domingo, 2 de diciembre de 2012

El traductor

"Me dije que tal vez era cierto después de todo que las ideologías están muertas; me regodeé mirando por la ventana del bar cómo el sol caliente de la primavera de Buenos Aires comenzaba a fundir todas las convicciones del invierno". Lisandro subraya a lápiz, después recuerda, permutando una palabra por otra aproximada, "el calor del horno de cremación", "nociones", "Sebastopol". Salvador Benesdra escribió dos libros, una novela y un texto de autoayuda, que no vio publicados: se suicidó, tenía una fuerte ciática, era depresivo y psicólogo. Era un hombre de izquierda y así le gusta considerarse a Lisandro en su interior aterciopelado y violáceo. Otra vez ocupado el pensamiento en la literatura del siglo XXI, se plantó frente a la biblioteca, recorrió moroso con un dedo los lomos y sacó éste, la novela, El traductor. Lo hojeó con el placer del reconocimiento y del recuerdo: su padre se lo había regalado en su cumpleaños número 18. Su padre, un hombre reflexivo y panzón que había procreado a edad ya madura, demostraba un entusiasmo inhabitual por ese libro. Es así, es todo así, repetía, y luego: no puedo creer que un genio así se haya matado. Ya Lisandro asociaba genio y patología, si es que el suicidio es patológico y no lógico, como a veces pensaba ahora, sobre todo cuando estaba con Estela y ella iniciaba un silencio incómodo que él nunca sabía cómo romper sin parecer idiota. Estela no tenía nada que ver con Romina, la enamorada cristiana y frígida, y sin embargo Lisandro veía una estructura general de la relación hombre mujer en la relación entre Ricardo y Romina: un toro que arremete y un paño rojo que tremola en el aire, sube y se hurta....La novela que había atrapado los 90s en un puño, la voluntad de realismo que avanza sedienta, el mundo presentándose en el mundo, todo eso lo supera en este momento, en este domingo cálido que ha pasado encerrado, y se promete escribir mañana lo que piense en el inexorable insomnio de esta noche, puntuado por alarmas de coches disparados por gatos y, si el Servicio acierta, por truenos que preceden la larga caída de agua de todas las semanas.

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