domingo, 30 de diciembre de 2012

Los crotos

La noche más calurosa del año es una lápida sobre Plaza Congreso. Se arrastran, renguean, abren sus bocas podridas, buscan qué rapiñar, piden más con, sin esperanza: los militantes sociales, armados sobre Hipólito Yrigoyen, sacian el hambre y la sed, pero no los de justicia. Reparten bandejas con albóndigas y ensaladas y jugo de naranja, en cantidades siempre insuficientes, liderados por un hombre que tuvo una vida egoísta y normal hasta que su hijo enfermó y sanó: ahora piensa en los otros, los otros son una obsesión. Los mira desde la caja de la camioneta, desdentados, sucios, locos, viles: la humanidad sufriente. No quieren mirarlos, los amarillitos, porque son, como decía Marx, la negación de la sociedad, el espacio de todo lo que se rechaza y se teme, el infierno irreligioso que espera ni bien tengamos un momento demasiado largo de debilidad. Pero para este hombre no hay ni dialéctica revolucionaria ni redención cristiana: el les llena el estómago una vez por mes, punto. Se siente mejor haciéndolo.
Dos pibes morochos, la remera sobre el hombro, pasan por la explanada del Congreso y se ríen y hacen fuck you con el dedo, imitando a Lanata.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Más meditaciones baldías alrededor del principio y del fracaso

Comienza un nuevo año y no sé qué hacer con él, como no supe, creo saber, qué hacer con los anteriores. Genoveva se lima las uñas, desnuda, cruzada de piernas, y cada tanto me echa una ojeada para comprobar que todavía respiro. No sé qué hacer con lo que alguna vez pensé que era una novela, pero ahora se me aparece como una carroña de palabras sin sentido y sin música. Temo exagerar, pero adelante. Esta agua barrosa que tiñe la pantalla de su monitor alguna vez quiso ser el lago transparente que mostrara una ciudad sumergida, que incita a nadar por debajo para perderse entre sus calles abundantes en giros y sorpresas. Pero no doy la talla. Yo, que quise ser siempre fresco y primaveral Escritor Principiante, estoy a punto de atascarme en otro avatar del Escritor Fracasado. No hay plan a largo plazo. No estoy cubierto contra las descargas y turbulencias de lo imprevisto. Me siento inerme como un mamón. Al no haber dirección de los hechos en una avenida temporal y espacial, tampoco hay cambios dignos de ese nombre: al revés de lo que puede suponerse. cuando no podemos atribuirle a una voluntad única e intencional la colcha de retazos que es toda historia, también desaparece el diseño implícito que gobierna nuevos agregados. Gracias a Dios, he descubierto un nuevo placer: cagar en un rincón, como un perro. Una vez entre dos lapsos de sueño, me pongo en cuclillas y saco de adentro lo mejor de mí. El olor es tan cálido e íntimo, la consistencia tan esponjosa, que me parece un auténtico fruto de río, como el que bosteza en las puertas de mi ciudad. Intento convencer a Genoveva de que pruebe, pero me rechaza arrugando despreciativamente la nariz: peor para ella. Si lograra depositar, por las cuencas de los ojos, en los cerebros de mis lectores imágenes con el carácter definido y final de mis excrementos, estaría avanzando por el buen camino. Los veo acumularse, a mi izquierda, en el fondo, y tengo la sensación de un trabajo bien hecho. Desgraciadamente, están más expuestos al deterioro del tiempo que las palabras, que no tienen los problemas de la materia y no pierden su aroma ni se convierten en polvo una vez grabadas en superficie benévola; pero su mera existencia ya es una dilatación del pequeño aujerito por el que todo humano mira el universo ilimitado. Sin más que decir por el momento, les deseo a todos un feliz año nuevo con muchas enes que vibren en el aire antes de cerrar el círculo.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Una navidad de cohetazos

Demasiado adultos para Papá Noel, lentamente envenenados por los excesos de alcohol y grasas, más arrugados, ojerosos, pelados o cetrinos que el año anterior, viendo en los parientes los mismos cambios que ellos ven en nosotros, aturdidos por explosiones múltiples y simultáneas, mirando como bobos la floración  del cielo, incapaces de bancar un minuto más a ese cuñado que putea contra el cepo, soñando con un tiro al blanco con efigies de Melconian y López Murphy, totalmente inconscientes de haber sobrevivido a un período calamitoso para la economía, comprobando escandalizados el incremento del precio de la pirotecnia, optando por una mejor marca de sidra, imposibilitados de llegar al baño a tiempo, asombrados ante la pregunta del menor de los parientes, con la cabeza vacía de la siguiente línea de la canción, borrachos, con la panza presionando contra el cinturón, a punto de explotar, la clase media porteña, llamada en otras épocas gente decente, celebra otro natalicio de Nuestro Señor Jesucristo con un registro tenue de los desastres cometidos por los siempre denominados negros de mierda en varias zonas del país, y no hablemos de intención política porque la gente decente está más allá de la política: ha llegado al estado en que se constatan diferencias sociales como rasgos fisionómicos.
Escuchemos otra vez a la Presidenta y pasemos por alto estas últimas palabras.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Una madrugada de lluvia

La otra noche vi llover, vi gente correr, y no estabas tú...La línea de la canción basura escuchada en su niñez de boca de primas retrasadas tanto sexual como estéticamente vuelve a su memoria esta noche, en una mesa de La Academia, mientras las gotas rebotan sobre los capós de los coches cuyos dueños se aterrorizan cada tormenta de los desastres que una vez provocó y puede volver a provocar el granizo, que a Lisandro le gusta (su sonido contundente de catarata sólida). Lleva a su labios el vaso alto de cerveza y se limpia la espuma con el revés de la mano, sus ojos adquieren esa opacidad idiota que adoptan cuando está pensando. Mira de reojo hacia el costado, hacia el tronco caído en medio de un bosque que ostenta la tapa de la revista que compró ayer en una presentación en que se deprimió, tan mal está con el ambiente intelectual. Reportajes, literatura argentina del siglo XXI ( es un ritornello), Internet...Se detiene en esto último. Lee una nota y se siente tan afuera como con cualquier nota tecno. Lee otra, y sus cejas se alzan, un brillo de interés ocupa su mirada, su boca se entreabre y la punta de su lengua repasa el labio inferior mientras lee:

"Algunas películas recientes desarrollan personajes que pueden pasar perfectamente por dobles del artista pos relacional. Tenemos al depresivo adicto al sexo en Shame de Michael Fassbender, que se conecta con todas las mujeres de Nueva York mientras se hunde, simultáneamente, en experiencias crecientemente tormentosas de retiro y auto exilio narcisista. También tenemos a las parejas aceleradas de las casi idénticas comedias románticas del año pasado, Friends with Benefits y No Strings Attached, que se desapegan para conectarse de forma más eficiente, y construyen una especie de aplicación de pareja móvil adecuada a la atemporalidad de la interfaz metropolitana. Y está la escritora alcohólica de romances adolescentes encarnada por Charlize Theron en Young Adult que, cuando se anima a salir de su confinamiento de alto nivel en su casa oficina, descubre que las conexiones en la vida real han quedado fuera de su alcance: ella (o el mundo, o la adultez) ya ha pasado de largo. Todos estos casos involucran a profesionales exitosos exiliados en el medio de sus propias actividades hiper relacionales, que ya perdieron la capacidad de experimentar a los otros fuera de los términos banales y superficiales del perfil de usuario: solo pueden interactuar y redirigir datos como a través de una interfaz, ya sea en la cama o frente a la computadora."

Levanta  la vista hacia la ventana mojada, ve pasar un rostro veloz de mujer y trata de pensar en qué gente real conoce que responda a estas características. El bicho que describen estas palabras parece un personaje ficcional: demasiado coherente y sin salidas. Él mismo supo caer en depresiones fuera de todo entorno relacional (aunque la nota no utiliza el término en el mismo sentido); se veía entonces como un ser desahuciado, condenado a morir sobre el fino colchón de la cama individual que estaba usando en la casa de su madre, con la vista fija en la cubierta gris acero de la bombita que iluminaba sus piernas flacas y peludas y su slip de tres días. En esos meses, desayunaba y cenaba solo, salteándose el almuerzo y la merienda, mientras escuchaba en el living a su madre por teléfono: "¿Será la edad? Ay, no sé.." Sabiendo que nadie podría ayudarlo ya que no creía en Cristo, que ni exprimiéndose el cerebro tres noches seguidas se le ocurriría el modo de salir de esa casa a la intemperie salvaje donde esperaban para matarlo, que el suicidio, finalmente, estaba también fuera de su alcance por el asco que le daban sus restos sin alma manoseados por médicos y policías, creyó que estaba fuera del tiempo universal, en que los otros todavía seguían manifestándose, y que en el callejón sin salida donde estaba solo quedaba hacerse un ovillo y tratar de dormir. Pero de hecho había debutado , había trabajado y se había licenciado; la vida había continuado y continuaría. El sonido hueco de estas palabras en su intelecto lo achica un poco; ese optimismo vacuo siempre le repugnó, a pesar de observar que muchas personas lo encontraban útil. El autor de la nota se llama John Kelsey y es galerista, artista y escritor. Se propone buscar más datos sobre él. Vislumbra a un alma gemela.

martes, 18 de diciembre de 2012

Entretenida

En el living pintado de rosa y decorado con fotografías del Riachuelo en la década del 20 zumba agradablemente el aire acondicionado y la luz del atardecer que filtra un cortina cremosa realza el color adormecido de los ojos de Eva, vestida como lánguida valquiria, con las piernas recogidas en el sofá de cuero color champaña, ante una mesa ratona que soporta ejemplares de Viva, Veintitrés, Gente, Mancilla, sosteniendo ante la vista un cuaderno de tapas duras donde suele anotar frases como "los judíos, los asesinos de los judíos, las víctimas de los judíos" o "un territorio en disputa: negros, narcos, palestinos". Un temblor sonriente recorre en lapsos de dos segundos la comisura  izquierda de su boca cruel, porque acaba de recibir noticias de Lisandro: hay una fiesta. Deja que su mente recorra su placard para imaginar qué se va a poner. ¿Sexy discreta? ¿Intelectual seria? ¿Intelectual frívola? ¿Rockerita? ¿Conchetita? ¿Despampanante? Se regodea con sus amplios pechos a la vista entre tabloides de Filosofía, amargas, emputecidas por la vida en los grados inferiores de la carrera académica, y ella como una puta en Tinelli frotándose contra la bragueta del anfitrión y por fin Estela poniendo los ojos definidamente en ella, con odio, odio que no tarda en convertirse...Justo suena el celu, atiende, es la madre: borracha de nuevo. Papá nos dejó, nos dejó, solloza. No, mami, ya va a volver, recita Eva. El uniforme, crepita, planchadito sobre la cama, esperándolo, hasta las cuatro, y entonces me doy cuenta de que no llega, ¿entendés, no está, no llega, nadie sabía nada, los hermanos, los amigos, todos inútiles. Es un trabajo, mami, desliza Eva. El trabajo es la familia y la familia es la inmortalidad, siempre lo decía, te acordás, nena, y ahora...Recostate, mami, tratá de dormir un poco. ¿Esta Marga? Su madre farfulla confusamente y entonces un firme acento paraguayo se hace cargo de la comunicación. Marga, ya te dije que no la dejes tomar tan temprano, reprende suavemente. No señorita, si la señora salió cuando yo estaba ocupada, tengo bajo llave todos los licores, y volvió así, qué bárbaro, ya no la voy a poder dejar salir. No tanto, no tanto. Tratá de que no me llame, de que descanse, entendés. Un poco más de conversación y ya siente cumplido su deber de hija. Hojea un par de revistas: lo mismo de siempre. ¿Alguna vez va a cambiar algo? Siente que es la misma historia desde su nacimiento, siente que la democracia se estira demasiado y todavía no hay muchos insatisfechos como ella. Una poderosa transmutación de todos los valores, eso ansía, anotado en su cuaderno. Faltan dos días para la fiesta, entonces algo se va  a definir, y con los ojos de Estela en gigantografía empieza a masturbarse.

domingo, 16 de diciembre de 2012

La conciencia de clase

Repartidos en forma equidistante alrededor de una mesa redonda de sólida madera, entre los restos de una picada, mudos frente al televisor, los tres militantes repasan en sus cabezas las imágenes del día pasado en la esquina de Cabildo y Juramento, esclareciendo. Cada quince minutos un automovilista que grita "vayan a laburar"; la foto de Cristina escupida; los volantes tirados al aire; las caras desencajadas de odio de viejos y mujeres; los perritos ruidosos; la llovizna que refrescó brevemente las pieles sudadas de las nucas; el atildado cincuentón con pañuelo rojo al cuello que revoleó los papeles de la mesa y cuando el hijo de uno de los militantes se agachó para recogerlos le pisó la mano, recibiendo como justo castigo un uno-dos del padre que lo despatarró en la vereda, lo cual ocasionó un revuelo de siete personas gritando "asesinos, asesinos" y la intervención de personal de la 35, aburrido de las boludeces de los vecinos; la caminata hasta la uba, lerda, silenciosa, bajo mirada hostil, cada uno metido en el minúsculo interior donde una vida germina adquiriendo los rasgos que más tarde parecerán los estigmas de la desgracia; el grupito más grande que se va al club, el de los tres que decide ir a casa de uno a ver Actualización doctrinaria...Y en el mundo de diferencias entre el 70 y ahora, ellos, como herederos de la clase media peronizada de esos años, recién ahora aquilatan la dimensión de la derrota que media entre el pasado y el presente. Están en un barrio duro, lo saben, pero la bajeza pareja de los argumentos, el sentimiento excluyente y prejuicioso que chorrean las palabras de la gente con la que tienen  que hablar cada sábado es un tirón hacia el averno que sólo las marchas y la visión fanatizada de canal 7 pueden contrarrestar. Buenos Aires, centro cultural, con el mayor nivel educativo del país, demuestra un primitivismo político cuaternario. Alguien trae a colación la frase de Rodríguez: en Cobo y Curapaligüe es peor que en Callao y Santa Fe, pero eso sólo demuestra la unitaria visión del mundo de las franjas superiores e inferiores de una misma clase que, insegura de su propio lugar y valor, no quiere que se los dispute nadie. Alrededor de una reacción visceral se reúnen y calcifican frases hechas, imágenes, conceptos: todo un tejido en carne viva para los shocks eléctricos de las campañas mediáticas acerca de cualquier cosa. ¿Hay que ponerlos en el lugar del enemigo o seducirlos? Dos de ellos están a favor de la primera opción, el segundo discute: no hay posibilidad de consolidación del proyecto sin un acuerdo entre clases bajas y medias. Pero cómo, a través de qué medios. ¿La propaganda, la disuasión, la difusión, la educación, el progreso económico, el cambio cultural? Desalentados, intuyen que la formación cívica de esos sectores llevará décadas. Ellos quedan como el pelotón de vanguardia en la zona con el metro cuadrado más caro, ellos, hijos de porteros y quioskeros, con acceso a la UBA o al menos a la Universidad de las Madres, con una formación que la multitud de abogados y administradores de empresas desdeña, con una convicción en la bondad de su línea apenas oscurecida por algunas críticas menores que no pueden expresar hacia afuera, seguros de que su juventud es el mejor momento para vivir y conocer las últimas presidencias, recién casados, con la mujer preñada, con un hijo chico...Dos se levantan, se despiden, se sonríen. Salen a la calle calurosa y mojada, llegan a la esquina y se separan.¿Qué piensa un militante en la resaca de un día de militancia? En el paraíso del acuerdo total, redondo, suave y final.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Esmalte de uñas

Carla Peterson y Martín Lousteau no se ponen de acuerdo sobre el nombre de su futuro hijo. Eva Krieger tiene un nombre en la cabeza desde hace días: Uki Goñi, Uki Goñi, Uki Goñi...Expele el uki cascadamente, deja que la lengua se demore contra el paladar en la eñe de goñi, y se siente vagamente insatisfecha: no es un nombre tonante y completo, como, por ejemplo, Martín Lousteau o Juan Domingo Perón. En general, sabe que Uki escribió un documentadísimo libro sobre la conspiración alemana-vaticana-peronista para refugiar en las virginales montañas de Sudamérica a criminales de guerra nazis. Sabe, o recuerda, que su abuelo tenía una soterrada admiración por el carisma y la capacidad organizativa de Adolf. Sabe, o conoce, que los alemanes perdieron la guerra, y una vez perdida la guerra se pierde el relato de la guerra. Lo que la lleva al caso argentino mientras se pinta las uñas de los pies de rosa viejo. Los militares argentinos que participaron en el exterminio de las organizaciones arnadas y demás formas de oposición y resistencia al orden capitalista dicen, y ése es su intento de construir un relato, que ganaron la batalla militar y perdieron la batalla cultural. Cualquiera que estudie la historia mundial sabe que eso es imposible. Entonces, no ganaron la batalla militar. ¿Por qué? Porque dejaron la guerra por la mitad. Se conformaron con sacar al adversario de la cancha y después se dedicaron a jugar al polo en un estadio de fútbol. Dicho con otras palabras: no ordenaron ordenadamente un orden capaz de ordenar a sumiso e insumisos. El economista judío amigo siempre pone el ejemplo de Chile. Chile es un paraíso para cualquier neoliberal y una pesadilla viviente para cualquier no neoliberal. Pero es: un orden que nadie cuestiona seriamente, es decir, en la práctica y radicalmente, por más que muchos bufen. La gente vota, los votados gobiernan, las minas producen, los metales se venden, los beneficios se embolsan, los salarios se devengan: orden. No hay confiscaciones bancarias cada diez años. No hay megadevaluaciones. No hay superministros. No hay planes económicos con nombres de operación secreta de la CIA. Simplemente, el orden social se identifica con el orden natural , y todo sigue igual, con los beneficiados orondos, los perjudicados cejijuntos y los artistas de televisión sin saber qué nombres ponerles a sus hijos. Eva desea tener un amante de la izquierda chilena, en lo posible un indómito seguidor de Camila, para sentir en su carne blanca y rubia la pica del labriego que socava. ¿Era una pica? Y en el mismo acto poseerse en su superioridad social y racial, más concentrada y autoirónica debido al siempre a medias triunfante igualitarismo argentino. Ah, ser un ente de puro goce, sin mezcla de dolor ni reflexión, sin memoria, un pezón inflamado por la brisa de verano, al aire, a la vista de nadie,duro y jugoso...El nombre que Carla y Martín deberían ponerle a su hijo es Carilindo, que es un adjetivo peyorativo para los economistas serios que quieren ser galanes. Uki, en cambio, es un nombre para duros pescadores vascos y sería bueno para el hijo de Eva y el chileno.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Cara a cara


Pablo baja el último escalón de la escalera con el cuidado de siempre, por miedo a caerse, y escucha su nombre voceado desde alguna parte. Mira hacia arriba automáticamente, por si es un llamado de Dios, pero arriba solo están las vigas cruzadas del cielo raso y el llamado se repite y además la voz es femenina. Mira como un pavote el remolino de cuerpos que entra y sale del edificio y entonces ve una mano fina y blanca agitándose. Enfoca mejor y advierte a la chica de la entrada, ¿cuál era su nombre? Pamela. Sonríe si no con seguridad sí con simpatía y se acerca al mostrador, con su paso levemente chueco. Pamela sonríe con una alegría que Pablo se pregunta a qué se deberá, ¿se casa?, ¿está casada pero embarazada?, ¿la cambian de puesto? Pablo, le dice cuando la tiene a un metro y medio, qué suerte que te veo, cómo estás. Bien, dice él por un costado de la sonrisa. Pero no está bien. Su vista está cada vez peor, duerme un día sí y otro no, Leticia, ya quedó claro, lo quiere como amigo, la orga es un quilombo, no alcanza a definir su vocación, no sabe lo que quiere de la vida, lo que sí sabe que quiere le es negado, el 21 de diciembre se acaba el mundo. Así que la alegría de la chica es algo curioso y refrescante. Inclina la cabeza hacia ella, esperando captar más datos con las antenas. Ella parlotea y hace chistes que él festeja breve pero atinadamente, a juzgar por el flujo de palabras que no se corta y los ojos brillantes y la sonrisa cretina que no se le cae ni por un segundo. Al final se para y pone expresión expectante. El se da cuenta de que pregunta algo, perdón, ¿cómo dijiste? Entonces ella dice, pero ya no con la sonrisa, con los ojos muy abiertos como de susto: te dije si podías venir el sábado a mi fiesta de cumpleaños. La cabeza de él retrocede, como impactada por un objeto arrojadizo, no se la esperaba, y todavía no sabe qué merece tanta felicidad, ¿apenas un cumpleaños? Está a punto de preguntarle cuántos cumple, pero se refrena a tiempo. Balbucea que los sábados los tiene un poco complicados... Vienen Nati y Estefi, se atropella ella, y además mi novio te quiere conocer, tiene muchas cosas en común con vos, está muy interesado en política, se sabe los nombres de todos los presidentes desde Rivadavia, y además tiene un enfoque muy particular porque él es filósofo....Las antenas de Pablo vibran. Ese dato le interesa. Está pensando en cambiarse de carrera y Filosofía, o Historia, sería una opción. Qué interesante, dice, arrastrando la sílaba acentuada, me gustaría ir. Ella pega dos saltitos en el sitio y le pide el teléfono para pasarle la dirección. Ya la anoto, dice él sacando el celular, decime, Pamela. Estela, dice ella, y su sonrisa es definitivamente maníaca, me llamo Estela.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Preparativos para la invitación

Detrás del mostrador del Ministerio, con una remera nueva, Estela repasa en su cabeza los pasos planificados. La movida no deja de ser audaz, teniendo en cuenta que pocas veces han cruzado palabra y que él la puede tomar como un gesto extravagante o, lo que es peor, confianzudo, o puede, incluso si no es así, no sentir el menor interés. Para que no parezca tan extraño, Estela ya invitó a dos chicas insignificantes que tienen trato con Pablo; entre gorjeos aceptaron entusiasmadas, a tan pocas fiestas van. Estela, sin embargo, se siente identificada con ellas, sentimiento que se esfuerza en este momento en reprimir. Faltan diez minutos para que Pablo salga y si sale con Leticia da igual; la va a ignorar y se va a dirigir a él como si estuviera solo. ¿Pero eso no parecerá más loco aún? Las torturas reunidas de la timidez y la duda sobre la propia salud mental atenazan a Estela. ¿Por qué es tan difícil cumplir un deseo, dar el primer paso, poner la cara? ¿De dónde sale tanto miedo al rechazo? Está segura de que Leticia ni siquiera lo pensaría dos veces en su lugar. Con gracia inimitable y una sonrisa de protagonista, lo encararía y lo convencería, lo usaría y lo tiraría. Si es que ya no lo hizo. Haciendo memoria, hace ya una semana que no salen juntos. Este puesto de mierda, en el que una no se entera de nada. Seguro que Nati y Estefi lo saben, hay que sonsacarlas.Ojalá él, puro, haya retrocedido ante los movimientos ondulantes que se iban acercando de ella, con su vestido amplio y los senos erectos, ojalá haya balbuceado en su confusión que para nada, que él nunca pensó...Un gil llega, le dice algo, lo acredita sin prestar atención. El tipo se va con una mirada ceñuda, todos tienen apuro, todos tienen problemas acá. Nadie se fija en los problemas de una.¿Qué va a hacer con Lisandro? Está habituada a él, pero lo cierto es que hace tiempo que no lo quiere. Pero todo parece ir tan bien, bien no, tan normal.... La normalidad es la almohada ni dura ni blanda que sostiene el continente de los sueños. Sin ella, solo queda la dureza de la cruda realidad. Estela siente que la almohada toma vuelo, se escapa de entre sus brazos que aferran una parte de la funda, la ley de gravedad parece haberse invertido solo para la almohada y la fuerza que tira para arriba es indomeñable, pero ella también quiere volar, volar de verdad, junto con las mariposas y las palomas cuya caca decora todas las cornisas del centro, le gustaría cagar más alto que nadie, para...Otro gil, ¡cómo abundan! Cinco minutos para que salga Pablo. Le gusta su camisa verde que acentúa la invalidez de sus hombros. Ojalá la haya traído hoy. Hay demasiados subjuntivos en mi cabeza, piensa ahora con útil frialdad, vayamos a los hechos consumados del indicativo. ¿Bajará por la escalera o el ascnesor? ¿sSe fijará motu proprio en ella? ¿Tendrá que hacerle señas como un semáforo? Basta, piensa tratando de relajarse, por favor, pará, por favor, dejame en paz. Basta de palabras: un acto.

sábado, 8 de diciembre de 2012

La invitación

Una fantasía acariciada con dedos sin huesos toma un aroma embriagador cuando la comparte un cómplice.O cuando el cómplice cree que conoce la fantasía, cuando en realidad solo se le ha mostrado una parte algo salaz pero, comparada con el todo, asaz inocente, como un pecho insinuado en la tapa de un libro del Marqués de Sade. En medio o inmediatamente después de la cópula, Estela ha insinuado su interés por "un compañerito de trabajo" y Lisandro lo encontró bastante estimulante e indagó más. Ahora están en la mesa del longitudinal ambiente que sirve de sala de estar y dormitorio, comiendo unas tostadas con manteca y mermelada de durazno, enchastrándose los dedos con la dulce mezcla, sintiendo cómo se pegan al paladar los trozos de pan untado, tragando grandes bocados con largos sorbos de té y planificando la fiesta de cumpleaños de Lisandro. Lisandro tiene un problema con envejecer o, mejor dicho, con crecer, cosa que Estela manipula con picardía para convertirla en un frenesí de festejo que olvide el día siguiente, cuando el año suplementario cae con todo su peso sobre la cabeza de la víctima. Vas a ver, le dice, puede estar esa chica de la que siempre me hablás, Eda...Eva, corrige él, Krieger: un gran valor, una mujer muy inteligente. Siempre pensé que yo te parecía inteligente. Sos, silabea él, muy inteligente. Pero la de Eva es un inteligencia rara, como masculina. Otra vez con el cuento de lo masculino, suspira ella, y lo femenino, dos construcciones. La teoría de género nunca eliminará la filosofía infusa en el sexo, dictamina él, restregándose el labio inferior. Como no lo hizo el psicoanálisis. Cualquiera que tome conciencia del complejo juego de atracción y rechazo...Pero eso es de folletín, Lisa, protesta Estela. Y sí, John Irving dice que la vida es como un teleteatro, no como una novela del modernismo austero. Las sorpresas inmotivadas abundan, en la vida y en el sexo. Lisandro se pone de pie, se sacude las migas del pantalón y sale al patio, a mirar el rectángulo de cielo matinal que le toca. Va a llover, comenta desinteresado. No hay que sacar la basura, hay que ser buen vecino. ¿Entoncés me dejás que lo invite a Pablo?, dice ella con voz de nena y acto seguido se ríe guasamente, con él haciéndole eco o burla. Sí, dale, traé a ese virgen camporista, vamos a ver cómo se adapta entre tardonoventistas con cerebro. Para mí mucho cerebro y poco huevo. Son unos eunucos, tus amigos de Filo. ¿Quién tiene hijos? No, pero Abel y Cata abortaron, me lo dijo ella llorando, objeta él. Lágrimas de cocodrilo, ni se acercan a la complejidad católica del crimen. ¿Nosotros cuándo vamos a  parir, nene? Cuando los cielos de la patria estén despejados, termina él, y entra al bañito a mear.

jueves, 6 de diciembre de 2012

La condena a la política

Pablo se quiere matar. El amado militante de Estela, paralizado en un bar en medio de la ciudad colapsada, mira Telenoche y no lo puede creer. No nos la pueden hacer tan bien. Justo ahora que pensábamos que por fin habíamos llegado a algo, no la guerra ganada, pero sí la batalla, la batalla empresarial después de la batalla cultural con el objetivo de esquivar indefinidamente la batalla militar. Llama a su viejo que le dice que Perón ganó con todos los medios en contra y perdió con todos los medios a favor. Corta sin contestarle, deprimido. Ya llamó a varios compañeros y a su responsable, todos hundidos en el pasmo. Un viernes negro en los corazones peronistas. La súbita conciencia de que la cuesta es más larga y empinada de lo que parecía desde abajo. Hace un tiempo charlaba con su primo, politólogo halperiniano y prescindente, que decía más o menos esto: la sintonía fina es ilusa. No se pueden evitar las sucesivas polarizaciones que impiden un manejo racional ,separado de la coyuntura, del Estado. Los liberales jamás permitirán que se consolide pacíficamente una institucionalidad aparte de sus intereses y su ideología. Se está condenado a atravesar conflictos que retrasan lo que de veras necesita el país, superada la etapa de la capacidad ociosa y la desocupación masiva: el Plan de Desarrollo. No hay manera de salir de este impasse. Los liberales jamás cejarán mientras sea constitucional la propiedad privada. Ustedes tampoco pueden cejar porque de perder el control del Estado la venganza sería cruenta, ejemplar, aunque no a la manera dictatorial. Son dos luchadores trabados en una llave, forcejeando para tirar al piso al otro, moviéndose apenas unos milímetros de la posición empatada. Pablo recuerda con nostalgia la contradictoria excitación que lo embargó al imaginarse una eternidad de discursos de Cristina, marchas y furibundos editoriales en la prensa adicta. Ahora se da cuenta de que mucho de lo mismo es poco de lo otro, y la ley de la vida es derivar hacia lo otro. Decide de golpe que mañana no va a ir a trabajar. Se va  a quedar en casa prendido al Twitter y al cable. Necesita cargar la batería. Necesita acostumbrarse a la idea de una lucha en el barro, de heridas que duelen pero no matan, de escasos goles de un lado y del otro. Aunque mientras la lluvia azota los cristales del bar cree que ésa es una estimación optimista.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

La lectora subrepticia

Mientras Lisandro duerme, Estela lee en su PC el ensayo sobre Benesdra. Ella tomó el libro en sus manos por la enfática recomendación de él, que quería conocer, dijo, "el punto de vista femenino": llegó a la escena del batidor de crema al rojo y tuvo que dejar. Le dijo que el machismo de Benesdra era inocente, pero no por eso menos sucio, como un niño de tres que hace la mímica del acto sexual. Lisandro acudió al valor de la sinceridad; Estela retrucó que un criminal sincero no es menos criminal. La discusión, como todas entre ellos, finalmente encalló en un largo silencio que zanjó la música o la televisión. Ahora ella se comunica de nuevo con el entusiasmo de él y siente venir las lágrimas a sus ojos. ¿Qué los hace identificarse tanto con  esa intensidad dominante y destructiva? ¿Por qué ven en cada mujer una yegua que hay que domar? Por elementales razones estratégicas, una chica no puede informarle a su hombre cuál es exactamente su sentir sobre el modo en que desea ser tratada: espera que él lo descubra para saber que es el indicado. Cuando crece, se da cuenta que no debe esperar el ciento por ciento, debe negociar con la estolidez, la negligencia o la crueldad del varón hasta llegar a un cupo aceptable. Poco a poco, una luz se apaga en los ojos de las mujeres: la luz del romance perfecto. Solo la ven refractada en comedias de Hollywood, de las que son entusiastas consumidoras. Y así se acostumbran a conformarse con sustitutos ficticios, mientras la prosa de la vida sigue desgranándose como una pesada letanía que reza lo que hay que hacer, lo que hay que decir, lo que hay que pagar, lo que hay que sentir o no sentir...Piensa Estela ahora, una tristeza fría y lloviznada se adueña del ánimo de la mujer en esas ocasiones en que ve a una congénere más joven entusiasmada con otro de esos machitos que colaborarán en enseñarle la dureza de la verga. Por supuesto, el feminismo castrador es algo horrendo del que todos y todas tenemos que reírnos mucho, pero algunas de nosotras a veces sopesamos las razones de esa actitud, nos gustaría a veces ser pesadas tanquetas con el pelo corto dispuestas a a arrollar al primer hombrecito que se nos cruce...Volviendo a Benesdra, los elogios por la manera en que plasma "el imaginario del macho porteño" son cínicos y cobardes al mismo tiempo. No se animan a vibrar televisivamente de entusiasmo por la manera en que aborda el tema, pero se estremecen entre líneas de gozo porque por fin "uno de nosotros" ha dicho lo que todos sienten. Pero enojarse con Benesdra es como enojarse con la humedad porteña. Ningún emisor de ese tipo de discurso es ni se siente responsable por sus dichos y hechos. Nociones arcaicas que han ido penetrando los cerebros con cada pequeño acto y palabra de la vida cotidiana desde la niñez crean la verosimilitud de tales fantasías y proposiciones no tan alejadas de la realidad, de manera tal que parece hablar una voz impersonal que no admite ninguna primera persona, "ellos" son, dicen, piensan así, hay que tenerlo en cuenta y amoldarse. Estela ya no tiene la fuerza, pero algo así como el recuerdo de la energía reactiva provocada por miles de pequeñas humillaciones y desaires la impulsan a tener ganas de escribir la novela de Romina, la derechista, religiosa, pasiva-activa, negada a la sexualidad, negada a la dependencia en serio, contraejemplar criatura que Ricardo insiste en ver como arcilla en sus manos por derecho de nacimiento. Tal vez Estela escriba sus propios ensayos sobre literatura femenina en general, tanto contemporánea como pasada, y de esa manera responda al proyecto de Lisandro, que muy satisfecho de sí duerme a pata suelta.

martes, 4 de diciembre de 2012

Primer ensayo. Benesdra: el menguado poder de la novela

Una novela única: imposible encontrar, en la serie motivada que la hubiera seguido, un punto de comparación que la empequeñeciera o relativizara. Una novela única: el siglo XIX echando su larga sombra sobre los albores del XXI. Una novela única: nada más en su género merece ser leído de sus contemporáneos.Y sin embargo ningún editor quiso jugarse a publicarla con Benesdra vivo; lejos de haber alcanzado al público del que su interés y accesibilidad la hacía merecedora, se convirtió en una novela de culto para escritores, mucho menos cultos e interesantes que su autor en su mayoría. Podrían intentarse no uno, sino varios breves resúmenes de la trama : uno que hiciera hincapié en la relación con la adventista frígida de la que el narrador, Ricardo Zevi, está enamorado; otro que se concentrara en la trama sindical de una empresa de izquierda, Turba, que recuerda de súbito en los primeros noventas que también ella es capitalista; otro que hiciera foco en los zooms y panorámicas sobre una Buenos Aires caliente y encanallecida; otro que se dedicara a reseñar las ideas de Bruckner, el ficticio teórico derechista alemán que alimenta la vena ensayística de los monólogos de Ricardo...Y todo ese mundo de sexo, duda, soliloquios, prostíbulos de la calle Lavalle, bares de Libertador, Plaza Congreso, edificios de sindicatos, amaneceres desangrados, lecturas febriles, ambición, miedo, deseo y locura, todo eso a lo largo de 600 páginas ocupa la mente del lector como algo más importante que su vida. Esa es la impronta decimonónica de la novela. No hay ella patología -auténtica patología, la que en el narrador y el mundo descripto es radical y secreta- ni ironía, ni autoconciencia; el lenguaje se pone a prueba no frente al espejo, sino al mundo empírico; no hay influencia doctrinaria de ninguna de las vanguardias del siglo XX. Ahora recuerdo que ese realismo, todavía e incluso, fue anotado como un demérito por el gran amigo de Benesdra, Claudio Uriarte; el libro debía ser defendido ante el público de su esencia. ¿Por qué, entonces, todo este mundo traído al mundo no revitalizó la novela realista argentina, sino que quedó como un caso aislado? Porque su realismo a lo grande tiene un efecto tan extraño como las más intensas pesadillas experimentales. La televisión y el cine de las últimas décadas, en efecto, no se inspiran más en el tipo de relato propio de la novela y el teatro realistas. Su discurso es mucho más fragmentario, redundante y espectacular. Confía en el asombro de los efectos especiales y no en los mecanismos del relato para mantener el interés del consumidor. Y se apoya en períodos cortos aunque la película dure cuatro horas: nada en ese discurso acostumbra al desarrrollo matizado y unitario de la trama tal como se encuentra en Benesdra. Su arte, pensado para impactar al lector común, se vuelve una maniera más que es apreciada por los manieristas (todos) como tal. Destino compartido quizá hasta por novelistas más consagrados, como Pynchon: ¿quién puede alcanzar la envergadura de su frescos? Toda novela, que cuando vale la pena tiene una raicilla en el siglo XIX, lucha en malas condiciones por su vigencia ante la narrativa audiovisual que nos circunda. Por lo tanto, la narrativa del siglo XXI pierde un padre y se conforma con un padrastro: un vago deseo editorial y periodístico. La reedición de la obra de Benesdra, luego de tanto mito, tal vez llegue a más lectores; pero gran parte de su contenido ideacional ha quedado caduco, lo que retrasa la comprensión de su profunda verdad artística, lo que a su vez retrasa la emulación necesaria para que la novela sea fértil en términos de historia literaria y formación de escritores. No se ha hecho justicia a Salvador Benesdra.

domingo, 2 de diciembre de 2012

El traductor

"Me dije que tal vez era cierto después de todo que las ideologías están muertas; me regodeé mirando por la ventana del bar cómo el sol caliente de la primavera de Buenos Aires comenzaba a fundir todas las convicciones del invierno". Lisandro subraya a lápiz, después recuerda, permutando una palabra por otra aproximada, "el calor del horno de cremación", "nociones", "Sebastopol". Salvador Benesdra escribió dos libros, una novela y un texto de autoayuda, que no vio publicados: se suicidó, tenía una fuerte ciática, era depresivo y psicólogo. Era un hombre de izquierda y así le gusta considerarse a Lisandro en su interior aterciopelado y violáceo. Otra vez ocupado el pensamiento en la literatura del siglo XXI, se plantó frente a la biblioteca, recorrió moroso con un dedo los lomos y sacó éste, la novela, El traductor. Lo hojeó con el placer del reconocimiento y del recuerdo: su padre se lo había regalado en su cumpleaños número 18. Su padre, un hombre reflexivo y panzón que había procreado a edad ya madura, demostraba un entusiasmo inhabitual por ese libro. Es así, es todo así, repetía, y luego: no puedo creer que un genio así se haya matado. Ya Lisandro asociaba genio y patología, si es que el suicidio es patológico y no lógico, como a veces pensaba ahora, sobre todo cuando estaba con Estela y ella iniciaba un silencio incómodo que él nunca sabía cómo romper sin parecer idiota. Estela no tenía nada que ver con Romina, la enamorada cristiana y frígida, y sin embargo Lisandro veía una estructura general de la relación hombre mujer en la relación entre Ricardo y Romina: un toro que arremete y un paño rojo que tremola en el aire, sube y se hurta....La novela que había atrapado los 90s en un puño, la voluntad de realismo que avanza sedienta, el mundo presentándose en el mundo, todo eso lo supera en este momento, en este domingo cálido que ha pasado encerrado, y se promete escribir mañana lo que piense en el inexorable insomnio de esta noche, puntuado por alarmas de coches disparados por gatos y, si el Servicio acierta, por truenos que preceden la larga caída de agua de todas las semanas.