sábado, 29 de diciembre de 2012

Más meditaciones baldías alrededor del principio y del fracaso

Comienza un nuevo año y no sé qué hacer con él, como no supe, creo saber, qué hacer con los anteriores. Genoveva se lima las uñas, desnuda, cruzada de piernas, y cada tanto me echa una ojeada para comprobar que todavía respiro. No sé qué hacer con lo que alguna vez pensé que era una novela, pero ahora se me aparece como una carroña de palabras sin sentido y sin música. Temo exagerar, pero adelante. Esta agua barrosa que tiñe la pantalla de su monitor alguna vez quiso ser el lago transparente que mostrara una ciudad sumergida, que incita a nadar por debajo para perderse entre sus calles abundantes en giros y sorpresas. Pero no doy la talla. Yo, que quise ser siempre fresco y primaveral Escritor Principiante, estoy a punto de atascarme en otro avatar del Escritor Fracasado. No hay plan a largo plazo. No estoy cubierto contra las descargas y turbulencias de lo imprevisto. Me siento inerme como un mamón. Al no haber dirección de los hechos en una avenida temporal y espacial, tampoco hay cambios dignos de ese nombre: al revés de lo que puede suponerse. cuando no podemos atribuirle a una voluntad única e intencional la colcha de retazos que es toda historia, también desaparece el diseño implícito que gobierna nuevos agregados. Gracias a Dios, he descubierto un nuevo placer: cagar en un rincón, como un perro. Una vez entre dos lapsos de sueño, me pongo en cuclillas y saco de adentro lo mejor de mí. El olor es tan cálido e íntimo, la consistencia tan esponjosa, que me parece un auténtico fruto de río, como el que bosteza en las puertas de mi ciudad. Intento convencer a Genoveva de que pruebe, pero me rechaza arrugando despreciativamente la nariz: peor para ella. Si lograra depositar, por las cuencas de los ojos, en los cerebros de mis lectores imágenes con el carácter definido y final de mis excrementos, estaría avanzando por el buen camino. Los veo acumularse, a mi izquierda, en el fondo, y tengo la sensación de un trabajo bien hecho. Desgraciadamente, están más expuestos al deterioro del tiempo que las palabras, que no tienen los problemas de la materia y no pierden su aroma ni se convierten en polvo una vez grabadas en superficie benévola; pero su mera existencia ya es una dilatación del pequeño aujerito por el que todo humano mira el universo ilimitado. Sin más que decir por el momento, les deseo a todos un feliz año nuevo con muchas enes que vibren en el aire antes de cerrar el círculo.

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