. Porque si alguna vez hubo una oportunidad de hacer literatura al margen de la burguesía, grande o pequeña, fue ahora. La burguesía perdió en el 2001 su hegemonía, y antes de que una nueva alianza de clases venga a reemplazarla y a establecer su pax, hay un momento convulso en que posiciones corporales inéditas son posibles: de ahí a la lengua hay un paso. Y entonces no hay más que escuchar y leer y la literatura se hace sola. Posiblemente empiece a tomar notas en estos días, a hojear libros, a pensar. Son horas promisorias.

domingo, 11 de noviembre de 2012

El tiempo es un amigo fiel

Que conserva el pasado y opina que el futuro no será distinto. En realidad, no hay anécdotas, no hay nada que contar. Las cosas se niegan a cuajar en estructuras con principio, medio y fin. El meollo se oculta, aprendemos a esconder gracias a nuestra intuición de que la verdad es escandalosa y bastante desagradable. Así la cubrimos de tierra o paños y nos refocilamos imaginándola, ahí, igual que la última vez, sólo que la imaginación nos la presenta siempre con algún detalle nuevo.Llega un punto en que, percibir, lo que se dice percibir, no percibimos nada: existe nada más que lo proyectado en la pantalla mental. Comulgando en ese acto se encuentran y se separan creyentes, místicos, filósofos y artistas. El asco de las superficies extensas, exánimes, reventadas. Un chico encuentra un pozo en el campo y tira ahí a su hermanito, un bebé. La conciencia de que arriba están las estrellas y nada se puede hacer con eso. Infantes y adultos embobados ante una diadema de luces. Nada cuaja en anécdota: esa es la sabiduría del amigo. Ni trágica, ni épica, ni lírica. Al principio parecía que todos los días eran iguales -despertar, lavarse, tomar el tren, trabajar, comer, dormir- pero pronto se dieron cuenta de que cada día era único, que de hecho morían y renacían cada anochecer y cada mañana. Eso pasó cuando la memoria se volvió demasiado complicada y estuvieron listos para abandonar. Poder nacer dos veces es el lujo de los dioses: ellos nacían a cada rato, los virus, se los sentía vibrar en una gota de saliva burbujeando entre los labios. Se consideraba a sí mismo un mero envase y se concentraba únicamente en llevar y depositar su contenido de la manera más fácil posible. Prefería estar sentado a parado, acostado y no sentado, quieto en vez de moverse, silencioso en vez de parlante, tirarse pedos imperceptibles salvo para su olfato. El amigo fiel adora las existencias cerradas, las casonas frescas, los patios en que la noche se vuelca como en una copa. Le gusta el vino de la madrugada, las conversaciones de palabras ininteligibles o inaudibles, ese estrépito, la humanidad como jadeo, rugido, bostezo, borborigmo. Es alto, flaco y conservador en la vestimenta, pero le gusta pasear por Palermo, ver la floración de tela y las formas abstractas que no cargan ninguna culpa, que nunca han dicho nada. Sabe que la eternidad está enamorada de él, pero ese amor depende de no consumarlo, una vez consumado sería comido y esto, apretado en un átomo de densidad imposible, ya no sería imaginable, no podríamos demorarnos en el insomnio en el prolijo conteo de todo lo que se escapa de nuestros ojos, de todo el día vivido e ignorado o apenas intuido. Este es el insomnio perfecto, un gimnasta que se inclina hacia atrás tocando el suelo con la punta de los dedos, arco que se acaricia con la mirada de un punto a otro y vuelta a empezar, fuerza que empuja y suelta, ya viene Hypnos con su melena de agua, ya nos ahogamos.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Madrugada del 9

Una cabalgata lenta, al punto que casi no se avanza, pero se siente al enorme animal viviente en los ijares, y nada se ve, tal es la polvareda, pero sí se escuchan, a distancias variables, gritos, interjecciones, puteadas, una sensación de gran bestia moviéndose. ¿Y qué hay arriba, el sol o la luna? ¿Amanece o atardece? La calidad de la luz no permite una precisa ubicación en el día. Contaminado, enfermo, el aire es pesado y aprieta los pulmones. Es casi como agua, un agua barrosa que arrastra pequeños seres vivos en la viscosidad de lo postrero, porque siempre se atraviesa el campo un día después de la inundación, por eso los libros se subieron todos al estante más alto, Sarmiento amenaza desde una loma, la cinta asfáltica corre entre lomas, hace un frío polar, los dientes castañeteantes casi amputan el pulgar en la boca, qué pasa con ese feto en la charca moteada de briznas verdes, de quién es, quién lo tiró, castigo a los culpables, y entonces en la marcha que choca contra la pared de cruces el esplendor de la vociferación: ¡saquen sus rosarios! Y de vuelta en el páramo helado una fila de camiones ronronea densamente, en cada acoplado una efigie de Hugo, marchan hacia la capital, marchan, marchan como los caballos que ahora acelerados en la barahúnda pisotean los parques tan bien cuidados, las lápidas, los muros conmemorativos se caen a pedazos, un jinete al despertar tiene gusto a ladrillo en la boca.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Los propietarios y los desposeídos

Lisandro piensa en ellos. Él no va a ningún lado, ni a favor ni en contra, pero es simpatizante y mira, sobre todo televisión, y escucha. Están por todas partes. Pero el verbo está mal: no es que estén en el mundo, es que son el mundo: los que tienen algo y quieren protegerlo o acrecentarlo. Parece fácil, desde una sensibilidad media progre, denostarlos y ponerse a favor de un Estado que distribuye para los otros, para el negativo, los desposeídos. Pero hay un costado débil en esa posición: la toman los propietarios sensibles que no se sienten amenazados, no en primer lugar los desposeídos, que siguen reclamándole al mismo Estado que los tiene como su base mejores niveles de ingreso. El hombre es un propietario natural y la pobreza no estimula virtudes morales. Ahora, mientras ve una toma aérea de la 9 de julio, le vienen a la mente dos anécdotas. La primera se remonta al conflicto de la 125. Una militante kirchnerista, en las cercanías de una importante estación de tren, intenta que una morocha fornida tome su volante. La morocha se niega y afirma orgullosa que está con el campo. ¿Por qué? Porque a ella tampoco le gusta que le metan la mano en el bolsillo. Y desprecia la pregunta alelada de la militante: Pero, señora, ¿usted qué tiene en el bolsillo? La pregunta parece de sentido común, pero es irrespetuosa y necia. No se trata de la posesión concreta, sino del tener, del tener como estructurador de una identidad y un lugar en el mundo. El capitalismo ya ganó: se es porque se tiene, y el no tener agudiza los síntomas de esa victoria ideológica del Capital. Cierto poeta oficialista, muy lúcido, lo expresó así: "Si te escandaliza lo que escuchás en Callao y Santa Fe, andá a Cobo y Curapaligüe y después contame". Esta línea de razonamiento, razona Lisandro, escuchando a Sanz, abonaría el proyecto Scioli-Macri-Massa: un peronismo gerencial que encontrara una fórmula macroeconómica que contentara por igual a poseedores y desposeídos. Sabemos que eso tiene patas cortas, el pato de la boda en esos casos es el mismo Estado y cuando ya no puede sostener la fiesta los desposeídos y los medianos propietarios se hunden bastante más para que los grandes propietarios sigan ocupando su lugar. Pero dentro del mundo sensible, para abreviar, de la derecha peronista gerencial, hay otra línea que expresa otro modo del tener, y a esto viene la segunda anécdota. Está en contacto con un vecino de la zona oeste de familia policial, de clase media , propietario de un chalet y un coche no muy viejo, que vive crispadamente su condición fronteriza con el mundo de los pobres. Es más, está obsesionado con eso, no deja de hablar de la pereza, fealdad, suciedad, falta de educación e infrahumanidad de los pobres. Dice, con una sonrisa, como si lo dijera en chiste: son piojos, hay que aplastarlos a todos. ¿Qué es más barato para un gobierno peronista de derecha: pergeñar un plan económico milagroso o simplemente utilizar las nutridas fuerzas de seguridad en la represión de la protesta de los pobres que no acepten morir de hambre? Lo cual, según la regla que reza que el que reprime pierde -De la Rúa, Duhalde- haría que el corazón sensible de muchos poseedores se volcara en contra de semejante extremo. ¿Entonces? ¿Se ha llegado a una impasse sociopolítica, donde nadie tiene el derecho a gobernar con legitimidad? Cristina, piensa Lisandro, una vez enamoró; tiene que volver a enamorar. Después del 2001, el tembladeral argentino requiere de esfuerzos de inventiva política siempre renovados para dejarse conducir. No se puede ceder, pero hay que escuchar y pensar. Por frases como ésa se cree un Churchill.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Fantasías de una señorita informal

¡La dulce aspereza, la áspera dulzura del empleo público! Diferenciar siempre entre "empleo público" y "cargo público". Este último conlleva responsabilidad y rosca, sus detentadores se cuentan en los estratos superiores del Estado y están en carrera. El empleo, en cambio, es para los militantes rasos, los amigos de amigos y parientes y también, por qué no, para gente con profesión u oficio acorde a la función. Estela, cristinista escéptica, ve pasar las tardes desde un mostrador en la entrada de una repartición cualquiera, llamémosla Ministerio de las Buenas Ondas. Con la habilidad de un mono toma identificaciones y entrega credenciales numeradas y viceversa. Hay momentos en que no pasa nada, nadie entra, y entonces, en su cubículo, su mente vuela. Vuela a ras del suelo: piensa en un empleado que labora exactamente en el piso superior. Se llama Pablo. Es rubio. Es un militante ferviente. Estela, ya lo adelantamos, precisa pasión en este momento de su vida. Detrás de los bucles dorados, de la mirada frontal e inocente, ¿está el Gran Reproductor o su versión light, el Amante Irrepetible? Ultimamente se ha vuelto todo muy mecánico, como en anteriores relaciones. En realidad, no sabe qué la lleva a los intelectuales que hacen del desapego irónico su mascarón de proa. Ella es una especialista en descascarar esa máscara y en llegar al foso de víboras de convencionalismo pequeñoburgués que oculta. El caso de Lisandro es un poco diferente: no hay nada que encontrar tras la careta. Pero la novedad, si ya no se ha agotado, sí empieza a hacerlo, empiezan a picar los ojos detrás de desconocidos y alternativas y cuando recién ingresó Pablo la miró y a partir de entonces es tema predilecto de sus pensamientos.
¿Se acuesta con su jefa? Mil veces los ha visto salir juntos, riendo y charlando. Esa cuarentona teñida de rojo fuego -si bien, cabe reconocer, algo más espigada que Estela-, esa mujer doblemente divorciada y ¡sin hijo!, profesional competente según dicen, pero aun así, ¿puede ser una rival? ¿Qué cuenta Estela a su favor? Un par de chistes, unas miradas más prolongadas de lo necesario...Es poco y adolescente, pero igual, ¿en qué va a pensar frente a la puerta doble donde personal de vigilancia, las manos a la espalda, practica vaciar su conciencia en condiciones poco monásticas? El empleo público lleva al Zen. Del fondo del aburrimiento nace la paz, y la paz engendra la nada. En la nada se flota ingrávida, hasta que termina el horario y una se reintegra al microcentro sudoroso y salvaje, rogando por que los subtes anden. ¿El amor es pasión, es sexo o es mutuo acostumbramiento? A los veintiocho años, ¿qué le cabe esperar? Sus primas ya tienen varios hijos, no son herejes del credo barrial y parecen normales y felices, o normalmente felices, lo que es más que su estado habitual, lleno de nostalgia por lo ido y anhelo por lo por venir. ¿Consultar a un psicólogo, a un sexólogo, decirle a Lisandro que es un imbécil, a Pablo que lo quiere? ¿Por qué la nada no quiere abrazarla y tragarla, el amante pitón que viene en lugar del príncipe azul, pero que también cobija y guarda? Leticia, se llama la jefa, qué nombre de vampiresa en decadencia.
Es importante para mí, como escritor principiante, que entiendan que todo es un ejercicio y al mismo tiempo la cruda realidad. Vivo en el mismo plano que mis personajes, no sé nada de ellos que ellos no sepan -miento: de algunos sé más-, y estoy casi seguro de que más de uno sospecha mi existencia. Tengo poder, limitado o autolimitado, como todo poder democrático. Ignoro en este preciso instante hacia dónde se inclinará la vida sentimental de Estela, Pablo, Lisandro y Leticia. Espero con ansiedad el día de mañana, que como todo amanecer traerá sus nuevas. Que duerman sin frazada.

lunes, 5 de noviembre de 2012

El tema del trasmundo

Afortunadamente, el tropel de diablos con disfraces grecorromanos fue prontamente puesto en vereda por el G.E.O.F. y no hubo que lamentar más que un leve aumento en la estadística diaria de violaciones y unas cuantas casillas quemadas en Retiro, pero son esos negros que no cuidan nada. Con lo cual Genoveva y yo, con este calor, quedamos enfrentados a la meta-obstáculo de un nuevo capítulo, con este calor que no ceja. Así que ella, en bombacha y corpiño, el sudor goteando de su frente, haciendo una corta escala en su nariz prominente y cayendo al final sordamente en el muslo cruzado sobre el otro, roja, recaliente, teclea y teclea como son las reglas de la Casa: no hay ni puede ni debe haber interrupción. La interrupción mata. Genoveva y yo queremos vivir por siempre; personalmente, yo quiero escribir por siempre y estar siempre en el principio. De ese tecleo constante, de mi voz gangosa y oscura, se van desprendiendo estas letras, que nos llevan al: Tema del Trasmundo.
  Es la demostración, dice Estela, novia de Lisandro. Todos los vieron. Eran de verdad, surgieron de golpe, son el pelotón de avanzada, están por llegar los días finales.
  Es como ese cuento de Dick, apoltronado en el sofá con una cerveza Lisandro la refuta. El agua corriente está llena de alucinógenos y todos vemos cosas que no son reales. Creemos en el G.E.O.F.. No hay otro mundo y si lo hay no puede irrumpir en éste o está irrumpiendo desde el principio en aspectos que ni siquiera notamos, por debajo o por encima de nuestra percepción. Cfr. Kant vs. Swedenborg. En serio, mi amor, no te des máquina con esas boludeces.
Pero Estela no puede parar de creer porque quiere creer. Desde que su padres murieron con seis meses de diferencia, cada minuto pesado que pasa en su aburridísimo trabajo en un Ministerio lo pasa pensando en el reencuentro. Sencillamente no concibe que todo lo que fueron sus viejos se haya simplemente disipado. Al principio pensaba en comunicarles recriminaciones y ajustar las cuentas, pero pronto abandonó esa obsesión  y se dejó ganar por otra: su presencia visible, palpable, en cada momento de su vida. Todavía no alucina, pero pronto lo hará. Incluso cuando está con su novio, ese horrible cínico, se concentra en captar la presencia de ellos, tan querida. Estela es carne de neuroléptico. Ya llegaremos a ese momento. Ahora, Lisandro empieza a rascarle el pelo en la nuca, ella empieza a hacer mohínes, la televisión transmite un documental de conejos, Buenos Aires está en paz.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Pregunta sincera

¿Cómo se convierte el atún en paté?
Respuesta de Genoveva: por la magia del arte.

Una visión en la televisión

Un licenciado en Filosofía y ex pretendiente a dandy escuela Caparrós, Lisandro Montes Arévalo, residente del barrio de Versalles y temporariamente desocupado (está entre dos becas), decide darle un descanso a su macizo cerebro y alienarse frente al aparato maléfico con una lata de atún, queso fresco, pan y vino tinto. Su dedo déspota se pasea por canales de películas, impaciente por la profusión del decadente Hollywood de las últimas décadas, y de series, formato que aborrece. Desprecia por principio el canal oficial y finalmente ancla en el canal defensor de la libertad de expresión, repito, Libertad-de- Expresión. Dos conductores con traje y ojeras de sepultureros de ilustración de novela de Mark Twain son minúsuculas figuras en el paisaje de un inmenso estudio con no menos de tres grandes mesas en herradura y una escenografía abstracta y colorinche. Ahora se alejan de una de las mesas hacia la derecha , donde está sentada y va a ser entrevistada, anuncian, Eliana Parió, veterana diputada y azote de Dios. Después de unos forzados comentarios humorísticos sobre los horribles trajes de los conductores-sepultureros, la vocación astrológica de la diputada, que es redonda, es puesta a prueba con la pregunta de cómo ve el año que viene.
  Desastres, rayos y centellas, apunta cavernosa la esferolegisladora. Pero basta ver lo que pasa este año, las amenazas a las instituciones que por otra parte son una mierda, yo sólo confío en una jueza hasta que me demuestre que también es una chorra hija de mil putas. Pero qué querés con esta banda de idólatras adoradores del Diablo, con estos fascistas-estalinistas-castristas-neonazis, esta no es Eva Braun porque tiene feas piernas. Miren, yo tengo autoridad moral. Eso es lo que pasa. Lo que a mí me sobra, a otros les falta. Puedo prestar, pero con un interés razonable, no a las ridículas tasas que la política argentina, decadente como nunca, me ofrece. ¿Qué van a hacer con la inflación? ¿Qué van a hacer con la cosecha de sorgo que se arruinó? ¿Quién atiende a los mercados de ultramar? ¿Quién frena el materialismo del consumidor nativo? Yo lo que veo es que los problemas se acumulan y no hay indicios de un plan a largo plazo, falta voluntad política y sobre todo, señores, falta decencia. Decencia. A mí me sobra, no hablo por mí, me quedé sola pero ya, la victoria es peor que la derrota. Cristo tiene una espada, no es sólo amor, eh (guiña el ojo). Los que se arrepientan aún están a tiempo, ¡pero que no demoren, porque la hora y el día están fijados desde el principio de los tiempos y hace cinco años que vengo avisando! Este país no es una sociedad, esta sociedad no tiene moral, esta moral no es la de Hanna Arendt. ¿Para qué hablo? ¿Quién me escucha? 1%, señores. No me da vergüenza decirlo, porque los equivocados son los otros y el año que viene lo demostrará. El pueblo argentino tiene que salir a la calle con la Constitución en una mano y la espiga de trigo en la otra. Nos subimos a un carro alegórico y bombardeamos con cereal la Casa Rosada. De noche con esa luz parece un boliche de Miami, yo no conozco pero me contaron. ¡Los pecadores serán tragados por un abismo de fuego y hielo! Yo aviso, aviso, pero no me tomen por tonta...Yo sé, yo sé que cada uno está con su negocito, su minita, su noviecito, y no piensa en el país, en la sociedad que ya no da más de tanta injusticia y corrupción. Lo digo de frente y sin vueltas, a mí no se me paspa la lengua por dar nombres: Juan Duarte maneja la plata de Odessa. Y ustedes lo saben perfectamente, pero no lo dicen. A mí no me cuesta nada y lo derrocho a manos llenas, me sobra decencia, castidad, autoridad moral. Si usted quiere le presto, pero tonta no, ¿eh? A ver qué van a hacer cuando se acabe la plata de los casinos, de la droga, de la trata....Pero yo quiero llevar un mensaje a cada hogar: no se desesperen. No va a pasar nada. Salgan que no va a pasar nada. No hay que tener miedo, hay que tener cuidado. Otra cosa les digo...

Lo raro es que a medida que hablaba su voz enronquecía y a Lisandro le pareció que un fulgor verdoso despedían su ojos, marrones como los de Bambi. Los periodistas se removían en las sillas giratorias, se aflojaban la corbata, pasaban el canto de la mano por las brillosas frentes. La voz grave, sepulcral, ahora hablaba de las aberraciones por venir, pero ya el incendio del decorado era inocultable y los enterradores huían de un tropel de centauros pifiantes que pisoteaban las alfombras y las mesas, mientras la global eurodiputada seguía hablando, inconmovible, fanatizada, y la verdad del juicio final, a través de la garganta de Belcebú, se hacía patente para Lisandro, que no podía dejar de eructar por la mala calidad del paté.

sábado, 3 de noviembre de 2012

¿Cómo puede un manco doble usar las manos?
Con la fuerza de la imaginación.
La estúpida Genoveva, perra sarnosa que ya tendré el alivio de azotar y de escuchar sus frígidos lamentos, de ver su piel levantarse en láminas de carne y sangre, de recibir sus súplicas y sus promesas de corrección que no aflojarán mi mano, ha escrito en la entrada anterior "gratos" en lugar de "gratis". ¡Todos los que son gratis no son gratos, boluda! De todas maneras, la equivocación me sirve para mostrar lo que es mi mayor virtud como narrador: la honestidad. Usted recibirá aquello por lo que paga, y si no paga, recibirá lo que sigue. Ahora sí: hasta mañana.

Prólogo

Acabada esta novela, que no tendrá título ni editor, tendré que pegarme un tiro en la sien. Pero falta mucho para eso. Soy el Escritor Principiante, mucho gusto, su guía en las páginas estremecedoras de sexo, violencia, zoofilia y pedofilia que usted no tendrá el placer de leer debido a los altos estándares morales de la Casa. En su lugar le ofreceremos una novela que no quiere ser convencional, pero probablemente lo sea; una trama compleja, difícil de memorizar y tal vez olvidable, pero no olvide que la está leyendo gratis; escenas un poco más dulces que las del cine gore y no tan obvias como las películas de Enrique Carreras; una galería de personajes definidos y vitalísimos, como en 3D, pero con psicología decimonónica, de daguerrotipo; un estilo vibrante y comprador, como una bailarina de tango de piernas perfectas y mirada incitadora; soy el Turco Asís disfrazado y esta es mi entrada de regreso al mundo literario nacional, ¡respétenme otra vez!; palabras nuevas, pulposas, sabrosas como damascos bien maduros, que la golosa lectora sabrá paladear antes de escupir -pero escupir es una palabra tan vulgar...-, digo, mejor, posar con la lengua sobre la palma de la mano el carozo antes de tragar, en un fácil movimiento de la glotis, la carga de significado que hará estallar su estómago: que limpie las paredes la sierva; opiniones, nociones, divagues y teorías como no podrá encontrar en ninguna mesa de Cúspide y tal vez tampoco en Prometeo, por la sencilla razón de que ningún editor con olfato aceptaría su chocante olor a la vez anacrónico, primitivo y aún no probado, tanto en el sentido argumentativo como gustativo de la ppp-paa-laaa-brrrraaaa, perdón; debo confesar que estoy dictando estas líneas debido a que no tengo manos, lo cual es un inconveniente menor comparado con las llagas que asuelan mi lengua y el interior de mis mejillas y que me dificultan, otra vez perdón, la pronunciación; Genoveva, la única a la que amo, tiene un oído de murciélago y discrimina a la perfección entre el estruendo de vocales y el alud de consonantes impropias las sagradas, antiguas palabras que ahora usted, Lector, está, realmente lo espero, exactamente leyendo. Soy sólo un vendedor, como lo son o lo terminarán siendo todos mis colegas; mi continuidad depende de que usted compre. Compre lo que es gratos, lo cual es todo el misterio de la Economía. Me entrego desde ya a su tolerancia, si no a su comprensión. Hasta mañana.