domingo, 18 de noviembre de 2012

Debate metatextual

Todos crecimos detestando esas novelas metatextuales en las que el autor "inscribía en el texto el proceso de producción". Pero ya pasó la época de la crudeza realista sucia, yo no soy Patrick Bateman poniéndole electrodos en las bolas al lector, todos sabemos que la gran novela americana fue Moby Dick y todo lo posterior fue industria. Sólo intervengo cuando me veo obligado a hablar a los fines de una mayor claridad. Y Genoveva, mi interlocutora exigente, cuestiona el diagnóstico de perversión para Eva. Para mí solo es una concheta más, dice. Si fuera una concheta más, le retruco, ¿qué haría con Lisandro y Estela? Lo que pasa es que vos tenés una idea tabicada de las clases. En Buenos Aires en una época todo fue mucho más fluido y algo de eso queda. Todavía un lumpen puede seducir a una burguesa en una fiesta de estudiantes. ¿Es así realmente?, insisto. ¿No hay una inercia clasista que separa incluso a los individuos de distinta clase que se atraen sexualmente? El amor sobre toda diferencia social: ese no es un enunciado romántico, es realista, se afianza Genoveva. La química sexual no sabe nada de conveniencias sociales. Se da cuando se da, y punto. Un poeta habló de las chicas pudientes que se hacen empomar por colectiveros. ¿Eso no será una leyenda urbana?, dudo. Las leyendas urbanas por lo menos hablan de fantasías existentes, si no de realidades. Yo veo, más allá del racismo y el clasismo que imperan en Capital, una corriente de deseo que no cesa, la curiosidad por otra piel, otro olor, siempre es más verde el jardín del vecino. Bueno: ponele que no es perversa, me rindo. ¿Cómo definirla? Dejala indefinida que camine, en el movimiento se ve cómo es la gente, remata, sabia, con una seca sonrisa. Pero yo me la imaginé perversa, refunfuño. Pero no sabés lo que es la perversión, porque vos mismo no sos perverso, y un novelista puede hacer poco con la observación de otros y todo con la de su propio interior. Una concepción lírica del relato, resisto con la última bala. ¿Y quién odia a los poetas?, dice, triunfante. E inclino el rey: Sólo los novelistas convencionales.

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