lunes, 12 de noviembre de 2012

Proyectos acariciados, planes de largo plazo

La madurez puede demorarse, pero siempre llega. No se pueda parasitar a los organismos internacionales, fundaciones, centros de estudio, ONGs, por siempre. Hay que hacer algo creativo, algo que deje una huella en la historia. Lisandro, rascándose la ingle, fantasea con un libro de ensayos. ¿Será benjaminiano o adorniano? ¿Agambeniano o deleuziano? ¿Profundizará el pozo de la nación o intentará echar luz en nuestra condición globalizada? Lisandro quiere hablar de libros argentinos, de ficción, poesía y ensayo, del siglo XXI. Le parece que el siglo XXI tiene cierta ansiedad por develarse. Él colige que solo será develado cuando China tome definitivamente las riendas, pero mientras tanto hay que apostar, eso es lo entretenido. Un siglo de muchos escritores y pocos lectores, pero esto es una chicana: todo lo que no pase por las multinacionales de la edición está condenado a ser minoría. Tal vez lo que haya que enfocar es ese deseo de, a pesar de saber esta sencilla verdad, trascender al gran público, incidir en el espíritu de época, ser entrevistado en televisión. Pero mejor, la sociología del arte que venga después. Deslicémonos por las timideces y audacias de tantos contemporáneos y compatriotas. Seamos lo más sincrónicos posibles. Juzguemos a cada autor por su mejor momento. No seamos sobradores al pedo. Porque si alguna vez hubo una oportunidad de hacer literatura al margen de la burguesía, grande o pequeña, fue ahora. La burguesía perdió en el 2001 su hegemonía, y antes de que una nueva alianza de clases venga a reemplazarla y a establecer su pax, hay un momento convulso en que posiciones corporales inéditas son posibles: de ahí a la lengua hay un paso. Y entonces no hay más que escuchar y leer y la literatura se hace sola. Posiblemente empiece a tomar notas en estos días, a hojear libros, a pensar. Son horas promisorias.

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