jueves, 29 de noviembre de 2012

Vacilaciones de un ensayista incipiente

Hace días que Lisandro le da vueltas a su idea de escribir ensayos sobre literatura argentina actual. En una librería pequeña de Corrientes, mirando tapas de novelas americanas de mil páginas, la idea es una lastimadura en el dedo gordo del pie, que no inspira compasión ni preocupación a nadie pero es una molestia constante. El entusiasmo de Lisandro sube y baja y si se guiara por él nunca habría hecho nada. Tampoco la ausencia de una preparación académica especializada lo arredra, porque está entrenado en el desprecio filosófico a los graduados de Letras. Lo hace vacilar cierta cualidad visible y a la vez invisible de su materia. Los autores argentinos jóvenes están en los suplementos culturales: se los ve. Pero pocos los leen: no se los ve. En los suplementos culturales se pronuncian encomios sobre la calidad e importancia de sus obras. El que las lee no sabe si creerlo o no. Los autores dan reportajes donde se definen sobre literatura y política. Las declaraciones son tan unilaterales que no pueden ser tomadas en serio, o tan ambiguas que es imposible posicionar al autor por ellas. Cuanto más piensa, más inasible le parece el objeto de estudio. Quizá todo sea una gran broma y él no se dé cuenta por haber pasado la edad de la frescura. Mientras pensaba en esto sintió a sus espaldas un cuerpo pasar y ahora mira: es, como previó, una mujer. Alta, morocha, de rasgos aindiados y cintura esbelta, sostiene un volumen en sus manos sin anillos. Haciendo un esfuerzo con el cuello y la vista, Lisandro llega a leer el título: Eterna desconfianza. Es un título poético y paranoico a la vez. La inmensidad de lo eterno redime el pequeño sentimiento de la desconfianza. ¿Será de autor argentino? Ahora suena "Carrera de bicicletas" de Queen, la mujer deja el libro y saca el teléfono de su bolsa, por el brillo pícaro del ojo que llega a ver Lisandro  sabe que llama un varón. Se saludan, dialogan. No, no te vi. A las seis en el bar, sí. No, acá, leyendo de arriba lo que dice este pelotudo. Sí, les garpan lo suficiente para que hagan propaganda también cuando hacen arte. Sí, después te digo. Chaucito. La mujer guarda el celular y vuelve a tomar el libro. Si lo compra, es una argumentadora dispuesta a analizar las tesis de sus contrincantes. Si no, la impresión que se lleva fue quizá buscada por el autor. Ese es otro problema: leer y no leer tienen ambos efectos literarios. ¿Y si hace un ensayo sobre la ausencia de lectura de los libros argentinos del siglo XXI? Daría un paso más allá del dicho "en la ignorancia me hago fuerte". Hablaría con fundamento de la falta de fundamento de la literatura actual. La literatura actual trataría con fundamento su falta de fundamento al hablar de ella. Entre estas tesis contradictorias la novela más azarosa y rica, la de las miradas lectoras que se cruzan o se ignoran, se desenvolvería a sus anchas en el espacio de una ciudad donde el número de lectores del arte literario está en descenso desde hace treinta años. En ese clima tibio e íntimo de las pequeñas cofradías que viven de su propia y aislada historia, tal vez su mente sobrecargada de exigencias pueda volar. Ojalá así sea.

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