jueves, 13 de diciembre de 2012

Esmalte de uñas

Carla Peterson y Martín Lousteau no se ponen de acuerdo sobre el nombre de su futuro hijo. Eva Krieger tiene un nombre en la cabeza desde hace días: Uki Goñi, Uki Goñi, Uki Goñi...Expele el uki cascadamente, deja que la lengua se demore contra el paladar en la eñe de goñi, y se siente vagamente insatisfecha: no es un nombre tonante y completo, como, por ejemplo, Martín Lousteau o Juan Domingo Perón. En general, sabe que Uki escribió un documentadísimo libro sobre la conspiración alemana-vaticana-peronista para refugiar en las virginales montañas de Sudamérica a criminales de guerra nazis. Sabe, o recuerda, que su abuelo tenía una soterrada admiración por el carisma y la capacidad organizativa de Adolf. Sabe, o conoce, que los alemanes perdieron la guerra, y una vez perdida la guerra se pierde el relato de la guerra. Lo que la lleva al caso argentino mientras se pinta las uñas de los pies de rosa viejo. Los militares argentinos que participaron en el exterminio de las organizaciones arnadas y demás formas de oposición y resistencia al orden capitalista dicen, y ése es su intento de construir un relato, que ganaron la batalla militar y perdieron la batalla cultural. Cualquiera que estudie la historia mundial sabe que eso es imposible. Entonces, no ganaron la batalla militar. ¿Por qué? Porque dejaron la guerra por la mitad. Se conformaron con sacar al adversario de la cancha y después se dedicaron a jugar al polo en un estadio de fútbol. Dicho con otras palabras: no ordenaron ordenadamente un orden capaz de ordenar a sumiso e insumisos. El economista judío amigo siempre pone el ejemplo de Chile. Chile es un paraíso para cualquier neoliberal y una pesadilla viviente para cualquier no neoliberal. Pero es: un orden que nadie cuestiona seriamente, es decir, en la práctica y radicalmente, por más que muchos bufen. La gente vota, los votados gobiernan, las minas producen, los metales se venden, los beneficios se embolsan, los salarios se devengan: orden. No hay confiscaciones bancarias cada diez años. No hay megadevaluaciones. No hay superministros. No hay planes económicos con nombres de operación secreta de la CIA. Simplemente, el orden social se identifica con el orden natural , y todo sigue igual, con los beneficiados orondos, los perjudicados cejijuntos y los artistas de televisión sin saber qué nombres ponerles a sus hijos. Eva desea tener un amante de la izquierda chilena, en lo posible un indómito seguidor de Camila, para sentir en su carne blanca y rubia la pica del labriego que socava. ¿Era una pica? Y en el mismo acto poseerse en su superioridad social y racial, más concentrada y autoirónica debido al siempre a medias triunfante igualitarismo argentino. Ah, ser un ente de puro goce, sin mezcla de dolor ni reflexión, sin memoria, un pezón inflamado por la brisa de verano, al aire, a la vista de nadie,duro y jugoso...El nombre que Carla y Martín deberían ponerle a su hijo es Carilindo, que es un adjetivo peyorativo para los economistas serios que quieren ser galanes. Uki, en cambio, es un nombre para duros pescadores vascos y sería bueno para el hijo de Eva y el chileno.

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