sábado, 3 de noviembre de 2012

Prólogo

Acabada esta novela, que no tendrá título ni editor, tendré que pegarme un tiro en la sien. Pero falta mucho para eso. Soy el Escritor Principiante, mucho gusto, su guía en las páginas estremecedoras de sexo, violencia, zoofilia y pedofilia que usted no tendrá el placer de leer debido a los altos estándares morales de la Casa. En su lugar le ofreceremos una novela que no quiere ser convencional, pero probablemente lo sea; una trama compleja, difícil de memorizar y tal vez olvidable, pero no olvide que la está leyendo gratis; escenas un poco más dulces que las del cine gore y no tan obvias como las películas de Enrique Carreras; una galería de personajes definidos y vitalísimos, como en 3D, pero con psicología decimonónica, de daguerrotipo; un estilo vibrante y comprador, como una bailarina de tango de piernas perfectas y mirada incitadora; soy el Turco Asís disfrazado y esta es mi entrada de regreso al mundo literario nacional, ¡respétenme otra vez!; palabras nuevas, pulposas, sabrosas como damascos bien maduros, que la golosa lectora sabrá paladear antes de escupir -pero escupir es una palabra tan vulgar...-, digo, mejor, posar con la lengua sobre la palma de la mano el carozo antes de tragar, en un fácil movimiento de la glotis, la carga de significado que hará estallar su estómago: que limpie las paredes la sierva; opiniones, nociones, divagues y teorías como no podrá encontrar en ninguna mesa de Cúspide y tal vez tampoco en Prometeo, por la sencilla razón de que ningún editor con olfato aceptaría su chocante olor a la vez anacrónico, primitivo y aún no probado, tanto en el sentido argumentativo como gustativo de la ppp-paa-laaa-brrrraaaa, perdón; debo confesar que estoy dictando estas líneas debido a que no tengo manos, lo cual es un inconveniente menor comparado con las llagas que asuelan mi lengua y el interior de mis mejillas y que me dificultan, otra vez perdón, la pronunciación; Genoveva, la única a la que amo, tiene un oído de murciélago y discrimina a la perfección entre el estruendo de vocales y el alud de consonantes impropias las sagradas, antiguas palabras que ahora usted, Lector, está, realmente lo espero, exactamente leyendo. Soy sólo un vendedor, como lo son o lo terminarán siendo todos mis colegas; mi continuidad depende de que usted compre. Compre lo que es gratos, lo cual es todo el misterio de la Economía. Me entrego desde ya a su tolerancia, si no a su comprensión. Hasta mañana.

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