miércoles, 14 de noviembre de 2012

Extravíos de la percepción

Estela ya está en su casa, ya ha comido, se halla frente al espejo del dormitorio que la refleja de cuerpo entero, desnuda, y hace un rato ha creído ver en el azogue una marmota. No una marmota escurriéndose entre sus piernas, desapareciendo debajo de la cama, o aunque más no sea volando sobre su cabeza, roedor sea harrier. Vio a una marmota en lugar de la imagen personal a la que está habituada. Shockeada, ahora trata de reconstruir el camino que la llevó a esa alucinación o, para no ser tan crudos, error de percepción. Había preparado los fideos y los había comido sin nada en especial en mente, simplemente escuchando temas de Placebo por el parlante de la compu, y pensó que tenía que comprar un parlante nuevo, el que tenía no se escuchaba bien. Después...¿Qué había hecho después? ¿Ir al baño a hacer pis, o lavar los cacharros? Ahora se da cuenta de que hubo un lapso de pocos minutos en blanco donde pudo haberse colado la marmota. ¿Por qué estaba tan distraída últimamente? También en el colectivo, recapitulando perezosamente la jornada, había olvidado a qué hora se había levantado de la cama, que todavía, entre paréntesis, está sin hacer, como testimonio de su progresiva dejadez. A veces sentía que una fuerza silenciosa y micro la arrastraba lejos del presente, hacia una zona gris, una tierra baldía donde seres encorvados dormían en tiendas hechas con ramas y bolsas de arpillera. Recordaba con nostalgia el 2002, la salida de la adolescencia, la turbamulta, piquete y cacerola. En ese momento se sentía actual y liviana, sin noción del tiempo, convencida de la democracia directa y de la falta de salidas de la crisis, todo al mismo tiempo, lo cual era muy excitante. Había garchado de parada contra el árbol de un parque que solía ser recorrido a esa hora de la noche por minúsculos pero peligrosos forajidos, y no tuvo ni un poco de miedo, si bien no había acabado. El nombre del chico era Roger, después de eso simularon no conocerse.Ahora, frente al espejo, se sostiene las tetas con las palmas de las manos, saca los labios afuera y murmura una procacidad, pero es todo falso: no sabe qué hizo en ese lapso y vio su imagen reemplazada por la de una marmota. Tiene que llamar a Lisandro. Desearía llamar a Pablo, pero Lisandro está más a mano.

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